Miércoles, 24 de Abril de 2024 Cielo claro 13.0 °C cielo claro
 
Lunes, 11 de Octubre de 2021 Cielo claro 13.0 °C cielo claro
 
Dólar BNA: $916
Dólar Blue: $1030
Columnistas

Ginóbili no estaba destinado a ser una estrella

"Es petiso y flaco", decían en el barrio. "Sus hermanos son mejores", pensaban sus padres. "Es demasiado grande para arrancar ahora", decían sus compañeros... Hoy Ginóbili es el primer argentino en entrar a un Salón de la Fama del deporte. La historia de un cabezadura.

En los años ’70 existía un rumor sobre un equipo juvenil de Argentinos Juniors donde había un 10 de rulos que era magnético. Los socios de River se arremolinaban en torno a las canchas de tenis porque había una chica de 12 años que ganaba siempre. Desde dos extremos de la ciudad de Rosario se advertía a una chica alta y flaca que driblaba rivales a destajo con un palo y otro, más bajito que la media que hacia lo mismo con una pelota. Sin dimensión real de lo que serían, nadie dudada que Diego Maradona, Gabriela Sabatini, Luciana Aymar y Lionel Messi eran distintos desde pequeños, algo que no pasó con Emanuel Ginóbili. El mejor jugador de básquet de la historia, que hoy ingresa al Salón de la Fama, no estaba destinado a ser una estrella.

El 1° de diciembre de 1975 Deportivo Norte y Bahiense Juniors decidieron fusionarse y dieron vida a Bahiense del Norte, club que crió deportivamente a tres de los doce campeones olímpicos de 2004: Alejandro Montecchia, Pepe Sánchez y Ginóbili. Su padre Jorge, Yuyo para todo el mundo, era uno de los directivos de referencia de un club que estaba solo a 80 metros de su casa en el Pasaje Vergara. Manu nació dos años después que Bahiense y comenzó a entrenar básquet al igual que sus hermanos Leandro –actual presidente de la entidad– y Sebastián, siete y cinco años mayores. El 2 de julio de 1984, veintiséis días antes de cumplir siete años, Manu fue fichado en la Asociación Bahiense de Básquet bajo el número 11.414.

“Pepe Sánchez tenía siempre 100% de efectividad y Manu se iba re-caliente porque no lo alcanzaba. Era bueno, pero nadie esperaba lo que vino”, cuentan en el club Bahiense.

En su casa la pelota naranja era algo cotidiano, y la rivalidad con sus hermanos fue el motor donde con el que forjó su competitividad, ya sea en la mesa de ping pong, donde no recibía concesiones a pesar de su edad, o cuando comparaba su boletín de la escuela con el de sus hermanos. Bahiense era un club joven y no tenía una escuela desarrollada como Olimpo, Estudiantes o el Nacional, donde había un chico rubio, muy bueno, que destacaba en su camada: Pepe Sánchez, su némesis, el jugador que le sacaba el sueño y que a los 12 fichó por Bahiense.

Manu y Pepe Sánchez jugando en juveniles en 1992.

En las categorías menores los jugadores debían hacer planillas, anotar en una hoja una serie de estadísticas sobre sus tiros según posición y distancia, para luego llevárselas a los entrenadores y comparar. Según quienes los recuerdan de chicos, en base a mucho esfuerzo y tenacidad Manu tenía porcentajes que llegaban al 90%, 95%, mientras que Sánchez era un pleno de efectividad. “Pepe era siempre 100% de efectividad y Manu se iba re caliente porque no lo alcanzaba. Era bueno, pero nadie esperaba lo que vino. De Pepe sí había una percepción de que iba a ser distinto”, recuerda una fuente del club que los vio jugar desde pre infantiles.

Manu tenía una kriptonita: su cuerpo, muy flaco, que le quitaba posibilidades frente a rivales de mayor peso.

Manu tenía una kriptonita que era su cuerpo, muy flaco, que le quitaba posibilidades frente a rivales con mayor peso. Es conocida la anécdota familiar de que a los 15 años pesaba 50 kilos y el pediatra Fernández Campaña le confirmó que a los 19 años mediría alrededor de 1,85 metros. Él miró a su padre y le dijo: “voy a ser petiso”. Iba a los saltos por la calle como una suerte de remedio casero que lo estire y comenzó a marcar en el ropero de su abuelo Constantino su evolución en centímetros. También intentaba ganar kilos, pero le costaba. Hasta comenzó a tomar un batido de hígado, banana y huevo que le recomendó un bioquímico. Nadie dudaba de su entrega, pero no apostaban a una carrera importante, más aún cuando sus hermanos debutaron en la Liga Nacional. Los dos empezaron en Quilmes de Mar del Plata a principio de los años ´90 y mantuvieron la vara alta para el menor que miraba el tiro de Leandro, escolta como él, y la conducción de Sepo, base, campeón con Libertad en 2008 y cuarto jugador con más partidos en la historia de la Liga.

