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Columnistas

Al final, volvieron peores

Alberto Fernández

Uno de los eslóganes centrales de la campaña 2019 del Frente de Todos giró en torno de la idea de “volver mejores”. Había múltiples sobreentendidos al respecto: Que iban a volver sin choreo, sin sobreprecios, sin Lázaros ni López ni De Vidos, ponele. Que iban a comunicar sin cadenas nacionales. Que habrían de relacionarse con otros modales con distintos actores de la sociedad, como los empresarios en general, el campo en particular o los medios de comunicación. Que entonces no habría acusaciones públicas a hombres de negocios o que no habría escraches a periodistas onda 6-7-8.

Algo de todo eso implicaba la convocatoria de Cristina Fernández a un crítico de larga data del kirchnerismo como Alberto Fernández, para liderar un gobierno con gente propia que estaba alejada de la mayoría de todos estos puntos cuestionables de la experiencia anterior. Para volver mejores, como dijo el ya presidente electo el día del furcio inicial que lo hizo decir “volver mujeres”, aquel 27 de octubre de euforia tan lejana.

El verdadero descontrol que vive la economía en estas horas es el certificado ISO 9001 más claro que puede existir de que, con este modelo de gestión, volvieron infinitamente peores.

La verdad es que hasta ahora no hay denuncias de corrupción grosa sobre el gobierno nacional como se sospechó ya desde 2005 que había respecto de los manejos de la obra pública en la época de Néstor. Además, el corazón del gobierno es una máquina de reunirse y chatear con todos los hombres de negocios, y han sido muy pocas las veces en que en los discursos oficiales hubo algún agravio, por fuera de alguna muletilla de culpar a “especuladores” que no van más allá de lo que está diciendo Joe Biden en la Casa Blanca en tiempos de inflación. La diferencia además en el vínculo con los medios es abismal, incluso al otro extremo. Se escuchan barbaridades en medios recontra opositores y la Casa Rosada atiende periodistas de todos los colores, como debe ser por otra parte.

Sin embargo, el verdadero descontrol que vive la economía en estas horas es el certificado ISO 9001 más claro que puede existir de que, con este modelo de gestión, volvieron infinitamente peores. Porque no hay conducción. Porque no existe un rumbo claro. Porque no hubo nunca, desde el primer momento, un acuerdo de qué hacer con el país y porque no están dispuestos, ni aún ahora en esta emergencia, a sentarse y definirlo. Un toque más atrás: nunca hubo puesta en común de una autocrítica de qué falló hasta 2015 y por qué, sino que se miró para otro lado por la necesidad de ganar las elecciones y volver.

Todo es más horrible porque se maltratan en público y en privado.

Y así volvieron peores -además- porque no es que sólo hay un debate de ideas de “¿a vos qué te parece ir por acá?” vs. “no, ¿por qué no le buscamos la vuelta por este lado?”. Todo es más horrible porque se maltratan en público y en privado, porque cuando no se hablan se dicen cosas hirientes por detrás y, quizás lo más grave de todo, porque cuando de un lado se decide A y del otro se piensa B, un sector es capaz de trabarle todo al otro. Así ha sido el modus fracasandi de la política energética, para poner un ejemplo concreto. Y en definitiva así ha sido el boleto directo a una crisis de dólares con deuda renegociada y precios de lo que vendemos en récords.

Pero, a su vez, volvieron mucho peores porque daría la impresión de que ya ni el susto los ordena. Parecía que la sensación de abismo con la salida de Martín Guzmán y el dólar blue a $239 los había obligado a una tregua. Pero hoy se ve que apenas se ayudaron un instante a abrir el paracaídas porque se lo pidió Estela de Carlotto. Ahora, veinte días y cien pesos después, otra vez estamos para que intervenga la titular de Abuelas de Plaza de Mayo.

El bucle del campo

Con una inflación en niveles desconocidos desde 1991 y una brecha entre el dólar oficial y los paralelos en valores donde la historia muestra que “algo pasa”, el viernes el Presidente estaba reunido con el titular del Banco Central, Miguel Pesce, y la flamante ministra de Economía, Silvina Batakis, por un lado, mientras la vice consultaba a su ex ministro y hoy gobernador, Axel Kicillof, para ver qué hacer, por el otro. ¿Chances de éxito así? ¿Posibilidad de que lo que se decida y se anuncie tenga credibilidad como para que funcione? Bajas. 

En los comienzos de 2014, en otro momento de tensión financiera con el kirchnerismo a la cabeza, es cierto que había más reservas y el contexto era otro, pero un día de enero se juntaron Cristina, su ministro Kicillof y el titular del BCRA, Juan Carlos Fábrega y acordaron: devaluación, suba de tasas y bono para cerealeras para que liquidaran US$5000 millones. Hoy algo así de simple suena imposible.

Es la deriva de la trabajada falta de credibilidad de un presidente ni, que no fue ni un ambicioso que se independizó de la líder del espacio y construyó su poder, pero que tampoco fue un títere hecho y derecho.

Con los dólares justos apenas para importar energía y poco más, la economía está paralizada esperando que se adecúen los precios de todo, en especial el del dólar, fundamental por el temita de la “bimonetariedad” tan de moda. El Gobierno defiende su valor oficial, de $135 con un aumento de 5% por mes. Al mismo tiempo, hay otros tipos de cambio paralelos legales e ilegales de más de $330. Entonces nadie se desprende de nada a la espera de señales de un Poder Ejecutivo que se debate encima y por eso es una trampa infinita de anuncios de medidas que están en análisis.

