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Cultura & Espectáculos

Azucre: Una historia olvidada que rompe estereotipos

¿Cuántas palabras se necesitan para contar la desgracia, para mostrar el dolor? Hay quienes lo realizan en capas finas, superponiendo colores hasta llegar al punto deseado; Bibiana Candia lo hace velozmente, con una paleta de palabras exquisita, de poeta. No hay modo de que se pierda el eje, porque es siempre el mismo: la pobreza, la búsqueda, el mundo que siempre reparte lo bueno para un solo lado.

Detrás de la historia de un par de millares de jóvenes, casi niños, que sufren en una Galicia que de tanto llover no deja vivir, plantar, comer ni soñar. A poco de mostrar que cuando la tierra -la propia- te expulsa, la distancia adquiere otros metrajes, otros modos de ser cruzada y el futuro es un abismo del que no se regresa, aunque se retorne en algún momento al punto de partida. La historia se hace universal ¿Es distinta la búsqueda de un gallego de 1853, un senegalés de fines de siglo XX, un ecuatoriano, un coolie chino, o un argentino que recorren el mundo en un mapa que les expulsa de su punto de partida y les quema su historia, su humanidad, su arraigo y su infancia?

Un libro sobre la búsqueda de un futuro, de dignidad, del derecho a caminar la propia vida sin pensar cuál es el ultimo día en que comimos, o donde debemos conseguir un lugar que nos cobije hasta que llegue pasado mañana. Una terrible historia que, salvando las distancias, nos habla de millones de migrantes engañados, sueños manchados en rojo sangre y castigo de pobres, esos que aunque nunca pierden el miedo a quedarse sin nada, que solo son mercancías desechables, números que ni siquiera mueven las estadísticas de oficinas, ministerios ni sociedades de beneficencia.

Una historia durísima como una gran metáfora de lo terrible de la miseria y la búsqueda de esperanzas como sea, a como dé lugar.

"Lejos es un lugar, como es un lugar fuera. De fuera son los Castellanos o los portugueses. Luego están los de lejos, esos son de una zona después del mar donde aun poca gente vuelve, donde no hay nada más, una especie de línea imaginaria de no retorno. No quiere decir que no puedas volver, sino que nadie puede volver siendo el mismo¨. Cruzar el mundo y dejar la vida atrás, tomar las aguas de Leteo y olvidar el pasado. Ser otro, ser los sueños, los propios y los ajenos. Ser la suma de todos los sueños, y no ser nada mas que carne intercambiable, vida intercambiable. La nada misma.

Una gran metáfora de lo terrible de la miseria y la búsqueda de esperanzas como sea, a como dé lugar.

Lejos tiene el nombre que queramos darle, en este caso es Cuba, pero es modificable por todas las historias de dolor y desarraigo, de miseria y de muerte, que hayamos escuchado de las bocas cercanas, de los libros leídos o de los mitos que circulan el aire. Lejos es la fantasía de los africanos que se apiñan en las pateras que recorren el mediterráneo, los centroamericanos que se mojan en el Rio Bravo o se desecan en el desierto de Arizona, los indonesios que tratan de llegar al norte de Australia, historias que quienes recuerdan la miseria gallega, a veces, olvidan de la miseria del mundo que les rodea hoy.

Lejos es un barco que antes y ahora lleva esperanzas a un mundo de que solo va a descosernos de dolor y tristeza. Barco, avión, transportes varios, pero con la misma carga de jóvenes dispuestos, soñadores y la misma máscara de quienes se quedan atrás, como árboles podridos que saben que ya no podrán dar mas frutos para que otros lo mastiquen.

Narrado en tres secciones, poesía pura, palabras colocadas mágicamente: la partida, el viaje y el nuevo mundo.

Los sueños de los que parten: "Caminar y llover, llover y caminar. Un ritmo constante que te va hundiendo en el suelo cuando, en realidad, lo que quieres es marcharte, cuando en realidad lo que deseas es partir. Cuando eres demasiado joven no sabes que la infelicidad es un insecto parasito capaz de clavarte su aguijón tan adentro que, años después las heridas supuran cuando menos te lo esperas".

 El viaje: "Para marchar no hay que poner distancia, hay que obligar a la mente a irse también", lo desconocido, la violencia, el sinceramiento, los sueños rotos cuando la realidad toma el espacio de la fantasía. Cuando el cuerpo comienza a marearse y cada uno es una carga frágil, pero carga; cuando la humanidad desaparece en la distancia desde la costa y los días se vuelven años de un reloj que atrasa en vez de avanzar. Orestes, el Tísico, Pachín, el Rañeta, el Comido. Nombres en los que la historia se hace individuo para que los mil setecientos jóvenes camino a ser esclavos de plantaciones en Cuba nos griten sus historias y las de millones, salvando las distancias, antes y ahora. Jóvenes con ilusiones, que llevan una vida para ganarse una muerte a cambio. Nombres que marcan los transportes a golpe de dolor por una tierra que no entrega y otra que tampoco. Territorios que duelen, cercanos, diarios.

El mundo nuevo: desarraigados, engañados, envueltos en una atmósfera distinta y desconocida el mundo es inasible, no hay resistencia porque la sorpresa anula las respuestas al horror. Bien sabe la humanidad de esto: el poder se respeta mas que la fuerza, así funcionan las personas ¿Qué diferencia a unos miles de jóvenes gallegos reducidos a la esclavitud de los que caminan a un campo de reclusión o sobreviven, apenas, en los márgenes del mundo que les fabularon? Los de esta historia son blancos, rubios, europeos, pero en la plantación los ataca un látigo, el mismo que ha probado la sangre de todos los esclavos, como una universalización del horror, para no dejar dudas, para que no olvidemos que cualquiera puede ser objeto de la violencia y de la exacción hasta la muerte.

 A no engañarse, el libro no habla de la esclavitud, habla del dolor y de la dominación, habla de la violencia, la eterna violencia.

El libro no habla de la esclavitud, habla del dolor y de la dominación, habla de la violencia, la eterna violencia.

Una novela que es un grito ahogado, en breves trazos; un pequeña y terrible recordatorio para dar cuenta de millones de historias iguales a lo largo del mundo. Quien lo desee puede circunscribirlo a un tiempo y un espacio, pero habla mas, mucho mas, de la crueldad de un mundo que no entiende de equilibrios.

"¿Cuántas palabras se necesitan para contar la desgracia? ¿Cuáles se deberían elegir para que hablen por nosotros? Definitivamente ninguna de las que solo tienen significado: escribir a los que quedaron es escribir al mundo de los que dejamos atrás. Suponiendo que quede en pie algo de todo lo que nos precedió¨.

Recordar es habitar, es construir, es volver a dibujar rostros donde ya no quedaba nada mas que agua y aire, sin memoria.

Al fin y al cabo, recordar y entender es también un modo de mirar.

Candia, Bibiana: Azucre. Ed Pepitas de calabaza. Logroño, España. 2021