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Columnistas

Carlos Gardel y Frank Sinatra: el encuentro real que jamás pasó

gardel sinatra

Esta no es una historia: es, más bien, la historia de una historia. Es una especie de crónica del viaje de un relato entre la ficción y la realidad, a través de un camino pavimentado con pensamiento mágico, confianza ciega en el discurso mediático (¡en el siglo XXI!), clickbait, desidia y -seamos buenos- precarización laboral. No es que nos estemos enterando ahora, pero no deja de asustar ponerlo en palabras: una mentira (o un invento) se puede convertir en una verdad porque se lo repite mucho, porque se lo valida desde espacios que se consideran “serios” aunque sean todo lo contrario, porque se elige voluntariamente la leyenda por ser más tentadora.

¿Se puede sostener en la era de la Internet un mito flojo de papeles sobre dos de los artistas más importantes de la música popular universal, cuando -se supone- el conocimiento está más a mano que nunca y chequear un dato es más fácil que en cualquier otro momento de la humanidad? No sólo se lo puede sostener: se lo construye de cero y se lo desparrama por el mundo.

El disparador de esto es una película: Mr. Gardel, que tenía fecha de estreno para el viernes 14 de octubre en Disney+ pero al cierre de esta edición sigue sin aparecer. La dirige Karina Insausti y la protagonizan Oscar Lajad como el Zorzal Criollo y Pablo Turturiello en el papel de Frank Sinatra. “La historia parte de un encuentro verídico”, dice la entrada de Wikipedia, pero no vamos a empezar un artículo sobre la validez de las fuentes tomándonos justamente a Wikipedia como palabra santa: con sólo googlear “Carlos Gardel me salvó la vida” podremos encontrar cientos de medios de todo el mundo (portales, diarios, radios, canales de YouTube) que sustentan esta supuesta veracidad contando como un hecho real el encuentro de los dos íconos en Nueva York en los años 30.

Va una síntesis: Carlitos cantaba en la Gran Manzana, un jóven Frankie fue a verlo y quedó encantado, se conocieron después del show, Gardel le dijo a Sinatra que aprovechara su talento y se dedicara a la música en vez de andar todo el día con mafiosos, La Voz le hizo caso, ganó un concurso y poco después se convirtió en el artista más famoso del planeta. Según el relato, Frank nunca olvidó a ese cantante ¿argentino? que tanto lo ayudó, por lo cual en su visita a Buenos Aires en 1981 visitó el barrio del Abasto, dejó la entrada de aquel show a modo de ofrenda y cantó un tango a los gritos en la vereda.

No hace falta aclarar, pero en Internet siempre hace falta aclarar, que la película no necesariamente tiene que contar un episodio real: puede partir de una ficción absoluta e incluso tiene totalmente permitido jugar en su promoción con la ambigüedad de si todo fue cierto o un delirio. No es ésta una crítica a la obra artística, que no está obligada a echar claridad sobre la historia que toma como referencia: esa tarea le correspondía, en todo caso, a los medios periodísticos que la difundieron y, por repetición, la autentificaron de hecho.

En 2021 Felipe Pigna publicó Gardel, una biografía del Morocho. En una entrevista que le hicieron en la agencia turca Anadolu se dio el siguiente intercambio.

¿Es cierto que en 1933, en Nueva York, Gardel convenció a Frank Sinatra para que participara en un concurso de la NBC y que, gracias a eso, la carrera del nacido en Hoboken despegó?

Hasta donde yo pude averiguar, esto sigue siendo una versión no confirmada. El concurso existió y se realizó en la estadía de Gardel en Nueva York [N. de la R.: en realidad Sinatra se presentó en el certamen Major Bowes and His Original Amateur Hour el 8 de septiembre de 1935, dos meses y algunos días después de la muerte de Gardel]. Pudo haber ocurrido. Hay una historia que sugiere que cuando Sinatra vino a Buenos Aires fue al Abasto y, dicen, hizo un gesto de agradecimiento por los lugares donde hay homenajes a Gardel. Pero esto, por ahora, tiene más visos de leyenda que de realidad. Difícil de comprobar.

