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Columnistas

Cuando gobernar es un chino y el nuevo dueño del Menemóvil

Por estas horas, un entretenimiento menor en el peronismo es saber quién se quedó con el Menemóvil, el histórico colectivo de campaña de Carlos Saúl Menem que se subastó hace 15 días.

El consenso es que fue nada menos que Martín Insaurralde, el jefe de gabinete del gobierno bonaerense y ex intendente de Lomas de Zamora quien pagó unos $18 millones para quedarse finalmente con el viejo Mercedes Benz ploteado con las candidaturas de Menem a la presidencia y Duhalde en busca de la gobernación.

Él lo niega. Dice que por su cercanía justamente con su coterráneo ex presidente de la Nación, Eduardo Duhalde, tuvo estacionado el rodado en su distrito, pero que no tiene nada que ver. Que hay una confusión

Nuevo dueño. En el Conurbano bonaerense aseguran que Martín Insaurralde se quedó con el Menemóvil. Él lo niega.

Sus compañeros de andanzas en el justicialismo, entre ellos otros intendentes, lo dan por hecho. Recuerdan incluso su cercanía con el ex presidente Menem, quien fue el padrino de su primera boda con la sobrina de un ex intendente y operador duhaldista, Hugo Toledo. Era un joven militante de pelo largo.

Como sea, la compulsa, que arrancó con una base de 6 millones de pesos, tuvo un participante conocido, Ricardo Quintela, el gobernador de La Rioja, que peleó para quedarse con el emblemático micro. Sin embargo, perdió. La noticia de que se vendía el Menemovil fue muy difundida. Hubo notas en diarios y noticieros de televisión abierta. Pero cuando se concretó, sólo se habló de que hubo un “comprador anónimo”. En Adrián Mercado, la firma que realizó la operación, no hacen comentarios.

Por eso, empezaron las suspicacias. Incluso entre quienes compartieron la primera fila con el propio Insaurralde en el acto de Cristina Kirchner. ¿Fue él quien pagó unos 60 mil dólares para quedarse con el emblema de una campaña electoral, justo en momentos tan delicados para la economía? ¿Para qué lo querría? ¿Lo valora como liturgia peronista? 

Es el símbolo de una época, los 90, que siempre vuelve al debate público. En las últimas 72 horas, de hecho, justamente la vicepresidenta cuestionó a Juntos por el Cambio por querer “volver a los 90”, y su ex viceministro de Economía, Emanuel Álvarez Agis, sorprendió al plantear que los primeros tres años de la Convertibilidad del ministro Domingo Cavallo fueron expansivos y mejoraron la distribución del ingreso, como ejemplo de que no todo plan de estabilización implica un ajuste.

Una cuestión aceitosa

El reflejo de mirar con el espejo retrovisor la década de Menem, que relojea todo el tiempo el macrismo, hace juego con las menciones permanentes del equipo económico de Sergio Massa de reivindicar la macroeconomía del gobierno de Néstor Kirchner, con dólar alto, superávits de cuentas públicas y balance externo y crecimiento económico con inflación de un dígito. 

Como si hubiera desesperación por encontrar recetas que hayan funcionado acá nomás para que el país logre salir de una inflación que se hizo crónica, una urgencia que crece a medida que se consolida un costo de vida al 100%, con billetes de pesos que se apilan para comprar cada vez menos y operaciones cotidianas que se naturalizan en dólares, como una estadía veraniega, un honorario de servicios o un presupuesto en un corralón.

En ese contexto, por más garra que le pongas no da otra cosa que la sensación de miguitas de pan contra un tanque el intento de relanzar un programa de referencia en supermercados ahora con el nombre de Precios Justos para intentar contener la escalada.

El secretario de Comercio, Matías Tombolini, recorría el viernes un Coto para chequear la llegada de la señalética, una semana exacta después de que se anunciara con pompas de política de Estado una lista de 1800 productos que deberán mantener el valor quieto por 120 días. Hay una novedad que no tuvo ninguna edición de Precios Algo desde 2014. Casi la mitad de los bienes los aportarán las cadenas con sus productos de marca propia. Hasta el viernes, se registraron unas 130 mil descargas de la aplicación de control de precios y hubo 5000 intercambios con el chatbot.

El Gobierno se la juega especialmente a ordenar el resto de la mercadería. Puso una pauta de aumentos del 4% mensual, de manera tal de que casi por arte de Massa la inflación esperada baje al 60% anual

Las apuestas están en contra. El dólar oficial en lo que va de noviembre sube 7%. Las tarifas empiezan a llegar con aumentos justo ahora en el verano. Y los salarios de los que tienen paritaria se van reajustando. ¿Alguien vio un ancla para que se cumpla el 4% mensual? El Gobierno apuesta que el colchón de márgenes corporativos más la vía libre al dólar oficial que prometen a los que entraron permitan que el operativo aguante. Y si aguanta, ¿qué pasaría en marzo con el elástico que se estira detrás del congelamiento? 

“La paradoja es que el plan para mejorar la distribución del ingreso con Precios Justos se va a cumplir en los supermercados donde compran los más ricos y no en los supermercados chinos, donde compran los más pobres”, explicó Agis el jueves en una charla organizada por el estudio Marval O’Farrell Mairal. En el Jumbo de Palermo encontrás el aceite a $419 que promueve el Estado. En un almacén de cercanía de Morón sale $110. En un chino de Constitución cuesta $1300. Descontrol.

La búsqueda de contener los precios de productos esenciales lleva a intervenciones recontraintricadas que encima fallan.

