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Columnistas

La bala tenía razón: el otro tiene que existir

atentado a la vida de cristina kirchner

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“La democracia incluye a los adversarios, que son legítimos participantes del juego porque al igual que nosotros quieren lo mejor para el país, por más que sus ideas para mí estén equivocadas”

“Nosotros también hemos aportado a los discursos de odio. La verdad es que es un problema que nos ha atravesado en este último tiempo. Hubo momentos donde también hemos sido muy hirientes. Todos hicimos nuestra parte para llegar hasta acá. Tenemos que salir entre todos.”

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Dos frases más o menos así son las que les cuesta decir a la mayor parte de los dirigentes políticos en las horas después del miedo y el espanto que generó el atentado contra Cristina Fernández de Kirchner el jueves a la noche. Son expresiones que nadie termina de pronunciar de forma completa y que -se me ocurre, con la liviandad de un teclado en un bar de Barracas- pueden ayudar a caminar de otra manera lo que venga luego de otro hecho con pinta de punto de inflexión al borde de los 40 años de democracia, pero que puede ser apenas otra mancha más al tigre en un país donde nadie cree en nada salvo en lo que confirme lo que pensaba antes.

Para quienes sólo sabemos de violencia y política por lo que dicen los libros, un arma en la cabeza de una figura que participa de las elecciones es algo que nunca habíamos visto. Un shock. Algo que nadie imaginó ni quiere para el funcionamiento del país. El escenario que se hubiera abierto en caso de que el disparo hubiera salido no se puede ni pensar.

Hay que dejar de hablar de la muerte cuando hablamos de política por lo menos dos años. No hace falta llevar todo a la comparación con la dictadura.

Por eso, el milagro de que la bala no matara a la vicepresidenta es una pelota en la raya del arco para pensar cómo llegamos hasta acá. Cuando hacés flashback no podés creer cómo el discurso político se había inundado de referencias a la muerte, que se habían vuelto de lo más normal hasta que un flaco le apunta a centímetros a una dirigente.

Porque si bien no está claro el vínculo directo entre que alguien diga una barbaridad en los medios y un tipo agarre una pistola y salga a matar, el atentado por parte de un hombre que además había pasado fugazmente por móviles de TV con opiniones anti política y anti planes sociales deja un mensaje sin vueltas para todos los que hablamos en público: hay que bajar el tono. Seguro habrá alguno diciendo “pero yo no, son ellos”. Es parte del problema.

Habría que terminar con el juego de a ver quién se zarpa más porque mide, porque es cool y se viraliza en redes, porque es una estrategia de supervivencia o porque sirve para la interna, porque así me va a registrar mi jefe político y me va a dar bola.

Sólo en las últimas semanas se escuchó en el mundo del macrismo y los medios críticos cosas como “son ellos o nosotros”. Que los escraches violentos se deben al “descontento social de gente que se cansa”. Hubo manifestaciones con horcas y guillotinas y políticos marchando cerca. Se dijo que si ponés vallas no te las pueden voltear. Un análisis sostuvo que Cristina es una carapintada que se alza contra la democracia. Se hizo costumbre traer invitados “del espectáculo” que sólo insultan. Gente que dice graciosamente que hay que quemar el Banco Central.  

Pero también hubo políticos y comunicadores del kirchnerismo y los medios oficialistas que hablaron de que se busca un muerto. La propia Cristina sostuvo que una causa judicial es un “fusilamiento”. Alguien señaló que los dueños de los medios son generales y que Lanata es como Astiz y que los investigados por corrupción son “desaparecidos civiles”. Hubo comparaciones de un alegato judicial con bombardeos en Plaza de Mayo.

Hay que dejar de hablar de la muerte cuando hablamos de política por lo menos dos años. No hace falta llevar todo a la comparación con la dictadura. Ya está con volver todo el tiempo al reflejo de 1955. Mi viejo se murió reivindicando los ataques a peronistas mientras yo le decía que era cualquiera. ¿Cuánto más vamos a estar atados a eso para discutir el presente?

En definitiva, habría que terminar con el juego de a ver quién se zarpa más porque mide, porque es cool y se viraliza en redes, porque es una estrategia de supervivencia o porque sirve para la interna, porque así me va a registrar mi jefe político y me va a dar bola. 

En los 90 había un aviso contra la violencia en el fútbol donde decían que no había que cantar en la cancha “los vamos a matar” porque alguno al final va y mata. Mirá vos el mundo de la publicidad. Termina sirviendo ahora. 

Pecho frío

Mientras la Justicia trata de esclarecer el hecho que tiene un detenido pro nazi, del perfil de lobo solitario odiador que solemos ver en los tiroteos de Estados Unidos, la política coincide en el repudio a la violencia pero al mismo tiempo no puede hacer ningún gesto mucho más allá. Se vio este sábado en el Congreso. Rápido vuelve esa historia de desconfianza y chicanas entre sectores siempre más tentados a complacer a minorías intensas que a otra cosa. La foto conjunta de senadores oficialistas y opositores en la misma noche del hecho fue un momento distinto. Duró poco.

Ese espejismo empezó a dar paso a lo peorcito que siempre está, y que nos pone al tanto del quilombo que tenemos por delante. 

Diferente. Un momento de mancomunión entre kirchnerismo y macrismo se dio entre los senadores el jueves a la noche para repudiar el hecho. El clima duró poco.

