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Columnistas

El peronismo ‘cuidaquintitas’ y la nueva Argentina rica

alberto fernández y walter alfa gh

La pelea de Alberto Fernández contra un participante del reality show Gran Hermano es la más bizarra de un montón de micro batallas que están en curso en simultáneo en el Frente de Todos, a casi tres años de su llegada al poder.

El viernes por ejemplo se cruzaron por twitter la organización La Cámpora con el Movimiento Evita por el acercamiento de la agrupación piquetera con la Confederación General del Trabajo para fortalecerse en la interna. “Y Macri también” escribió el community manager de Máximo Kirchner, al citar artículos periodísticos sobre que se juntaban para pelear contra el kirchnerismo. “Compañeros, hagámonos cargo de los problemas que tiene la Argentina y trabajemos para resolverlos”, respondió el Evita. La discusión por el manejo de la ayuda social acompaña el debate sobre el modelo de país, seguramente.

17 de octubre del kirchnerismo duro con reclamos que permitan mantenerse a salvo de la suerte de su propio gobierno.

Antes, el 17 de octubre ya había dejado otra postal de la desintegración con múltiples actos que reflejan el despliegue del peronismo cuidaquintitas que se impone en el momento.

Desde el kirchnerismo más duro, algunos intendentes y los gremios más combativos fueron a Plaza de Mayo para hacer reclamos legítimos de mejoras en los ingresos que al mismo tiempo permitan en algunos casos mantenerse a salvo de la suerte de su propio gobierno.

El Evita y compañía, otra vez, plantó bandera en La Matanza con la mira en pelearle la intendencia al histórico Fernando Espinoza, aliado de Cristina Fernández. De hecho cerró Patricia Cubría, dirigente del espacio, esposa de Emilio Pérsico y precandidata al cargo. En otra galaxia, la CGT hizo un encuentro para pelear lugares en las listas y en los cargos partidarios. Y más lejos aún, se juntó el sello llamado “las 62 organizaciones”. “El peronismo está hecho mierda”, sintetizó el poético Luis Barrionuevo.

El Presidente inauguró obras en Ezeiza un día y al otro se mostró en una planta depuradora de Hurlingham con Juan Zabaleta, que hace una semana era ministro nacional y ahora volvió al municipio para pelearle a La Cámpora. En el acto, ante la ausencia de concejales del espacio que le dieron la espalda, le agradeció la presencia a Juan Manuel Lorenzo, de Juntos por el Cambio. “¿Ordenar Hurlingham?”, se preguntó El Cohete a la Luna el domingo pasado en una nota con fuentes en off the récord que decían que Zabaleta había vuelto porque el camporista Damián Selci estaba haciendo un gran trabajo.

Parece que fue hace un montón, pero hace diez días también había renunciado la ministra de Mujeres, Elisabeth Gómez Alcorta, por un desalojo en la Patagonia que no se condecía con sus valores. Y había salido también Claudio Moroni del Ministerio de Trabajo, tras ser recontra vapuleado por el cristinismo como un pecho frío en tiempos de puja distributiva.

Lo loco es que lo reemplazó recordemos Kelly Olmos que debutó con la paritaria de camioneros que está en cuarto intermedio hasta el miércoles. Aseguró por radio que un pedido de 130% de aumento puede ser justo para los trabajadores pero que termina siendo “insolidario” con el resto si alimenta las expectativas de inflación. “Que se suba un camión”, le devolvió Pablo Moyano, que también pidió que los integrantes de la fórmula presidencial “se dejen de joder”.

Fiel a su manual de desmanejos, el Gobierno ya filtró además que ahora se va a ir en breve Juan Manzur de la jefatura de Gabinete. Llegado hace un año para darle volumen político a una administración licuadora de destinos, quiere ir a asegurar su pago chico. De aspirar la presidencia, a ir como segundo de su ex enemigo Osvaldo Jaldo para tratar de retener Tucumán. El oficialismo lo hizo. ¿Cuánto falta para que Jorge Ferraresi y Gabriel Katopodis hagan lo propio y dejen Vivienda y Obras Públicas para volver a Avellaneda y San Martín?

El sueño de estar nominado

En ese marco, en un tramo de la transmisión permanente de la convivencia de los participantes de una nueva edición de Gran Hermano, uno de los presentes, Walter “Alfa” Santiago, fanfarroneó con que conocía al jefe de Estado y con que “un montón de veces lo había coimeado”. Nunca salió al aire en la señal televisiva que lo transmite, Telefe, pero sí corrió por redes sociales. En la noche del miércoles, entonces, la portavoz presidencial Gabriela Cerruti lo respondió por redes sociales. El jueves por la mañana dio entrevistas radiales. Esa tarde, el periodista Víctor Hugo Morales atribuyó los dichos de “el Alfa” a la Embajada de Estados Unidos que intentaría socavar un gobierno popular. El viernes al mediodía Alberto Fernández reivindicó su honestidad en una nota en televisión.

