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Columnistas

Gonzalo García Pelayo, un anarquista suelto en Buenos Aires

García Pelayo

Gonzalo García Pelayo, el famoso en España y poco conocido aquí director de cine de la transición española está en Buenos Aires y comienza una retrospectiva de su obra en la Sala Leopoldo Lugones. Uno de los padres del under español desde la década del ‘70 en adelante. Con paréntesis increíbles, se los aseguro.

Gonzalo García Pelayo dejó el cine a mediados de la década del ‘80. Decidió dedicarse a las matemáticas, más específicamente a los números primos, las estadísticas y, en concreto, a buscar el modo de ganarle científicamente al Casino.

Lo más impresionante es que lo consiguió.

El Clan Pelayo logró ser el enemigo más temido de todos los casinos del mundo. Echado de Torrelodones en España, luego de ganar millones de pesetas, consiguió que el supremo tribunal de justicia de España exigiera por su derecho a seguir jugando porque, señores, el Clan Pelayo y su patriarca, el cineasta Gonzalo García Pelayo, no hacían trampa.

Gonzalo había descubierto, mediante las estadísticas y la física, ganarle a los casinos.

Alguna vez, en esas noches desaforadas, anárquicas y absolutamente desquiciadas de la transición española, mientras filmaba Manuela, con Charo López y Fernando Rey, llegó a la conclusión de que era imposible que se pudiese predecir donde caería la bola si una ruleta fuese perfecta. Pero como toda materia, y una ruleta es materia con forma circular, 37 huecos y una bola de determinado volumen concreto, tiene imperfecciones. Y en el más absoluto secreto dejó su vida anterior, sacó a sus hijos de la Universidad, llamó a sus sobrinos y dedicaron muchos meses a analizar cómo las pequeñas rugosidades milimétricas de cada una de las ruletas llevaban a que las bolas tendieran a caer más veces en un lugar que en otro, o marcaran elipsis y rutas con algún porcentaje de determinación. Entraban a los casinos y trabajaban siete horas por día anotando cada bola de cada ruleta y en los números en los que caía a partir de las pequeñas muescas del material de cada una de ellas.

A los pocos meses, y en el más absoluto secreto el Clan, comenzó a rotar en esas mesas jugando pequeñas cantidades de dinero tratando de no llamar la atención, y ganando fortunas en todos los casos.

Gonzalo García Pelayo, cineasta, músico, matemático, estadístico, productor, bon vivant.

Los grandes casinos, de España primero y Europa luego, cambiaban las bolas y los Pelayo seguían ganando. Cambiaban las ruletas de mesa y el Clan los seguía desplumando. Y a más juegos, más datos confiables procesados ¿Magia? No, estadísticas y física.

Luego de un tiempo, y de haber ganado millones en Las Vegas, los casinos descubrieron la trama y el secreto. Pero ya era tarde. El Clan Pelayo era millonario cuando los casinos descubrieron que el secreto estaba en los materiales con los que se confeccionaba una ruleta.

Don Gonzalo no volvió al cine, se dedicó a las estadísticas ligadas al Blackjack, con parecido suceso a partir de las estadísticas de los cortes de las barajas, hasta que se programaron máquinas especiales con más de nueve cortes de barajas para que las estadísticas difusas aumentaran el nivel de posibilidades de triunfo de la banca hasta hacer inviable el método Pelayo.

Pero el gran Gonzalo también fue uno de los más maravillosos productores musicales del increíble Madrid de la transición. Muchas de las grandes bandas del despertar del rock en español llevaron su sello: Aute, o la mítica Triana por ejemplo; y fue quien llevó y difundió en España a Los Quilapayún, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Víctor Jara y toda una generación de latinoamericanos militantes de la música, las ideas y la palabra que luego conmovieron al mundo.

Músico también lo fue, por supuesto, y uno de los grandes melómanos de la península y poseedor de uno de los reservorios musicales más increíbles de la época.

Gonzalo García Pelayo, Robin Hood anarco, desaforado e inclasificable, hoy está presentando su cine en nuestro país.

Gonzalo García Pelayo, el famoso en España y poco conocido aquí director de cine de la transición española está en Buenos Aires.

Un director a caballo entre el costumbrismo, el documental y la antropología, capaz de meter una vaca en un salón de té, un melodrama en medio de una fiesta y un incesto en medio de una iglesia. Capaz de todo. Incluso de hacer un tablao flamenco en medio del entierro de un patriarca del sur de España, poner guitarras eléctricas en chozas lúgubres del campo andaluz y rostros, una y otra vez rostros, en primeros planos increíbles, que parecen salidos de los mejores cuadros de la pintura del XVIII español.

Manuela (1976), Vivir en Sevilla (1978), Frente al Mar (1978), Alegría de Cádiz (2023), Sobre la Marcha (2016), Todo es de color (2017) y Ainúr (2022), su última película, son estrenadas esta semana en la Leopoldo Lugones, esa sala increíble que muestra lo necesaria que es la participación del Estado en la cultura para que podamos gozar de más García Pelayo en medio de tanto Marvel.

Libertario, Corrosivo, vitalista, absolutamente loco y musical; cultor del erotismo pleno, la actuación no profesional y el humor corrosivo. Absolutamente heterodoxo y enloquecido.

Últimamente, mientras hace charlas sobre números primos, está dedicado a buscar el modo de detectar la encriptación de wasap para hacer saltar, dice él, la economía mundial. Y en los ratos libres ha creado una de las grandes plataformas de Bitcoin, Mind Capital, la única de inversión de alta tecnología en criptoactivos y primera plataforma cripto-fiat del mundo. Pero eso es otra historia.

Gonzalo García Pelayo, cineasta, musico, matemático, estadístico, productor, bon vivant. Hay una retrospectiva de su obra con él, en persona, en el cine. Un lujo de esta ciudad increíble

Se necesitan más Gonzalos para que el mundo siga siendo un divertido lugar en el cual invertir una vida

Ciclo Cine Insurrecto. Retrospectiva de la obra de Gonzalo García Pelayo. Sala Lugones. Teatro San Martin. Bs Aires 25 de octubre al 2 de noviembre