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Columnistas

Mujeres electricistas: hacerle frente al patriarcado desde el oficio

Después de décadas trabajando como profesora de educación especial y psicomotricista, María Nieves decidió, a sus 56 años y ya jubilada, cambiar de rumbo. Con la intención de alejarse de las tareas escolares pero de ocupar su tiempo con alguna actividad, empezó a buscar talleres y, de los que había -peluquería, manicuría, tejeduría-, solo uno la tentó: el de electricidad

Pandemia de por medio, y con todos compañeros varones, se recibió y hoy lleva la posta de los arreglos eléctricos en su casa. No lo hizo en búsqueda de una salida laboral: le interesaba aprender y ahora le regala a sus amigas e hijas sus conocimientos poniendo en práctica lo que se llevó de la cursada.

“Electricidad era algo me gustaba mucho y que quería aprender porque en general suelo temerle a determinadas cosas, pero ese temor me incita a averiguar y a investigar sobre eso. Me pareció maravilloso porque además, en casa tenemos muchísimos enchufes -que para mí eran enchufes pero se llaman tomas- y funcionaba uno o dos. Así que dije: bueno, al menos para cambiar un enchufe voy a saber hacerlo”. Y así fue. Nieves pasó de no saber cómo nombrar ni identificar distintos cables a ocuparse de todos los problemas eléctricos de su hogar: ahora todos los enchufes que tiene funcionan, cosa que, asegura, no pasaba hace siglos.

La división de roles que generó la cultura hizo que poder seguir el deseo propio para dedicarse a lo que a cada una le interese tenga que ser casi disruptivo. El mundo de la construcción es el ejemplo más gráfico de esto. De acuerdo a un informe del 2022 de la Mesa Federal de Políticas Económicas con Perspectiva de Género, los varones representan el 95,7 % del empleo en ese rubro.

En la construcción los varones representan el 95,7% del empleo.

Por eso, la cantidad de electricistas mujeres se cuentan con los dedos de una mano y, en algunos casos, tienen que enfrentarse a los prejuicios y ninguneos de un mundo machista.

Para Fernanda Álvarez, electricista cordobesa que fue reconocida como la instaladora eléctrica del año en 2021 por la Asociación Argentina de Instaladores Electricistas Residenciales, Industriales y Comerciales (AAIERIC), el camino no fue tan duro. Desde chica supo que le interesaba este oficio y, después de acompañar trabajos de este tipo y hacer preguntas sobre cómo los realizaban, se preguntó a ella misma: “¿Por qué no puedo hacer esto yo si no tengo ningún impedimento para hacerlo?”. Así fue como en 2017 comenzó a estudiar, se recibió y hoy se dedica exclusivamente a eso

Me paro a hablar con cualquier persona a la misma altura: con un colega o con un cliente hombre.

Fernanda Álvarez

Álvarez afirma que, por suerte, no tuvo que enfrentar desprecios de varones. “Eso se lo adjudico a la forma de plantarme en mi oficio. Yo lo adopté, me hice parte de él y lo tomé como mío, y de ahí en más yo me paro a hablar con cualquier persona a la misma altura: con un colega, con un cliente hombre. Si me ha llamado un cliente varón es porque él no sabe hacer el trabajo”, dice en diálogo con Diario Con Vos.

Romper barreras

Dar por hecho que una mujer no va a saber sobre electricidad. Dudar sobre cómo usa las herramientas. Revisar lo que hizo para chequear que sea correcto. Como en muchos otros ámbitos, los hombres creen tener que supervisar a las mujeres. Pero en un ambiente que está tan masculinizado, eso escala. Y sin embargo, no hay ningún motivo para creer que la electricidad es cosa de varones

“La capacidad la tenemos todos, hombres y mujeres. Creo que saber plantarse y tomar actitud frente a este oficio hace que una pueda abrirse camino como mujer y decir que estamos a la altura de los hombres para realizar un trabajo, para diseñarlo, tomar decisiones o resolver algo en el momento. Que seamos más mujeres es muy bueno porque podemos llegar a tener un 50 y 50 en este rubro”, señala Álvarez. 

María Nieves no encuentra razones, más allá del patriarcado, para creer que es un oficio para varones. De hecho, no tuvo que enfrentar prejuicios con sus compañeros ni con el profesor del curso, aunque sí tuvo algunas resistencias en su casa

Cada vez que tocaba algo en casa tenía la sombra de mi marido atrás queriendo ayudar.

María Nieves

“Lo que llaman mansplaining –dice–. Porque cada vez que tocaba algo en casa tenía la sombra de mi marido atrás queriendo ayudar, hacer algo. Después de mucho tiempo, este año recién hice un cambio de una toma y una tecla en el baño y convertí un aparato con luces dicroicas y ahí se empezó a dar cuenta de que sabía, y ya cada vez que tengo que cambiar algo no está atrás”, señala.

Para ambas, la mayor resistencia fue propia: tanto les habían hecho creer que la electricidad no era cosa de mujeres, que no se animaban a dar el paso.

Otro ambiente de trabajo es posible

Del otro lado -como clientas- la situación puede ser peor: ninguneos a la hora de pedir un presupuesto o falta de información a la hora de hacer un trabajo son algunas cosas que, parte del mundo del mansplaining, aparecen en la relación prestador de servicio-clienta.
Por eso, que exista la posibilidad de elegir una electricista mujer es, para muchas, aliviador. Lilian, clienta de Fernanda, cuenta: “Decidí llamarla porque sí influyó en mí que sea una mujer, porque había tenido muy mala experiencia con el electricista anterior. Fernanda ha venido a mi casa en varias oportunidades con un profesionalismo inmenso, me ha cobrado lo justo, me ha hecho rebajas para ayudarme. En tres oportunidades la llamé a las 11 de la noche y vino a esa hora: eso no lo hace cualquier electricista”. 

Como ella, muchas de las clientas de Fernanda -la mayoría son mujeres- la eligen para sentirse más seguras. No sólo porque a algunas les preocupa a quién dejan entrar a su casa sino, sobre todo, porque se tejen otros modos de trabajo. “Yo hago tomar parte al cliente: que vaya conmigo, que vea el trabajo que estoy haciendo para hacerlo sentir en confianza. Eso permite hacer más chica la brecha entre cliente y trabajador y que se sienta más cómodo”, explica la profesional. 

Derribar estereotipos y mandatos culturales para abrirse lugar en espacios históricamente ocupados por varones y crear otros mundos y representaciones posibles. Esa es, más allá del interés personal, la motivación para dar un paso en este tipo de profesiones.

En búsqueda de autonomía. Para cumplir un deseo. Para concretar una carrera profesional. Los motivos para seguir un oficio son múltiples y personales, por eso, ningún mandato debería determinar quién puede hacerlos y quién no. “Hoy todo lo que tiene que ver con la electricidad en mi casa está funcionando y eso me hace muy feliz, cosa que hacía mucho no me pasaba. En mis otras profesiones, al trabajar con niños con discapacidad mental o motora, los logros se ven a muy largo plazo. Esta profesión vino a compensar tantos años de frustración, en los que hay que ser muy fuerte”, concluye Nieves. 

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