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Cultura & Espectáculos

Una mañana cualquiera

memoria

Una mañana cualquiera, en la mañana, faltó algo en las Barrancas de Belgrano. Así como alguna vez faltaron cuerpos, desaparecieron, ahora faltó una placa que recuerda esa ausencia. Una ausencia más. La desaparición de la placa que recuerda a las desapariciones.

A fuerza de golpes y vandalizaciones la placa de Barrancas, que recuerda dos desaparecidos secuestrados en ese lugar, hubo de ser quitada para su reconstrucción. Hoy no estuvo, su hueco es más impresionante que su presencia. Caminé por ahí a diario y se me hizo natural existencia, quizás por eso ese hueco abierto, como una tumba desgarrada en la vereda, me impresiona de este modo, me golpea como una trompada sin aviso.

La historia se construye de a poco y se deconstruye de un plumazo. Cada vez más vemos intervenciones en monumentos, agresiones, vandalizaciones, placas rotas, pintadas agresivas o ninguneadoras. En el proceso de acción y reacción que, tomado de la física sirve para explicar actitudes humanas, a los logros de la memoria histórica sobre nuestro pasado reciente se le ha replicado con movimientos en sentido contrario (algunas veces fue FAMUS, otras Memoria completa), discursos y discusiones, interpelaciones y últimamente intentos de hacer literales los conceptos que muchos políticos usan en sus arengas. Hay una historia que no debe olvidarse y que debería ser el substrato a partir del cual compartir un territorio común y expectativas de convivencia, fuese posible aún en la diferencia.

La discusión sobre la literalidad de si los desaparecidos eran treinta mil, o más o menos, mostró que se estaba superando un límite, ahorcando un concepto, ahogando un acuerdo tácito de la democracia.

Poner en duda un intento de magnicidio fue otra marca, una más. Fuese quien fuese el objetivo del gatillo odiador. La aparición de grupos minúsculos de exaltadores de la muerte del opositor político, idearios de la sangre como única alternativa, adoradores de soluciones radicales, cruzados de la razón de la fuerza por sobre la fuerza de la razón, surgen a diario. Ladrillos que se suman en la pared de la violencia política.

Un hueco nos recuerda un lugar, un cuerpo, una biografía, un pedazo de ésta historia de la Argentina construida en base a dolor, incomprensión e incapacidad de encontrar salidas en común. Ayer faltó una placa en una vereda de las Barrancas de Belgrano. Hoy, bella en su triste memoria, otras manos distintas a las que destruyen devolvieron la placa a su lugar, colorida y recuperada.

Crescencio Galañena Hernandez y Jesus Cejas Arias, desaparecidos el 9 de octubre de 1976 volvieron a tener nombre y apellido, un hueco se convirtió, nuevamente, en memoria viva. Y fueron treinta mil, si, treinta mil nombres que abrazaron la mañana en las Barrancas de Belgrano.