En la investigación para su libro, el historiador -dijo- no logró chequear el dato. Su voz autorizada instaló, por ende, una duda “razonable”: quizás no pasó, pero “pudo haber ocurrido”. Así, a los medios que repitieron la historia se sumaba nada menos que Pigna, una autoridad, no con una desmentida ni una confirmación, sino con una puerta abierta. 

La pregunta obligada, entonces, es: ¿De dónde salió todo esto? Google tiene una herramienta poco usada pero muy útil: la búsqueda por fecha. Así, nos encontramos con el primer medio de comunicación formal que relata el encuentro: el Portal de América, publicación uruguaya dedicada al turismo. En una entrada del 2 de agosto de 2010, casualmente o no, el día del 29° aniversario de la llegada de Frank a la Argentina, el sitio cuenta con detalles todo este episodio en un texto atribuido a Mario González, periodista peruano de larga trayectoria y gran prestigio en su país.

Debe haber un error. Yo soy periodista de turismo o de viajes y no recuerdo haber incursionado en lo musical. Recuerdo y respeto la personalidad y el trabajo musical de Carlos Gardel, pero nunca he publicado nada sobre él, y menos de un encuentro de él con Frank Sinatra”, dice hoy González, ante la consulta. Sergio Herrera, editor del Portal, no recuerda la cocina de aquel artículo ni puede explicar que su supuesto autor lo desconozca, pero asegura que tuvo “una cantidad desmedida de lecturas”.

Quien haya escrito esta nota tiene que haber tomado la anécdota de alguna parte, entonces. Resulta que un mes antes, el diario español La Razón entrevistó a Rodolfo Ghezzi, ex miembro de la Academia Nacional del Tango, a cuento de un concierto que el experto había organizado en aquel país europeo. Ahí, en una especie de ping pong gardeliano, el académico cordobés menciona sin profundizar el supuesto encuentro. “[Gardel] En parte, fue su descubridor”, dice, respecto de Sinatra.

El problema es que Ghezzi no especifica casi nada, sino que cuenta en dos líneas, al pasar, todo el episodio. ¿De dónde sacó el autor fantasma del artículo de Portal de América la romería de detalles que incluyó en su nota?

Marcelo Martínez de la Fundación Internacional Carlos Gardel se propuso llegar al fondo de la cuestión. En su investigación fue todavía más atrás en el tiempo: la historia completa, casi calcada de como se publicó en el medio charrúa, hizo su primera aparición en Internet en un blog, elcuervorosarino.blogspot.com, a principios de junio de 2009. Esta bitácora, encabezada por una regia foto de Julieta Prandi “como su madre la parió” (sic), no es precisamente la obra de un profesional de la comunicación: peleado a muerte con la ortografía, la sintaxis y el desbloqueo de las mayúsculas, el bloguero anónimo (hincha de San Lorenzo, vecino de la Chicago argentina) pone su corazón en posteos como “La Ela Fisyeral del bolero: Olga Guillot se fue de jira” (recontra sic) o “QUE ACTORASA SOFIA LOREN” (idem). No parece a priori la fuente más confiable, pero hay algo raro en todo esto: el posteo sobre Sinatra y Gardel está escrito -a diferencia del resto del blog- en correcto español. Con lo cual cabe pensar que el relato tampoco salió de su pluma milagrosa, sino que el Cuervo Rosarino lo copió de algún otro lado y lo pegó en su site.

Acá se pierde el rastro. Martínez cuenta que la autoría suele ser atribuida a un tal Ernesto Drangosch, nombre que corresponde a un pianista y compositor fallecido en 1925 y a un pintor que dejó este mundo en 1999. El primero no pudo haber escrito el texto antes de que el encuentro sucediera, y es bastante poco probable que el segundo lo dejara redactado antes de su muerte para que se lo recogiera en un blog una década después, con lo cual cabe pensar que se trata de un seudónimo. Hasta aquí llega el chequeo de la Fundación y el nuestro: antes de “Drangosch”, la nada.

