Hace un mes, un empresario con varios proyectos ligados a la construcción le ordenó a su equipo de finanzas que saliera a conseguir todas las líneas de crédito subsidiadas que encontraran: por disposiciones oficiales, el mercado ofrece préstamos con tasas de interés de entre el 35 y el 45%, lo que en un contexto de una inflación proyectada a cerca del doble es un negoción.
Así, con todo en regla, la compañía en cuestión fue presentando las carpetas de sus emprendimientos en diversos bancos públicos y privados. En un momento, desde una de esas entidades financieras, los llamaron por teléfono:
-Vénganse a la oficina.
El pedido los descolocó.
-Hay un costo extra del 3% por cada crédito aprobado.
Ya fuera una idea de un empleado infiel, o una bajada validada por el propio banco, claramente habían notado la enorme diferencia que alguien estaba haciendo, y dijo, “epa, yo también quiero morder ahí”. Era cierto nomás. Los gerentes masticaron bronca primero pero terminaron arreglando después.
La Argentina es tierra de oportunidades. Por sus recursos, por su historia, por su gente, por su talento y también por ese enorme espacio para el choreo.
Salir a denunciar el curro en cuestión se presentaba como pelear contra molinos de viento en un mar de choreos de todos los niveles. El entorno te devuelve esa sensación de que hay microtongos por todos lados. Siempre vuelve el recuerdo del pasaje de la película Nueve Reinas, cuando el personaje de Ricardo Darín pregunta “¿querés ver chorros, vos?” y enumera todo lo que se está afanando en la calle y no se nota. “Están pero no están”, dice. En definitiva, computaron ese “peaje” como pagar “un poquito más de tasa”, y la ecuación cerró igual y con creces.
Es que la Argentina es tierra de oportunidades. Por sus recursos, por su historia, por su gente, por su talento y también por ese enorme espacio para el choreo que son los porcentajes de actualización de todo en un contexto de incertidumbre, inflación y diferentes tipos de cambio donde nada tiene precio.
Existe el desconcierto, obviamente, y hay comportamientos defensivos de los que buscan cubrirse ante esa sensación argentina de que “todo puede pasar”. Pero también está la especulación lisa y llana del que se stockea y gana, con historias de fortunas hechas al calor de hiperinflaciones. Además, por ahí laten los opacos números de descuentos que aplican desde la industria farmacéutica hasta los bancos, donde no se sabe cuánto vale cada producto, sea una droga o un servicio financiero.
Ahí viven también, ni qué hablar, las burocracias sindicales que no explican dónde terminan de pedir para sus representados y dónde se llevan una comisión para ellos, dueños de casas inverosímiles. En esos márgenes viven también, dolorosamente, algunos dirigentes de las organizaciones sociales tan necesarias para evitar estallidos, que se han terminado embarrando con el manejo de fondos del Estado.
Hola 60, chau 60
Algo de todo esto se esconde también dentro de la expresión “inercia inflacionaria”, cuando se la piensa en su variante menos técnica, siempre asociada a esa idea de acostumbramiento de una sociedad a vivir primero con 25, luego con 35 y más tarde con 50% de costo de vida anual, que en la Argentina sucede mucho antes de que el mundo empezara a hablar de subas de precios.
Por eso hoy, la pregunta central es si ya una inflación de setenti u ochenti pico y subiendo es una inflación “vivible” por la gente y administrable por los dirigentes que habitan en esos porcentajes. O si en un momento las olas que se surfean más o menos sin problemas hace años se pueden volver un tsunami.
Para ser concretos: vos podés ser la vicepresidenta Cristina Kirchner y retuitear la paritaria del 60% de La Bancaria en mayo con “felicitaciones al compañero Palazzo”; y en julio, podés avalar junto al presidente de la cámara baja, Sergio Massa, un 69% de incremento para los empleados del Congreso, diputados y senadores incluidos. Te sentís Gardel. Sos Bizarrap.
A Batakis la persigue el mismo karma que a Guzmán: nadie confirma si todo lo que pretende hacer tiene el apoyo político del kirchnerismo original.
Pero todo esto, sin estabilidad, puede ser una alegría de corto alcance, que dure hasta que lleguen dos o tres remarcaciones, o una fiesta de despedida antes de que la espiral dólar-precios pueda arruinar todo. Se alimenta el momento de "huida de pesos", como escribió el especialista en consumo, Guillermo Olivetto, sobre el detrás de escena de los restaurantes llenos y los viajes y vacaciones a full, mientras el dólar paralelo sube y el Banco Central pierde reservas. Luis Campos, el abogado y especialista en ingresos de la CTA Autónoma, lo sintetizó en un tuit esta semana: “¡Qué linda mi paritaria del 60%! ¡Se rompió mi paritaria del 60%!
En ese contexto, la flamante ministra de Economía, Silvina Batakis, hizo anuncios de austeridad fiscal, guiños al mercado y señales al Fondo Monetario Internacional, incluso más audaces que las propuestas que en su momento hacía su antecesor, Martín Guzmán, que para decir “bajar el gasto” tenía que decir “ojalá pase algo que lo borre de pronto”.
