Israel no toca fondo en su crisis política y ayer anunció la disolución de su parlamento, por lo que se llamará nuevamente a elección legislativa, la quinta en menos de cuatro años.
La idea de terminar con el actual esquema de gobierno se aprobó con 92 votos y ninguno en contra, y puso fin al mandato del primer ministro Naftali Bennet, que será el que menos haya durado en el cargo.
Tras una larga discusión, la Knéset (parlamento) fijó la nueva elección para el 1 de noviembre y puso fin a un experimento de un año, en el que ocho formaciones trataron de encontrar un terreno común, sin mucho éxito.
Las diferencias entre los partidos, entre los que por primera vez se incluyó a uno árabe, limitaron seriamente el funcionamiento del Gobierno.
Hasta entonces, el primer ministro de Exteriores, Yair Lapid, quien fue el arquitecto del gobierno de coalición saliente, se convertirá en el primer ministro interino a medianoche del viernes. Será la 14° persona que ocupe el cargo tras Naftali Bennett.
Para las nuevas elecciones de un parlamento en Israel, se espera que se vuelva a presentar el exprimer ministro Benjamín Netanyahu, que si no es condenado antes por corrupción, tiene serias posibilidades de retomar el poder.
Sus posibilidades de formar un Gobierno dependerían sin embargo de las alianzas que pueda formar y del resultado electoral de sus tradicionales socios ultraortodoxos y ultraderechistas, que en los comicios anteriores no consiguieron los escaños necesarios para formar una coalición de más de 60 diputados junto al Likud de Netanyahu.
Lapid, por su parte, se ubica segundo en las encuestas y se perfila como líder del bloque anti-Netanyahu, que sin embargo ha enfrentado profundas dificultades para gobernar en conjunto durante el último año.