La búsqueda de contener los precios de productos esenciales lleva a intervenciones recontraintricadas que encima fallan. Justamente el aceite tiene en marcha desde hace un año un fondo cruzado que ponen los propios exportadores oleaginosos para morigerar los incrementos en la góndola. Es el fideicomiso que siempre puso de ejemplo el Poder Ejecutivo

Es un jeroglífico. Se subsidia un gramaje del consumo, con un cupo por mes. Pero todos juegan. Hay restaurantes que bajan el consumo para pagar menos. Parte de los litros comprometidos a su vez no llegan al destinatario. Hay colas de personas de origen asiático en mayoristas que se llevan las cajas y las venden a precio libre. Así, se agota más rápido el fondeo que le termina abaratando la compra al que va al super o al restó de Recoleta y ni se asoma por el comercio del Conurbano. 

Todo muy delicado. La inflación de la canasta para no ser indigente trepó en octubre un 100,8% respecto de un año atrás, informó el Indec el jueves. Y saltó un 93% el umbral de la pobreza. Cifras escalofriantes que transforman los discursos de los principales líderes políticos en el meme del perrito que está en la casa sonriente mientras todo se prende fuego. 

En boca de ricos

Es loco que el gentilicio “chino” esté tan presente en la agenda de la inflación y el consumo popular, al punto que es referencia habitual de importantes funcionarios cuando hablan de precios, justo cuando al mismo tiempo en que China está capturando la atención también de los dueños del capital en la Argentina, pero por otros motivos, no porque trajinen entre góndolas de madera con carnicería al fondo. 

En los últimos diez días hicieron explícitas referencias al avance del gigante asiático en áreas estratégicas tanto Hugo Sigman, el zar de los laboratorios y las vacunas a través del Grupo Insud, como Paolo Rocca, el señor acero y petróleo que comanda la Organización Techint.

Agenda asiática. Paolo Rocca y Hugo Sigman hicieron en los últimos 15 días advertencias sobre el avance de China como amenaza en la región.

En la Conferencia Industrial de la UIA, Sigman mostró durante largos minutos qué le preocupa en términos globales. Para sorpresa de un auditorio ocupado en conseguir dólares para no parar la producción y entretenido por la rosca política 2023 explicó que está siguiendo de cerca el intento de China de comprar parte del puerto de Hamburgo, el tercero de Europa, históricamente controlado por el municipio. Iban por el 35% del paquete accionario, lo que les iba a permitir entrar en el directorio. Al final, les dejaron comprar solo el 25% y sin un lugar en el board. También relató Sigman que una empresa sueca de capitales chinos quería comprar firmas de chips en Alemania y el gobierno se lo prohibió. 

A su vez, Sigman enumeró que a las empresas de microcomponentes en Estados Unidos les prohíben venderle a China y que también a una fábrica china de plasma que operaba en el país del norte la obligaron a cambiar de dueño bajo amenaza de cierre. “Se está discutiendo dónde va a estar la globalización”, subraya. Occidente -puntualiza- está descubriendo que hoy el 30% de la economía global está en Oriente. 

Una canción similar tocó Rocca en el cierre del encuentro de la Fundación Observatorio Pyme, que financia el holding siderúrgico. Rebotó mucho que dijo que la Argentina no es ni Nicaragua, ni Cuba ni Venezuela, pero en realidad estaba diciendo que en algún momento el país deberá posicionarse con claridad en términos de la “geopolítica”.

Hizo referencia a que hay un “cambio drástico” en los equilibrios internacionales. “China irrumpe en la globalización con cambios en industria, en la productividad y en los ingresos”, señaló, al tiempo que habló de la “primarización” que fomenta el intercambio comercial con un gran cliente para los commodities que además tiene “una estrategia ambiciosa de conquistar mercados industriales”.

Licenciado en Ciencias Políticas, el magnate ítalo argentino habla habitualmente de la necesidad de protegerse de la producción china. Le interesa directamente por el acero o los tubos que le amenazan sus industrias, que así como muchas veces inflan precios al gozar de posiciones dominantes y exclusivas, también marcan un umbral salarial que la competencia de mano de obra ultrabarata puede derribar.

Diego Coatz, el director ejecutivo de la Unión Industrial Argentina, graficó el avance chino en otras cifras: está en manos chinas el 40% de las patentes de los avances en inteligencia artificial aplicada a la producción fabril.

Son todas definiciones de gran política, que no tienen mucho lugar en la agenda de los liderazgos limantes y las internas eternas. Apenas resuenan cada tanto en nuestra agenda siempre urgente cuando de golpe se habla de licitar el tráfico de mercaderías por el río Paraná y un gringo pregunta si hay capitales chinos rondando en la licitación de la concesión de la llamada Hidrovía. O cuando vienen del Departamento de Estado y preguntan por las bases asiáticas que se han ido instalando en la Patagonia. O cuando desde la Casa Blanca te piden definiciones sobre con qué tecnología vas a desarrollar la Internet de vanguardia, el 5G, y te sugieren que mejor Huawei no se te ocurra.

Y sobre todo, son preguntas cruciales cuando nuestra forma de relacionarnos con China -y con todo el planeta también podría decirse lo mismo- es el mangazo desesperado, el pedido de auxilio de última ante la posibilidad de la crisis inminente. 

Es un poco lo que surge al escuchar esta semana que el presidente Alberto Fernández, con el intestino sangrando y todo, se reunió con su par Xi Jinping y le arrancó la libre disponibilidad de US$5.000 millones de un acuerdo llamado swap de manera tal de reforzar las reservas del Banco Central. ¿Qué te pueden pedir a cambio? ¿Alguien está mirando la letra más chica que se pone en juego cuando un país que vive urgido le pide favores desesperados a una potencia que piensa en lustros? 

¿Podemos ponerle alguna condición a la conducción del Partido Comunista Chino si no podemos conseguir que los inmigrantes de ese país en la Argentina aunque sea vendan el aceite al precio que queremos?