El escenario es desafiante, como ponen expositores de seminarios cuando quieren decir “un quilombo”. Los tipos de cambio paralelos se acomodaron más cerca de $300 y el riesgo país siguió batiendo récords, porque en última instancia nadie puede hacer magia. Como dice el último reporte de la firma Consultatio, la aceleración de precios abre preguntas sobre el conflicto social, que se expresa cada vez más seguido en las calles, mientras a Batakis la persigue el mismo karma que a Guzmán: nadie confirma si todo lo que pretende hacer tiene el apoyo político del kirchnerismo original como para tener más chance de algún éxito. O directamente se sospecha que no.
Los nuevos optimistas de la cohesión del Frente de Todos subrayan cada minuto de silencio de la vice y anotan que ya pasaron siete días desde el último acto. Pero los que escuchan el tono de las terceras líneas de su entorno, los Juan Grabois, los Hugo Yasky, marcan bien que no se le cae ni un tuit de respaldo público a las medidas.
Apenas hay esforzadas interpretaciones off the record que hace la Casa Rosada de los encuentros de los líderes de la coalición que -parece- hay que naturalizar que se hagan casi en secreto, sin información oficial, como en la clandestinidad. ¿Será porque son reuniones entre los que ahora no saben por qué agarraron lo que agarraron con los que se hacen los giles con lo que armaron y no quieren quedar pegados, junto a los que siempre prefieren guardarse para sacar ventaja más adelante? Así es muy difícil todo.
El regreso de Wagner
Si se hila más fino, sin embargo, sí hubo hasta ahora dos aportes del ala que sigue a Cristina al intento de la ministra de contener la crisis. El primero es el esfuerzo por instalar la idea de la pesada herencia del Guzmán gastador que se oye en medios partidarios o en notas con fuentes del nuevo equipo económico, donde se remarca que el ex ministro “habría ocultado” mayores erogaciones de las que hizo, tanto al Presidente como al FMI, lo que estaría obligando a Batakis a girar a la ortodoxia como lo está haciendo. Curioso: hace tres meses se lo acusaba de lo contrario, de ser demasiado amarrete y de “haber ocultado” -mismo verbo- a la coalición las condiciones más duras que supuestamente pedía el FMI a la Argentina y “no se sabía”.
Por otro lado, se puso en marcha el mismo plan de segmentación de tarifas que había preparado la conducción anterior, con una conferencia que encabezó el mismísimo secretario de Energía, Darío Martínez, no sin temores de quedar ligado al momento en que esta versión del kirchnerismo finalmente anuncia un aumento de tarifas de servicios públicos para ahorrar en subsidios a la energía.
El lunes Batakis anunció que hacia el fin de la semana estaría el formulario para inscribirse, y estuvo. En el modelo de gestión de Alberto Fernández, es un montón.
Es quizás un primer triunfo módico de Batakis: el lunes anunció que hacia el fin de la semana estaría el formulario para inscribirse, y estuvo. En el modelo de gestión de Alberto Fernández, es un montón. Por eso, la economista se ocupó personalmente de llamarlo a Martínez el jueves para que volara desde Neuquén y estuviera presente en la exposición.
La ministra, hay que recordar, había participado la semana anterior de la apertura de sobres de los postulantes para construir el fucking gasoducto Néstor Kirchner que en algún momento nos permitirá aprovechar el gas que abunda en Vaca Muerta y hoy no hay forma de llevarlo a los centros de consumo. Es la obra que entusiasma hasta al más opositor que se ve en algún momento en el Gobierno, porque puede ayudar a achicar el drama de las divisas.
Para enterrar los caños que está por empezar a hacer la empresa Tenaris Siat, de Techint, en Valentín Alsina y también para hacer la planta compresora, pelean pesos pesados. Por un lado, va la propia Techint Ingeniería y Construcción en sociedad con Sacde, la constructora que Marcelo Mindlin le compró en 2017 a Ángelo Calcaterra, el primo de Mauricio Macri. Otro competidor relevante es Transportadora de Gas del Sur, que controlan por un lado la familia Sielecki y por otro Pampa Energía, de -otra vez- Mindlin.
Y a su vez pugnan por un pedazo de los trabajos las firmas BTU, de Carlos Mundin, y Esuco, la histórica compañía de Carlos Wagner. Ambos comparten una particularidad: todavía están procesados por presuntos pagos de sobornos que se investigan en la llamada causas de los cuadernos.
Wagner además enfrenta cargos en la llamada causa de la cartelización de la obra pública, que él mismo confesó. “Si aplicaron políticas de compliance, las empresas tienen que seguir funcionando, son entes distintos de sus dueños”, explican en el sector, habituado a las acusaciones de corrupción en los contratos. La Argentina, se dijo, es tierra de oportunidades.