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Columnistas

Un niño rico que quiere matar pajaritos

twitter

Las armas de juguete son señaladas por todos los dedos progresistas y reciben el repudio que se merecen. Las armas de verdad, no tanto.

Hay una zona mixta del armamentismo infantil que reúne las prestaciones lúdicas de la juguetería con las garantías letales de la armería. Allí están las gomeras para matar pajaritos. Armas de juguete que matan de verdad.

Esa es la amenaza que acecha a la comunidad de usuarios de Twitter por estas horas. Su nuevo propietario patalea y quiere hacer uso de la gomera que se compró. Está en su derecho porque pagó para eso el mismo precio que la deuda argentina con el FMI. Algunos usan 44 mil millones de dólares para comprar derechos y otros para adquirir obligaciones. Funciona así, es el mundo.

Quizás a modo de necrológica anticipada de Twitter, estas breves líneas –de más de 140 caracteres- no serán leídas por Elon Musk el niño rico que para festejar sus 50 años de edad se compró la red del pajarito y ahora dice que es una porquería.  Feo. Caca. No gusta.

El capricho de hacer una versión 2.0 de Twitter sacudió a la pajarera y la puso en riesgo de extinción. Por estas horas hay cientos de empleados que han volado a otros sitios y denuncian los efectos devastadores de su nuevo patrón.

Mientras tanto los usuarios miran (miramos) desde los nidos de sus cuentas. Son pajaritos sin alas que temen por el futuro incierto de esta reserva picante de tirapostas y retruques ingeniosos. Es cierto: todo es virtual, de juguete; pero a esta altura los efectos son reales. Acaso sea tarde para advertir sobre lo disfuncional que resulta que una comunidad –de lo que sea- tenga un dueño. Siempre fue así, qué vas a hacer.

Elon Musk

Es envidiable la mirada indulgente y compasiva que reciben los grandes millonarios del mundo. Compensa lo que el mito fundacional de su fortuna propone: una narrativa de infancias tristes con bullyng despiadado y padres crueles. Sin ir más lejos, el señor Erron –el cacofónico padre de Elon- no se cansa de dar notas periodísticas para decir lo imbécil que es su hijo y lo poco confiables que son sus empresas (Tesla y SpaceX, a la cabeza). El papá de Musk que ahora está criando una hija que tuvo con su hijastra, es el monstruo perfecto para explicar los peligrosos pataleos de su vástago.

El caso sería una nueva “Crónica de un niño solo” si no fuera porque la salud psiquiátrica del millonario somete a una comunidad específica de humanos. Para hablar de Twitter puede sonar exagerado.

Es exagerado. Todo en Twitter es exagerado. Pero a través de la exageración puede verse un patrón de situaciones que se replican por todas partes y dejan grupos de personas, comunidades, sociedades y hasta países enteros, a merced de decisiones individuales que con una gomera logran más poder de fuego que con un ejército.

Por estos días nació el habitante número 8000 millones de este planeta, le tocó hacerlo en la República Dominicana. Este bebé humano se llama Damián y permanece ayuno de toda información sobre el mundo que habita. Es demasiado pronto para decirle que sólo el 1% de la población mundial tiene el 45% de la riqueza personal que existe en la tierra. Un mundo rico lleno de pobres.

Al lado de este dato, los vaivenes de Twitter son una pavada. Sin embargo, los embates de Elon Musk sobre su propia criatura son parte de esa estadística. Y hay que sumarlos a la lista de caprichos de millonarios que rigen los días que nos tocan vivir en este planeta.

El uso tardío de sus gomeras nos pone en riesgo cada día. Quizás no haya que perder tanto tiempo en denunciar a las jugueterías por sus armas de plástico. Que una cosa es el cotillón y otra es la torta.

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