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Columnistas

3 Day Rock Festival en Buenos Aires: tres días de bandas desconocidas y un productor fugado

En el 1996 del 1 a 1, el desconocido empresario Eric Carlo prometía tres días de rock alternativo under abrumadoramente anónimo. El show se haría en Ferro. Se vendieron menos de 500 entradas y hubo un último intento de sumar a Charly García.

Por un lado está el peor festival que jamás se haya hecho. Ese honor muy probablemente esté reservado para Woodstock 99, desastre absoluto que -lejos de homenajear a los “3 días de paz y música” originales- terminó con mujeres del público abusadas, heridos, incendios y desmanes varios. Todo esto lo podemos ver en Fiasco total, la miniserie en tres episodios que estrenó este mes Netflix, y también en Peace, Love, and Rage, el documental que publicó HBO el año pasado.

Un escalón más abajo está el peor festival que sí llegó a montarse y hasta convocó al público pero nunca empezó. Ese sería el Fyre Festival, fraude maravilloso de 2017 que -se suponía- reuniría a los ricos y famosos del mundo en una isla megavip de las Bahamas para ver a Pusha T, Tyga, Blink-182, Major Lazer y unos cuantos artistas más pero que, al final, les dio de comer pan con queso de máquina y los metió en unas carpas nivel sub-camping de Gesell. Todo esto también tiene su documental: el imperdible Fyre: The Greatest Party That Never Happened, disponible en la plataforma de la N.

La cantante de Baby Alive quiso tomar el avión a Buenos Aires y le habían cancelado el pasaje.

Y por último, también está el peor festival que se anunció, se promocionó, se (pongámosle) vendió y no llegó ni a tener escenario, entre otras peculiaridades. Esa distinción iría para nuestro orgullo local, la criatura del empresario ultrafantasma Eric Carlo y su inseparable Sancho Panza, el contador Pietro Petrini. También serían -como Woodstock- tres días, en este caso de rock alternativo under abrumadoramente anónimo (hay bandas del line up que ni Google conoce), matizado por un ramillete de consagrados nacionales. La cita era en Ferro -en la cancha, en el playón del estacionamiento, andá a saber- y la conclusión del evento no fue Charly García haciendo “Seminare” ante miles de fanáticos enfervorizados sino Carlo y Petrini esfumándose un par de días antes y dejando el tendal cual vendedores de monorriel. El 3 Day Rock Festival se iba a hacer el 24, 25 y 26 de mayo de 1996 pero no se hizo, y -a diferencia de los dos anteriores- no tiene documental propio porque todos los involucrados prefieren olvidar.

Para los grandes nombres de la música, durante décadas Argentina fue ese pedazo de tierra al sur de Brasil, meta tango y bife. Hasta los 90 apenas si habían bajado Santana, Frank Sinatra, Queen y un Joe Cocker fuera de sí que -cuenta la leyenda- terminó tomando un copetín con la barra de Independiente en un tugurio de Valentín Alsina. Todo eso hasta que el 1 a 1 empezó a habilitar a nuestro país como mercado, y entonces los músicos tuvieron -al fin- la posibilidad de conocer al mejor público del mundo. Vino David Bowie, vino Madonna, vino Paul McCartney y vinieron algunos más, pero fue la llegada de los Rolling Stones en el 95 lo que terminó de desatar una fiebre de visitas que un tal Eric Carlo decidió aprovechar.

American Rock Ltd., la firma con la que se presentó Eric Carlo, había desembarcado en el país con un objetivo inicial claro: perder plata.

Hay un Eric Carlo en Facebook que podría ser nuestro Eric Carlo pero decide -tendrá sus motivos- clavar el visto: lo vende una foto tomándose una Brahma en un bar no identificado de Buenos Aires hace un par de años. Si es él (es estadounidense, le gusta el rock, la edad coincide) habrá considerado que sus faltas prescribieron y ya era seguro volver a estas tierras de las que se fue en tiempo récord en 1996. American Rock Ltd., la firma con la que se presentó, había desembarcado en el país con un objetivo inicial claro: perder plata.

"Lo que estamos buscando es establecer nuestra compañía aquí. Para lograr prestigio tenemos que perder dinero al principio. Un negocio de este calibre puede demorar cinco años en comenzar a dar ganancias", le dijo Carlo a La Nación aquel año. Acto seguido procedió a prometer a Metallica, a Ozzy Osbourne y casi que a los Beatles resucitados, pero para que eso ocurriera primero nos teníamos que fumar a Telegram for Mongo.

