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Columnistas

Con mil problemas entre los mambos de Cristina y Macri

Mientras volvía de ver el nuevo departamento más chico y más alejado donde deberá mudarse porque no puede renovar el alquiler con 80% de aumento, Bruno escuchó el miércoles de refilón el discurso de la vicepresidenta Cristina Kirchner en el que admitía corrupción a todo nivel en sus gobiernos pasados pero culpaba a empresarios macristas por pagar sobornos.

Tras salir del supermercado donde gastó $ 12 lucas pero trajo apenas carne, gaseosas, productos de limpieza y papel higiénico, Florencia captó algo de un encendido mensaje del ex presidente Mauricio Macri en Córdoba el jueves, en el que arremetía contra todo aquél de su espacio que no lo acompañara en una aventura de reformas estructurales en 2023, bajo la acusación de ser cómplices de un “populismo light”.

Mambo 1. Cristina Kirchner potencia las denuncias de presunta persecución pero no responde las pruebas más puntuales de la Justicia.

Agustín, que tiene una metalúrgica en el Gran Buenos Aires, ya se dio por vencido. Tenía la chance de vender sus piezas a tres mercados del exterior ahora que por la disparada de los fletes hay competidores de China que quedaron atrás. Pero nunca consiguió que el Gobierno le autorice dólares para conseguir los insumos para producir y exportar más. El viernes, mientras un sindicalista nos decía en una nota qué quería decir “si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar”, el metalúrgico me contaba en un mensaje por WhatsApp que algunas empresas que tenían ya acordados embarques pero no tienen divisas, las están consiguiendo en el mercado paralelo y traspasan ese mayor costo a los precios. 

Por su parte, Romina, una fonoaudióloga que trabaja con discapacitados, leyó ayer en su mail un aviso de la obra social de que todavía no va a cobrar por sus prestaciones de hace dos meses porque la Superintendencia de Servicios de Salud tiene pisados los pagos hasta nuevo aviso, producto del freno de las erogaciones del Estado desde que asumió el nuevo ministro de Economía, Sergio Massa. En otra solapa del navegador tenía abierto un portal de noticias que advertía: “La vicepresidenta, contra Larreta por las vallas en su domicilio”.

El dueño de una pyme de San Pedro llamado Marcos, en tanto, miraba azorado el viernes el salto en la factura de electricidad que ya le llegó por los consumos de julio, que pasó de 20 a 27 mil pesos. Mientras comentaba con los suyos que no sabe qué va a pasar ahora que se vienen más aumentos en los servicios públicos, en la tele de la recepción, un zócalo rezaba: “La oposición pide juicio político al Presidente”, mientras se recordaban las frases de Alberto Fernández diciendo que “ojalá que al fiscal Luciani no le pase lo mismo que a Nisman”.

Con la inflación hacia el 90% y algunas proyecciones de que “si sale bien” estaría en 120%el año que viene, los dos principales líderes del país están completamente abstraídos de las penurias del día a día de la población, que aunque todavía disfruta en algunos segmentos de espasmos de consumo, se asoma a niveles de remarcaciones nunca vistos. Un cuadro que podrá empezar a verse el 28 de septiembre cuando el Instituto Nacional de Estadística y Censos publique las cifras de pobreza del primer semestre del año.

Los dos principales líderes del país están completamente abstraídos de las penurias del día a día de la población.

Pocas veces como esta semana se los vio a Cristina y a Macri tan claramente como dos cruzados con mareas de convencidos que les palmean el hombro y los ovacionan en sus batallas imaginarias, contra el lawfare y la proscripción, contra el populismo y el avasallamiento de la república

Tienen sus editorialistas encendidos, sus Gatos Sylvestres, sus Jonys Viales que agitan a la hora del prime time y le dan un tono de gravedad a cada hecho, como si en cada minuto del día, en cada noticia, en cada tuit, se estuviera dirimiendo el futuro de la nación. Y si leyeran esto, dirían “obvio que es así, tibio pecho frío, cómplice del neoliberalismo, cómplice del kirchnerismo”, en un espiral que ya hemos visto tantas veces y que otra vez se empieza a formar, como el agua del inodoro que gira en círculo antes de irse para abajo.

Sin explicaciones 

Lo de la líder del Frente de Todos se veía venir. Si en momentos de disparada del dólar había clavado videos totalmente desconectados de la realidad contra la Corte Suprema, el pedido de 12 años de prisión con inhabilitación para ejercer cargos públicos que hizo el fiscal Diego Luciani en la causa en la que se investiga afanos en la obra pública en su gestión en connivencia con un empresario muy cercano a su familia como Lázaro Báez le detonó los niveles de paranoia. La negativa a ampliar la indagatoria exacerbó su bronca, como se notó en la exposición por redes sociales donde se le llegó a quebrar la voz, se le mezclaron los papeles.

Puede ser una estrategia de empoderamiento del “tremendo cuadro político” para unir al peronismo y no hablar del ajuste fiscal que ahora avala aunque sea mayor que el que le boicoteaba a Martín Guzmán. O tal vez se trate de una reacción desesperada para resistir con un último relato una investigación que tiene una base de hechos que no puede desmentir aunque sí una figura penal de asociación ilícita muy difícil de comprobar.

Lo cierto es que la tensión en las calles con los seguidores en torno al departamento de Juncal y Uruguay no sólo alimentan la retórica de la persecución, aún cuando las convocatorias hayan sido más intensas que multitudinarias. También son la excusa perfecta para que ya directamente nunca la Jefa dé explicaciones políticas de qué pasaba con la corrupción en su círculo íntimo durante su administración.