Mientras eso pasaba, Manu jugaba en las inferiores de Bahiense y no podía despegar. En ese equipo jugaba también Luis Decio –a quien Manu eligió como base para su equipo ideal con Carlos Delfino de escolta, Chapu Nocioni como alero, la mezcla de Luis Scola y Tim Duncan como ala pivote y Fabricio Oberto de centro. A los 15 empezó a entrenar con el seleccionado de Bahía para el torneo provincial de cadetes, pero fue cortado de la lista final, donde sí quedó Pepe. Manu no fue elegido para los seleccionados juveniles argentinos ni bahienses, cosa que sí le pasó a la mayoría de los miembros de la Generación Dorada. De hecho, en una columna publicada en 2017 en The Players Tribune, Luis Scola, tres años menor, fue bastante crudo: "Manu tenía algunas cosas en contra de joven. No era alto. Era demasiado flaco. No era previsible en absoluto. Cuando la generación dorada comenzó a jugar junta, en 1996, Manu no era lo suficientemente bueno para estar en el equipo A. Fue cortado cuando tenía 15 años".

Además, mientras sus hermanos y algunos coetáneos ya jugaban al más alto nivel, en su primer año en la primera de Bahiense descendió a la segunda división local, luego de perder la promoción contra Puerto Comercial de Ingeniero White. “Perdimos papá, perdoname”, fue lo único que logró articular entre lágrimas para decirle a Yuyo, presidente del club, que estaba al teléfono desde Mar del Plata en una cena en Quilmes con Sebastián y Leandro. Era el 22 de noviembre de 1994, Manu tenía 17 años. En el documental Jugando con el Alma de Cristian Rémoli y Gustavo Dejtiar, Gabriel Colmarino, entrenador y amigo de Ginóbili, habló sobre la falta de confianza del padre. “Un día de me dice, 'mirá, no te tendría que hablar de esto, pero te estoy hablando como padre. Manu se entrena mucho… Pero Manu no va a llegar como los hermanos. Va a tener que estudiar". Ese análisis coincidía con el deseo de Raquel, su madre, que quería que fuese contador, porque para basquetbolistas ya tenía dos. Carlos Sánchez, el papá de Pepe, también aporta su recuerdo en la película. "Charlando con el padre de Manu, me dice: 'Yo estoy preocupado, porque él dice que va a ser bueno y nunca va a ser como los hermanos´".

Cuando la Generación Dorada comenzó a jugar junta, en 1996, Manu no era lo suficientemente bueno para estar en el equipo A.

Luis Scola

En Bahiense tuvo la suerte de ser dirigido por tres entrenadores que llegarían a la Liga Nacional: Pablo Coleffi, Sergio Hernandez y Oscar Sánchez, amigo de la familia, quien lo hizo debutar en la Liga con Andino de La Rioja en 1995.  El 29 de septiembre jugó su primer partido en Mar del Plata contra Peñarol: la diferencia física con el resto era evidente. “No sé si está Ginóbili para la Liga”, fue la conclusión de Rubén Muñoz, que oficiaba de comentarista. A la distancia con una carrera que incluye cuatro anillos de NBA, dos medallas olímpicas, una Euroliga y cantidad de marcas, suena inverosímil, pero era la percepción instalada. De todos modos, venía de ser el segundo goleador del torneo juvenil bahiense, una suerte de primer quiebre en su carrera. El segundo se produjo al final de la temporada de la Liga, en 1996, cuando volvió a su ciudad para jugar en Estudiantes, creció 15 centímetros y empezó a explotar como jugador. El rompimiento definitivo, según lo contaron sus compañeros del seleccionado, se produjo tras su primer año en Italia, donde jugó con Reggio Calabria en el ascenso y volvió mejorado.

El ingreso al Salón de la Fama de Springfield es un hito porque se trata del primer argentino en hacerlo. Manu va a ser parte de un club donde están Michael Jordan, Magic Johnson, Larry Bird o Kobe Bryant. Lo va a presentar Tim Duncan, su ex compañero de San Antonio, que entró el año pasado. Hace treinta años nadie pensaba que esto era posible. Ni siquiera él mismo.

Está pasando