Ahí es donde aparece la lupa en los silobolsas llenos de granos en manos de sus dueños, los productores agropecuarios. Si los vendieran sumarían unos US$14.000 millones a la oferta de divisas, según cálculos de por ejemplo la cámara aceitera. Además, desde la semillera Syngenta, Antonio Aracre marca que habría que sumarles otros US$8.000 millones guardados ya en manos de los exportadores, que son quienes les compran a los ruralistas y luego los venden al exterior. En total, US$22.000 millones que son agua en el desierto de esta altura de la crisis.

El trabajo oficial del fin de semana es conseguir que algo de todo eso se vuelque al mercado. Hoy les pagarían $135 menos impuestos, inviable con un ojo puesto en cualquier otra cotización que marca expectativas. Ahora, el campo apunta algo cierto: nunca liquidó tantas divisas en los primeros seis meses de un año desde 2002 como hasta ahora. Y de hecho, los US$19.000 millones liquidados en 2022 están 14% arriba que en igual período del año pasado, según recoge el economista Esteban Domeq. Pero también es real que en el último mes ese ritmo bajó al mínimo y bien vale preguntarse qué cambió y cómo podría esta administración revertirlo. En ese punto, otra vez el Gobierno -producto de la interna- se vuelve a anular entre sí. Y ahí es donde la crisis expone que el kirchnerismo volvió peor que nunca antes.

Si Alberto pusiera en práctica algún incentivo para intentar que se venda parte de la cosecha que está guardada aún mientras bajan los precios de las materias primas, y se establecieran ya sea menos retenciones o se ofreciera un bono al dólar o lo que fuere, ¿funcionaría? ¿O sucumbirá porque mientras les pedís un guiño del otro lado una senadora cristinista como Juliana Di Tullio tuitea “ley de abastecimiento ya”? 

Incentivo vs. castigo. El Ministerio de Economía prepara medidas para convencer al campo que venda la cosecha.
La senadora Di Tullio pide aplicar la Ley de Abastecimiento.

¿Hasta qué punto cualquier intento de un plan A de incentivo “al campo” puede fallar porque del otro lado vean la amenaza de un plan B de castigo que los reconfirme en la decisión de retener todo porque “no ves que me quieren cagar”, y más cuando se trata de un sector clave en el armado de la oposición? Asoma un bucle sin fin que ni doctor Strange podría resolver: porque el kirchnerismo duro estará más convencido de que son todos especuladores que lo quieren voltear “y vos encima Alberto los querés seducir”. Imposible.

Que la crisis te agarre en Miami

En definitiva, es la deriva de la trabajada falta de credibilidad de un presidente ni, que no fue ni un ambicioso que se independizó de la líder del espacio y construyó su poder, pero que tampoco fue un títere hecho y derecho que obedece al pie de la letra todo y se asume como un gestor de los intereses de otre. Estas horas de desasosiego y expectativa frente al portón verde de la Residencia de Olivos revelan el garrón del diario del lunes: la crisis de gobernabilidad que suponías que hubieras tenido por romper o por entregarte 100% la pagás igual, y tal vez más fiero.

Algo de todo esto se hablaba el jueves en el primer día de la Exposición Rural en Palermo, un ambiente donde aún en pleno temblor financiero late una parte del sector más pujante y productivo del país, ese que atraviesa las crisis con la tranquilidad del que genera ingresos en divisas. En ese lugar respira esa parte del campo que representa la Sociedad Rural, una entidad cada vez más alejada del día a día del productor y más cerca de Juntos por el Cambio, pero que permite traer al cemento una realidad que siempre en la Capital Federal miramos desde lejos.

La crisis de gobernabilidad que suponías que hubieras tenido por romper o por entregarte 100% la pagás igual, y tal vez más fiero.

En las mesas del restaurante El Central del predio que controlan IRSA y DF Entertainment Group las empresas pagaban 12 lucas el cubierto para comer un bife de chorizo con papas y ensalada, y tomar un Rutini tinto. La locura de que suena a ganga para los que están habituados a morfar caro, y a un delirio para el que razona que equivalen al pago mensual de dos tarjetas Alimentar.

Mientras el dólar paralelo pasaba de $320 a $330, en una mesa estaba Adrián Werthein, terrateniente ahora de regreso a las comunicaciones con la compra de DirectTV y en pleno lanzamiento de sus señales de radio y tevé. Más acá charlaba Guillermo Cerviño, del Banco Comafi y detrás, departía Alfredo de Angelis, ruralista made in 2008 y hoy senador del PRO.

Lawfare y relax. Mientras su clienta, Cristina Kirchner, denuncia que la van a meter presa, su abogado se fue 15 días de vacaciones a Miami.

Pero para suspicacia de los conspiradores, la mesa que atrapaba todas las miradas era la de Luis Betnaza, de Techint, con Adrián Kauffmann Brea, de Arcor, y Jorge Rendo, de Clarín. Escuchaban al cura conurbanólogo Rodrigo Zarazaga, que dejó dos definiciones: en los barrios las transferencias de ayuda social que alcanzaban hasta el día 14, hoy llegan al día 8; pero no hay saqueos a la vista, porque “no hay razones ni provocadores”. Las bebidas descansaban inertes en la hielera.

Como sea, el mensaje final es que aún en los peores momentos hay que bajar un cambio. Las cosas hay que tomarlas con calma, como hace por ejemplo Carlos Alberto Beraldi, el abogado de Cristina. Mientras su clienta lanzaba una diatriba contra la Corte Suprema de Justicia convencida de que ahí se lidera un proceso para meterla presa y proscribirla en lo que sería la última etapa de un nuevo tipo de golpes de Estado que encabezan el Poder Judicial y los medios, el reconocido penalista se tomaba el palo para descansar quince días en Miami. 

Tan grave no debe ser todo, ¿no?

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