El consenso de los expertos en comunicación consultados para esta nota -increíble lo que hay que hacer- es que dada la asimetría entre quien hizo la crítica y su destinatario, no era conveniente responder porque se “amplificaba” el mensaje. “Se sube al ring a un equis”, fue la interpretación. “Yo nunca hubiera aconsejado a un cliente mío que saliera a responder un dicho de alguien tan menor, salvo que estuviéramos en una situación de debilidad y nos conviniera para reforzar algún mensaje”, explicó el dueño de una consultora top. “Sólo hubiera propuesto responder si mi empresa está moribunda”, apuntó otro. 

O sea: si no fue un error grosero, es que fue una estrategia deliberada. Salir a hablar de que Alberto no es corrupto “como otros” en el medio del rebote que genera un programa que hizo números poco habituales de audiencia en la TV. De hecho, la intervención de Cerruti tuvo 35 millones de impresiones en Twitter, según Infobae.

Si se conecta con el discurso ante empresarios hace una semana donde subrayó que su gestión nunca pidió nada en la obra pública. Y también con el mensaje de que puede llegar a haber tres años de crecimiento por primera vez desde que gobernaba Néstor Kirchner. Y por qué no con el énfasis que puso la Casa Rosada en contar que los reemplazos ministeriales los decidió sólo el jefe de Estado. Si todo esto es así, increíblemente hay que anotar en este balurdo y con sus armas que incluyen hasta meterse en una gala de eliminación de un reality, la pelea del Presidente por sobrevivir.

¿Quién le puede quitar la aspiración de construir un relato reeleccionista aún con esta inflación del 100% y todo el peso de un gobierno fallido? ¿Por qué no podría soñar con meterse en un eventualísimo balotaje si algunos pueden achacarle más el fail actual a la socia fundadora que a él, que podría vender que trató de ser un gerente hippie amortiguador de quilombos que no pudo ir a más pero que algo hizo? 

En todo caso, no se resigna. Por ponerlo en términos del debate vigente, al menos sueña con estar nominado para la interna oficialista. El tema es con qué gobierno llegaría, cuando -como en la casa de la tele- se va un integrante por semana.

Todo esto es ciencia ficción. Pero el mundo está hecho una caja de sorpresas impredecibles. Con outsiders antipolítica que dicen cualquier cosa. Con líderes que coquetean con la bomba nuclear. Con potencias que se debaten entre lo gagá y lo autoritario. Con bandas recontra under que en la deep web se dan manija y terminan organizando escraches violentos o tratan de cometer un magnicidio. Serán las secuelas de la pandemia, pero dueños de gimnasios y jóvenes sin horizonte se volcaron a la calle en un plano inclinado hacia lo peor, con Internet que junta a los que antes eran peligros solitarios. Con políticos tradicionales que se sienten amenazados por los extremos, sobreactúan y juegan al límite de la democracia. Y con la comunicación a full con la polarización que divide todo en dos, en ellos y nosotros, en buenos y malos. 

Pero en medio de la ultra coyuntura del metro cuadrado de cada espacio y mientras el mundo consagra la era de lo políticamente incorrecto, en la Argentina ocurre otra vez un milagro económico silencioso.

El viernes salieron de la planta de Techint, en Valentin Alsina, los primeros caños recién fabricados para el Gasoducto Néstor Kirchner.

Regresa el ideario del país bendecido por los recursos naturales, como nota en sus relevamientos la especialista en opinión pública Shila Vilker. Cuando se pregunta por la Argentina, los argentinos vuelven a asociarlo con lo del “país rico”. Como tantas otras veces. Ha pegado el mensaje de que a la pampa húmeda de la abundancia se le agrega ahora la esperanza del litio como mineral del futuro y el sueño recurrente del maná de petróleo y gas desde las entrañas de Vaca Muerta, el yacimiento no convencional en Neuquén.

Ahí, los datos ya muestran una realidad. Esta semana se informó que en septiembre se volvió a batir el récord de producción. Por primera vez se superaron los 250 mil barriles diarios de crudo, con la petrolera estatal YPF a la cabeza. Además, el viernes salieron de la planta de Techint, en Valentin Alsina, los primeros caños recién fabricados para el fucking Gasoducto Néstor Kirchner. O sea que lo de la riqueza asociada a este suelo no es una idea agarrada de los pelos. 

Lo que para nada está asegurado es que encontrar una nueva fuente de dólares gracias a la providencia -y a los avances de productividad por políticas sostenidas a lo largo de distintos gobiernos- sea sinónimo de solucionar nuestros bandazos históricos, nuestras fragilidades macroeconómicas, en definitiva, nuestro sufrimiento cíclico por falta de divisas. No son pocas las advertencias de que sin un acuerdo lo menos vende humo posible y sin un cambio en la mirada habitual de los que conducen el país, la nueva riqueza de los recursos naturales se puede fumar en jugadas de corto plazo como tantas otras veces

No será ni la pelea por intendencia de Hurlingham ni la de La Matanza ni por la casa de Gran Hermano, pero es una discusión que realmente valdría la pena dar.