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Columnistas

En la casa de Tucumán no hay sándwich de milanesa

El centro tucumano es de calles estrechas. Así de finitas también cortan las rodajas de tomate que le ponen al sánguche de milanesa.

Lo primero que hace el turista que llega a la ciudad de San Miguel de Tucumán es buscar “La Casita”. Una denominación que los tucumanos aborrecen y corrigen de inmediato. Es un esfuerzo desparejo que debe enfrentarse con décadas de manuales escolares escritos e impresos en Buenos Aires (la gran metrópoli que se ocupó de cortar en rebanadas el Cabildo histórico de 1810).

Pero “La Casita” es en verdad un caserón que está ubicado en el centro de la ciudad que le creció alrededor. La calle sobre la que se levanta el frente con la clásica puerta flanqueada por las dos columnas peor dibujadas por generaciones de alumnos argentinos, se hizo peatonal para favorecer el ángulo de las fotos de los turistas. Es que el centro tucumano es de calles estrechas.

Así de finitas también cortan las rodajas de tomate que le ponen al sánguche de milanesa. La confusión histórica surge de las guías de turismo que destacan a la capital tucumana como La Meca de este acierto culinario, que hasta tiene el tupé de hacerle sombra a las empandas locales rociadas con juguito de limón.

Si la historia fuera contada por las guías de turismo, los hechos fundacionales de la Patria estarían matizados con anécdotas laterales, tentempiés y puntos panorámicos.

Si la historia fuera contada por las guías de turismo, los hechos fundacionales de la Patria estarían matizados con anécdotas laterales, tentempiés y puntos panorámicos. Y hacia allí van los relatos que mejor se propagan, aquellos que entienden que la historia es sólo una de las prestaciones que ofrece Instagram.

Cada 9 de julio Tucumán recupera su centralidad patriótica, pero apenas cae esa hoja del calendario, los turistas buscan un monumento que ya no existe. La escultura que homenajeaba al sánguche de milanesa (única en el mundo) tuvo un derrotero de traslados y actos vandálicos. Tampoco dan con el lugar donde se hace anualmente la Expo Milanga (spoiler: es el 18 de marzo), pero sí encuentran un rato para degustar el célebre sánguche de milanesa del que la ciudad alardea hace apenas dos décadas. Se sirve con un pan especial (quizás ese sea su secreto) en una veintena de lugares especializados.

En la Casa Histórica, donde se declaró la independencia de esta parte del mundo, no son muchos los objetos que sobrevivieron al paso del tiempo. Quizás los congresistas de 1816 tampoco eran demasiado conscientes de que estaban siendo protagonistas de un hecho histórico. Y por eso redactaron un Acta de Declaración de la Independencia que es más breve que las cartas de renuncia de Kulfas y Guzmán. El texto arranca fuerte: “Era universal, constante y decidido el clamor del territorio por su emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España. Los representantes, sin embargo, consagraron a tan arduo asunto toda la profundidad de sus talentos, la rectitud de sus intenciones e interés que demanda la sanción de la suerte suya, pueblos representados y posteridad”. Y sigue un poco más con palabras encendidas y fervor patriótico, pero sin hacer grandes promesas. Vamos viendo.

Los congresistas de 1816 redactaron un Acta de Declaración de la Independencia más breve que las cartas de renuncia de Kulfas y Guzmán.

En el lienzo que retrata aquel momento puede observarse la ausencia plena de sánguches de milanesa. Quizás los food trucks contemporáneos que ofrecen este manjar recién llegado les deban un homenaje a los congresistas de 1816. Cae de madura la idea de bautizar cada variedad: un Gran Laprida para la milanga más completa y el nombre de los otros diputados para el resto de las ofertas. El Gascón sale con queso cheddar, el Anchorena con doble lechuga, y el Boedo viene con huevo. Y todo así. Las guías turísticas sabrán valorar el gesto.

El monumento al "Sánguche de milanesa", del artista Sandro Pereira, fue parte de una exhibición que duró un día en el Parque 9 de Julio de Tucumán en el año 2000. Tiempo después apareció así, vandalizado.

También hay un marketing para la historia. Todavía no sabemos cómo será retratado en el futuro el turbulento presente de la Argentina. Pero si los historiadores del próximo siglo hurgan en los detalles, encontrarán perdido en alguna foto del acto de hoy un sánguche de milanesa. El Alberto sale con fritas.

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