“¿A quién?”, se preguntará el lector, y es más o menos lo mismo que se preguntan Allmusic, Wikipedia o cualquier sitio de consulta en el que se ingrese el nombre de ésta, una de las bandas estelares del 3 Day Rock Festival. Telegram for Mongo, abreviada TFM en los carteles porque en los 90 no teníamos tiempo para perder, literalmente no existe. Tampoco hay ninguna Eastgate que pueda haber tocado en aquella época, ni una Overture. A algunas hay que buscarlas mucho pero al fin alguna referencia aparece: P.O.W.E.R., Morrison Country, Mark Mason Band, Headstrong. Y hay dos que son, de verdad, bastante decentes: Brutal DLX (que no está en Spotify) y Baby Alive (con un disco cargado, What is it? del 97, con todos sus temas por abajo de las mil escuchas).

BRUTAL DLX:

Esa era la cartelera que se anunció en un principio: tres días de rock under norteamericano cien por ciento ignoto, todos grupos que ni siquiera tenían sus discos editados en Argentina. Como el Lollapalooza pero con menos trap.

Eric Carlo tenía un contador, el mencionado Pietro Petrini (hay uno en Facebook pero no dan las edades, quizás se trate de un hijo), y una portavoz local llamada Lucía de la Hoz. También tenía una oficina en Uruguay al 800 y un empuje colosal a la hora de tirar a la basura un fangote de guita. El empresario recorría en persona radios y revistas buscando alianzas estratégicas y algo de publicidad, pero al público argentino le importaba tres carajos. “La venta comenzó muy lenta pero ahora hay una mejor respuesta. Nos equivocamos con la universidad: pensamos que podía ser un buen punto de venta como sucede en los Estados Unidos. Pero no fue así”, decía Carlo. “La universidad” era la Federación Universitaria de Buenos Aires, donde -se decía- habían cortado tres tickets. Ese número sería un 300 por ciento superior a lo que se vendió en el Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras: la taquilla ahí se clavó en cero. Cuatro más se expendieron por teléfono, 125 en disquerías y 317 por una revista. Quedaba grande la cancha de Ferro.

El empresario recorría en persona radios y revistas buscando alianzas estratégicas y algo de publicidad, pero al público argentino le importaba tres carajos.

Aunque Carlo venía a perder plata, tampoco comía vidrio. Había pagado una seña de 15 mil dólares en Caballito, más los trámites de habilitación, más la publicidad, más gastos surtidos. Le habían alquilado a una productora nacional equipos de sonido de primerísimo nivel, buscando 103 db de potencia sobre la consola (idéntico seteo al del Monsters of Rock del año anterior, con Ozzy, Alice Cooper, Megadeth y Faith No More). Para la iluminación había 300 pares, veinte luces móviles y seguidores, y dos pantallas de video. Casi 200 empleados de seguridad estaban apalabrados. Algo de todo eso quería recuperar.

Se empezaron a ofrecer entradas con un ¡66 por ciento de descuento!, pero tampoco. La solución fue recurrir a artistas locales que interesaran a alguien: así llegaron al proyecto Charly García (que estaba por sacar Say No More), Juana La Loca, 2 Minutos, Peligrosos Gorriones, Los 7 Delfines y Parte del Asunto. Todos cobraron sus adelantos con cheques que, como se podía suponer, rebotaron como si fueran de hule.

Una semana antes del supuesto evento se desató el caos. En Ferro estaban esperando el resto del dinero de la reserva y aunque sea un par de camiones que llevaran algún bafle: nada de eso pasó. La cantante de Baby Alive quiso tomar el avión a Buenos Aires y le habían cancelado el pasaje. Los managers locales querían su dinero. Todos coincidieron en caer o llamar a la oficina de Uruguay al 800, pero Carlo y Petrini no sólo no atendieron el teléfono: tampoco dieron señales de vida. De hecho el inmueble estaba, de repente, absolutamente vacío. Ni un tacho de residuos dejaron en la retirada. Comentaba el Sí de Clarín en aquel momento que De la Hoz, la secretaria argentina, llamó al supuesto número de American Rock Ltd. en Los Ángeles para averiguar cómo proceder y encontró que correspondía a una habitación de hotel vacía. Y fin: nunca más se supo de Eric Carlo, Pietro Petrini y su rejunte de bandas nn.

La secretaria argentina llamó al supuesto número de American Rock Ltd. en Los Ángeles: correspondía a una habitación de hotel vacía.

El recital no se canceló oficialmente porque nadie apareció para ello: simplemente llegó la fecha y no se hizo. Lo pintoresco del caso es que no se puede considerar una estafa, porque los productores no se quedaron con plata de nadie: en todo caso no pagaron lo que prometieron. Los (poquitos) entusiastas que habían comprado entradas fueron a buscar su dinero a los puntos de venta y ahí estaba: nadie había pasado a retirar la liquidación. Las tarjetas de crédito devolvieron lo suyo. Hoy, 26 años después, los rockeros de la Generación X argentina siguen recordando con una sonrisa ese festival que -con razón- no les movió un pelo. Quizás sea tiempo de organizarlo de verdad, en un recinto más chico, con una épica de revancha. Eso, si es que alguien logra dar con el paradero de los muchachos de Telegram for Mongo.

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