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Columnistas

¿Qué hay en la silla vacía de Viviana Canosa?

A semejanza del método de la teoría Gestalt, la televisión podría aprovechar el pico de rating que marcó el programa de Canosa sin conductora para darle al espectador un remanso de alivio entre tanto grito. Cómo sería el Premio Martín Fierro para ese nuevo género.
Viviana Canosa

Las casi 300 mil personas que se quedaron mirando la silla vacía que dejó Viviana Canosa el lunes pasado en su ¿ex? programa de A24 tuvieron la oportunidad única de hacer terapia en vivo frente al televisor. Un servicio que el resto de los canales también debería considerar, al menos como paliativo de los daños psiquiátricos que promueven desde sus pantallas.

El ejercicio de la silla vacía es una técnica clásica de la terapia Gestalt. En ella el paciente se enfrenta a una silla vacía sobre la cual proyecta conflictos irresueltos, deseos difusos o aspectos controvertidos de su propia personalidad. Se trata de imaginar que en la silla está eso que necesita transformar de alguna manera. También el paciente puede proyectar allí situaciones traumáticas que haya vivido y hasta personas ausentes con las que necesite desentrañar algún conflicto o trauma.

Durante los largos minutos que duró la transmisión de la silla vacía de Canosa se registraron picos de rating que, en muchos casos, superaron los guarismos de sus competidores con sillas ocupadas.

¿Qué miraban los televidentes en la silla vacía de Viviana? ¿Qué conflictos o personas proyectaron sobre aquel tapizado del mueble de canje? Acaso el morbo de esperar a alguien que se sabe que no llegará nunca. O quizás la tenue ilusión de que la silla fuera ocupada por el propio Daniel Vila -dueño del canal- o por su amigo personal y campeón del multitasking, Sergio Massa.

¿Qué miraban los televidentes en la silla vacía de Viviana? ¿Qué conflictos o personas proyectaron sobre aquel tapizado del mueble de canje?

Quizás sin saberlo, la televisión esté gestando un nuevo formato de programa terapéutico con sillas vacías para televidentes que se hacen responsables de su salud psíquica.

Imaginar un canal que transmita las 24 hs. programas con sillas vacías es mucho pedir. Pero que la tele pudiera disponer de una hora para hacer silencio y transmitir desde sus estudios vacíos puede ser una novedad que los cráneos que la programan deberían agradecer a Vivi o a quien haya decidido cerrarle su canilla de odio.

La experiencia de sentarse frente al televisor para ver una silla vacía sería la interpelación más impresionante que el espectador haya recibido en su vida de mirón. Quizás la única.

Como en la terapia Gestalt, sobre aquella ausencia el televidente tendría la chance de proyectar a personas que no están y así relacionarse con ellas de una manera nueva. O también podría imaginarse a sí mismo sentado allí en su rol habitual de espectador y verse tan dócil frente a una pantalla que le grita todo el tiempo y le dice que está pasando algo muy distinto a lo que ve por su ventana. Hasta podría crear sus propias fake news, sin que nadie le infundiera pánico ni lo incitara a intoxicarse con dióxido de cloro.

“La Sillla Vacía” podría ser el nombre de este nuevo programa sin conducción que, por primera vez, tendría al televidente como protagonista activo. Con el correr de las emisiones y el rating en alza, el programa podría extenderse y sumar más sillas vacías para los invitados también ausentes.

Cuando “La Silla Vacía” gane el premio Martín Fierro nadie subirá al escenario para recibirlo. Las figuras de la tele presentes en el salón, por fin harán silencio para escuchar un discurso que tampoco nadie pronunciará.

Esa noche, frente a la pantalla, el televidente tendrá por primera vez su celebración íntima. Gracias Aptra.

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