El presidente Alberto Fernández expresó en su cadena nacional que el hecho es producto de los “discursos del odio” que existen en los “espectros mediáticos, políticos y judiciales”. ¿Qué fue eso? ¿Se viene la trampa de que ahora cualquier decisión judicial adversa será emparentada con un intento de asesinato? 

La jefa del principal partido de la oposición, Patricia Bullrich, que no hizo ningún posteo en repudio del atentado ni en solidaridad con la vicepresidenta, sí tuiteó para cuestionar al primer mandatario. ¿Qué es eso de no decir nada de un hecho gravísimo pero ser una máquina de hablar pidiendo más dureza a la policía porteña contra manifestantes?

¿Cuánto contribuye a superar el estado de cosas el hecho de señalar sólo las manifestaciones violentas en los oponentes políticos si no vienen acompañadas de algún tipo de concesión sobre que el odio es transversal, y de que más acá o más allá ha sido alimentado en determinados momentos por ambos bandos de la grieta

Ahora puede ser el momento donde han copado todo los Viviana Canosa de la vida y sus delirios agresivos. Una consultora la midió y tiene más de 50 puntos de imagen positiva en todo el país. Imaginate. Sería raro, sin embargo, no ver que se trata de una escalada que incluye desde los escraches tipo 678 o los insultos de figuras como Hebe de Bonafini que luego son validadas por la dirigencia de primer nivel. A mi me caen bien Dillom y su trap que menciona los demonios de Leuco y también Wos cuando hace reflexiones sobre el odio y los medios en un recital. Pero si el enfoque es sólo parcial solo genera más confusión. Para romper el círculo, el enfoque tiene que ser concesivo, empezar asumiendo los pifies propios y casi no hacer bandera con los ajenos. Suena tibio. Es más, a pecho frío, sí. Pero cada vez más pienso que ser pecho frío nos va a salvar en un mundo de locos justicieros.  

El teorema de Mujica

Siempre desde la comodidad del teclado de Barracas, me da la impresión que convocar a manifestarse contra el discurso del odio se queda rengo. El desafío es dejar de odiar, dejar de contribuir a la lógica binaria. Es ficticia la contraposición de odio vs. alegría, si todo es una reafirmación con los míos. Si todo es un mirá cómo saltamos acá con los Redondos. O de mirá qué distintos somos bailando en Costa Salguero y no tenemos problemas con nadie.

En los momentos más delicados y de mayor tensión, un mensaje contra el odio sería subrayar la cercanía y el respeto por el adversario político buena leche. No la selfie de “nosotros los buenos en la plaza”. Sería una fuerza distinta para desarmar la construcción de ellos y nosotros. No se trata de combatir las divisiones se trata de no dividir. Aún cuando tengas razón en decir que lo que hacen los de enfrente es una bosta, ¿ayuda a desarmar la lógica agresiva salir a señalar “odiadores”?

El poder de las masas. Una marcha multitudinaria bancó a la vicepresidenta, pero no tuvo participación opositora.

Marchas “por la democracia” o en solidaridad con una dirigente como la del viernes son súper válidas. Y en estos momentos, hasta necesarias. Ahora, no hay combate al discurso del odio si se hace sólo desde un sector y sin esforzarte por llamar a la participación del otro. Un mega acto puede garpar para cohesionar la interna, para posicionarte en las elecciones, pero en términos de hacer un buen país, más vivible, aporta poco.

“No confíes en el político que no tenga un amigo entre sus adversarios”, postuló hace unos días José “Pepe” Mujica en CNN. 

La foto imposible

Hay un drama irresuelto en estas cuatro décadas de democracia y que se refleja en un hecho tan anecdótico como grave: no hay forma de que podamos juntar a todos los presidentes vivos en una foto por nada del mundo. Ni por un valor como la democracia, por ejemplo, después del mayor atentado que hemos pasado hasta acá. 

Uno ve otros países y eso pasa tranquilamente, lo que devuelve la idea de que hay un país, un propósito común. Y desarma las tensiones en las bases, algo esencial como las peleas entre parientes, los amigos que increíblemente dejan de hablarse, el fondo de la grieta. “Ah, mirá, Cristina y Macri se hablan, cómo no nos vamos a hablar nosotros”

La incógnita, entonces, es si alguien está pensando que el país se hace con ambos espacios mayoritarios dentro, y no con uno imponiéndose sobre otro, sacándolo del mapa. Algo así te surge incluso cuando escuchás los medios más enfervorizados de la grieta. ¿Existen los otros? ¿Tienen que existir? Cuando escuchás Radio Mitre, ¿se reconoce al kirchnerismo como un actor de la política, o es “el mal” que roba y hay que eliminar? Cuando ponés C5N, ¿se reconoce al macrismo como un otro para convivir en la democracia, o son “una policía nazi” que entonces no está claro cómo se incorpora dentro del sistema? 

El kirchnerismo y el macrismo, en un punto, han decidido por ahora no reconocerse como contrapartes legítimas de la democracia. O si lo hacen no lo dicen en público o es a cuenta gotas. A vos te votan choriplaneros gracias al clientelismo y te robás un PBI. A vos te vota la gente engañada por los medios y el lawfare y sos un fugador. Así no hay manera.

Si no reconocés que todos están jugando bajo las mismas reglas de la democracia y que cada uno quiere lo mejor a su manera, el punto de partida es muy difícil. Y el punto de llegada un día puede ser un trastornado que trate de cometer un magnicidio.

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