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Columnistas

El gran paso de Bertha Benz, la primera persona en hacer un viaje largo en auto

“Vamos a Pforzheim a visitar a la abuela”. Eso escribió Bertha a su marido antes de emprender un viaje que haría historia. El ingenio para llevarlo a cabo y los inventos que impuso en la industria automotriz.

Bertha Ringer nació el 3 de mayo de 1849, dentro de una acomodada familia alemana de Pforzheim, un pueblo al noroeste de Stuttgart. Fue la primera persona en hacer un recorrido largo en automóvil, teniendo como únicos acompañantes a sus dos hijos, Richard y Eugen. 

Desde muy chica Bertha aprendió mecánica en el taller familiar de su padre y estudió cuanto pudo sobre máquinas, a pesar de que las mujeres tenían prohibido ir a la universidad en aquella época. Antes de casarse y perder su poder legal para hacer casi cualquier cosa, Bertha invirtió parte de su herencia en una fábrica de hierro. 

Bertha aprendió mecánica en el taller de su padre y estudió cuanto pudo sobre máquinas, aunque las mujeres tenían prohibido ir a la universidad.

En 1872 se casó con el ingeniero Carl Benz y juntos fundaron Benz y Cie., utilizando la generosa dote que entregó la familia de ella y a pesar de la oposición que esta presentó al proyecto. La compañía tenía como misión principal llevar al mercado el carruaje sin caballos, algo bastante ambicioso para ese entonces. 

Bertha Benz.

En 1885 la empresa lanzó el Benz Patent-Motorwagen, un coche con dos ruedas traseras y una delantera. El motor de cuatro tiempos tenía un solo cilindro de 2,5 caballos de fuerza, era de combustión interna y le permitía al vehículo alcanzar la velocidad de 40 km. por hora, aunque durante trayectos no muy largos.  

Dadas las limitaciones de este prototipo, el mercado nunca estuvo muy interesado en adquirirlo. El invento, que unos años después revolucionaría la sociedad, no le interesaba realmente a nadie. Cuando Carl comenzaba a perder la fe en el potencial de su vehículo a nivel comercial, Bertha le dio un espaldarazo que lo catapultaría al éxito. 

El invento que unos años después revolucionaría la sociedad no le interesaba a nadie.

Decidió hacer un viaje desde Manheim a Pforzheim, con la excusa de visitar a su madre, pero con el objetivo encubierto de desafiar la performance del prototipo en un trayecto extenso. Ni siquiera pidió permiso a su marido, a pesar de que en esa época esto constituyera prácticamente un delito. En realidad, le dejó una nota que decía: “Vamos a Pforzheim a visitar a la abuela”. 

Una madrugada de agosto de 1888 Bertha salió de Manheim en automóvil, junto a sus hijos Richard y Eugene, de trece y quince años. Durante el recorrido, de alrededor de cien kilómetros tuvo una serie de inconvenientes que resolvió de manera hábil y creativa. 

El principal limitante del vehículo era la autonomía. Utilizaba Ligroína (éter de petróleo) como combustible, un disolvente muy inflamable que solo se conseguía en boticas ―las farmacias de ese entonces― y tenía un pequeño tanque de solo 4,5 lts. 

Por esta razón, tuvieron que detenerse en varios pueblos a lo largo del camino y hasta se bajaron a empujar el carro en algunos trayectos en los que no llegaron a tiempo a la botica. También tuvieron que empujar en las subidas, ya que el prototipo no tenía la potencia suficiente para escalar una colina.

Durante el recorrido, de alrededor de cien kilómetros, tuvo una serie de inconvenientes que resolvió de manera hábil y creativa. 

Otro asunto fue el agua. El motor se refrigeraba con un sistema de termosifón que demandaba un suministro constante, con lo cual debieron mantenerse cerca de distintas fuentes, ya fuera el cauce del río Rin o algún poblado cercano. 

Debió solucionar algunos percances con sus propias manos y ciertos accesorios que llevaba encima. Destapó una válvula obstruida con un alfiler de su sombrero, usó una liga para sellar un cable eléctrico pelado y arregló la ignición del encendido con una pinza de pelo. También necesitó de la ayuda de un herrero, en uno de los poblados que atravesó, ya que la cadena de transmisión se cortó por la tensión sostenida. 

Bertha y Carl Benz a bordo del Benz Patent Motorwagen.

A pesar de todo esto, llegó al atardecer y logró completar el recorrido en un tiempo aproximado de 12 hs, algo que constituyó todo un récord. La hazaña llamó la atención de la prensa, que fue alertada del coche fantasma que se acercaba a Pforzheim surcando poblaciones en su camino. 

Destapó una válvula obstruida con un alfiler de su sombrero, usó una liga para sellar un cable eléctrico pelado y arregló la ignición del encendido con una pinza de pelo.

La compañía Benz y su invento causaron sensación, tal como lo había planeado Bertha. Para demostrar que no había completado el viaje de casualidad, volvieron manejando el prototipo algunos días después.  

A partir de esta experiencia Bertha propuso varias mejoras a su marido, como agregar un engranaje más pequeño a la tracción, que permitiera subir colinas, y forrar los frenos con cuero, creando así el concepto de pastillas de freno. Su viaje demostró la importancia de los test drives para la industria automotriz y le dio el impulso que necesitaba para desatar la tremenda evolución que mostró a partir de ese momento. 

La ruta que Bertha siguió a la ida y a la vuelta puede recorrerse en la actualidad y se conoce como “Bertha Benz Memorial Route”. El trayecto de 194 km. a través de la Selva Negra del sur alemán fue inaugurado en 2008 y forma parte de la Ruta Europea del Patrimonio Industrial (ERIH). 

Una de las paradas más famosas es la de la farmacia de Wiesloch, donde levantaron un monumento en honor a Bertha, sus hijos y su hazaña. Un homenaje como para que nunca jamás un hombre se atreva a mandar a lavar los platos a una mujer que está manejando.