O sea, cada vez hay menos chances de que esboce alguna respuesta concreta de hasta qué punto las banderas del progresismo quedaron ensuciadas por una máquina de generar guita negra para beneficio personal, o en el “mejor” de los casos también para hacer política. Tal vez la militancia hoy ya ni lo reclame, embanderada en consignas que le bajan como religión, pero fuera del termo es un tema si en algún momento puede haber un debate serio sobre el afano en una fuerza de centroizquierda, una discusión libre de humo. Era el punto mismo al que iba en el momento en el que el diputado oficialista Rodolfo Tailhade eligió cortar la entrevista radial esta semana. Son argumentos que, si los contestara, le darían más credibilidad a las denuncias de Cristina. De lo contrario, los contraataques son muy débiles, sólo para crédulos sin repreguntas.

La vicepresidenta nunca desmintió que recibió a Báez en Olivos en aquel diciembre de 2015 y también se hizo la sota con todos los chats del gerente de Austral Construcciones, Julio Mendoza, con el propio José López.

Porque si un fiscal le tira un corner a un juez y eso es una conspiración mediático-judicial, ¿qué es que un bancario arme una constructora cuando asumís el mandato, gane el 80% de las licitaciones en tu provincia y la desarme cuando te vas? Si un obituario de un operador judicial macrista a un pariente político de un fiscal es prueba de lawfare, ¿qué configuran contratos de locación entre la familia presidencial y ese empresario de la obra pública? Si una foto de un funcionario judicial en un equipo de fútbol también es prueba palmaria de que “ves, está todo arreglado”, ¿cómo hay que tomar que el mismo contratista del que hablamos te haga el mausoleo de tu marido, con foto saliendo del memorial y todo? Porque la vicepresidenta tiene razón cuando habla de la doble vara de la Justicia y tiene un punto cuando dice che, había más choreo a full. Pero nunca desmintió que recibió a Báez en Olivos en aquel diciembre de 2015 y también se hizo la sota con todos los chats del gerente de Austral Construcciones, Julio Mendoza, con el propio José López. En fin.

El teorema de Juntos por el Cambio

En paralelo, un teorema surca la interna de Juntos por el Cambio y podría explicar tanto la irrupción de Macri marcando la cancha a los blandos como incluso la decisión de Horacio Rodríguez Larreta ayer de poner vallas para mostrar dureza en los alrededores de la casa de Cristina. Dice así: “Horacio tiene gestión, pero no la convicción de que hay que hacer cambios fuertes; Patricia Bullrich, en cambio, tiene la convicción pero le falta capacidad de hacerlo; en cambio Mauricio, tiene la convicción y la gestión, pero le faltan los votos”.

Con ese back, se dieron dos hechos fuertes en Córdoba en las últimas dos semanas que anticipan un lío tal vez más grande del que se cree. Porque primero hace diez días aterrizó Martín Lousteau, de los radicales de Evolución, y se juntó con el gobernador Juan Schiaretti. Si bien hubo lecturas sobre las candidaturas locales de la oposición, en el fondo Lousteau se está atajando. Piensa que si Macri se vuelve loco, léase, arremete con el plan de un mega ajuste fiscal que está empezando a deslizar, con privatizaciones y despidos incluidos, hay que tener una pileta donde tirarse, o si no, como mínimo para poder pelear condiciones.

Mambo 2. Mauricio Macri, cruzado de reformas radicales, manda mensajes a la interna contra el "populismo light".

Como reflejo, justamente en la Bolsa de Comercio de Córdoba, el ex presidente hizo el jueves el enunciado hasta ahora más fuerte hacia dentro, al advertir que si hay gente que quiere seguir “haciendo populismo light”, que se vaya con los que hacen eso. Justo semejante definición coincidió también con la decisión de Facundo Manes de desmarcarse del pedido de juicio político al jefe de Estado que firmaron todos los integrantes del bloque de diputados de Juntos por el Cambio. Manes anda en una. Hace encuentros en plazas y pega carteles multicolor que dicen “Empatía”, con la idea de “saltar la grieta”, incluso, de ir por votantes del kirchnerismo para construir un futuro del país. Vade retro, piensa Macri.

Ahora, a propósito del juicio político a Fernández, la imagen fue patética. El pedido lo hizo público el jefe de diputados del PRO, Cristian Ritondo. Hace nada, la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, lo señalaba como protector de fiscales cómplices del narco en San Isidro y parecía que era un parteaguas. Política y droga, ¿se entiende? Pero Macri lo rescató con un encuentro privado y luego Ritondo compartió sonriente la foto de la mesa nacional del espacio con el mismísimo Maximiliano Ferraro, mano derecha de Carrió. ¿Nada que explicar? En este punto, la misma postura que la vicepresidenta.

Macri está diciendo a los propios que si volviera, quiere que ese equipo económico al que le tocó “la mala” en 2019, tenga su revancha.

Y en tren de lo que puede venir si se impusiera un regreso del ex presidente en 2023, empieza a compartirse cada vez más la entrevista que el ex ministro Nicolás Dujovne le dio a Alejandro Fantino en el canal América. No sólo llama la atención por la ausencia de autocrítica y por la inverosímil primera respuesta de que “se siente reivindicado” ante los problemas actuales. También circula hoy en los chats de empresarios que quieren segundo tiempo por un motivo: Macri está diciendo a los propios que si volviera, quiere que ese equipo económico al que le tocó “la mala” en 2019, tenga su revancha.