Así que Pigna debe tener razón: será nomás una leyenda difícil de comprobar. A menos que analicemos algunas cosas que se cuentan en el texto, como por ejemplo que el jovencito que se acercó a pedirle consejo a Gardel se llamaba “Francesco Albertino Sinatra Agravantes” (el nombre real de La Voz -como puede verse en su certificado de defunción, publicado en Internet- era Francis Albert Sinatra, y su apellido materno era Garaventa). O que el tango que entonó Sinatra era “Cantor de Buenos Aires”, que como homenaje al Zorzal parece poco atinado, teniendo en cuenta que nunca integró su repertorio por haber sido compuesto por Cobián y Cadícamo un año después de su muerte (y además se difundió muy poco fuera de Argentina, con lo cual no es muy probable que hubiera llegado a oídos de Frank). O que el Chairman of the Board visitó el Abasto durante su estadía en la Argentina: los productores de su concierto, Palito Ortega y Ricardo Finkel, le confirmaron a este cronista para el libro Operación Sinatra (coescrito con Sebastián Grandi) que Sinatra sólo salió del Sheraton para un cóctel en la Embajada de los Estados Unidos, para una reunión con el dictador Viola en Olivos y para cantar en el Luna Park. O que al llegar al solar en el que estaba el café gardeliano O’Rondeman se encontró con "un baldío que dejaba ver entre yuyales viejos cimientos": lo cierto es que el bar estuvo cerrado, pero en pie hasta su demolición en 2012.

En toda su vida, Sinatra nunca mencionó el episodio, ni a Gardel, en ninguna entrevista. La crónica de su paso por la Argentina, revisada exhaustivamente para Operación Sinatra, no incluye una sola línea sobre alguna referencia al Morocho, mucho menos a una excursión al Abasto. Ni siquiera grabó o cantó en vivo un tango en toda su carrera. No hay testimonios de vecinos que lo hayan visto o escuchado (¡un ícono de la música universal pasando desapercibido en el Humahuaca y Agüero!). Tenía guardia periodística en la puerta del hotel las 24 horas del día: nadie lo vio salir.

Varias veces dijo que su ídolo, el que despertó su vocación por el canto, era Bing Crosby, a quien había visto en concierto precisamente en 1933. Pero más allá de toda esta montaña de evidencia: ¿De dónde saca la información el autor, si Sinatra nunca lo contó públicamente? ¿Era muy amigo de Frank y se relató en la intimidad? ¿Y siendo su gran amigo y confidente no sabía su nombre?

Si cortamos los pasos medios de la historia (el blog del cuervo rosarino, la nota anónima del portal uruguayo, la reproducción hasta el hartazgo como un hecho real en medios periodísticos), nos encontramos con que un texto inhallable sin autor comprobable generó una película producida por Disney que “parte de un encuentro verídico” (dato importante: la Fundación Internacional Carlos Gardel, como heredera de los derechos de imagen del cantor, dio su aprobación para el uso de su figura).

De nuevo: Mr. Gardeltiene todo el derecho del mundo de ser una fantasía de pe a pa, y aunque no lo hace, hasta podría poner un cartelón de “basada en hechos reales” en el trailer sin que nadie pudiera alarmarse demasiado. El problema no es el uso artístico de una ficción, sino cómo un invento se convierte en algo auténtico por los factores que antes enumerábamos: la historia gusta, se reproduce, se valida en los medios y se elige creerla.

A veces gana la desidia y se copia y pega sin miramientos: todo da lo mismo. También es cierto que chequear un relato como éste requiere un tiempo con el que no se cuenta en muchas redacciones. Pero más allá de la pereza o las limitaciones del yugo laboral, ¿por qué molestarse en averiguar si la historia es o no una mentira cuando publicarla como verídica puede generar más tráfico y el error no trae consecuencias? Y del otro lado: ¿Por qué desconfiar de algo que me cuenta el diario que todos los días me dice exactamente lo que quiero leer? Toda esta cadena de divagues, descuidos, negligencias, juicios críticos maltrechos, falacias de (supuesta) autoridad y sesgos de confirmación es el caldo en el que se cocinó esta locura: una película de una gigantesca productora multinacional basada en un “hecho histórico” sobre dos de las personas más famosas del último siglo, revelado por no sabemos quién, no sabemos dónde.