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Cultura & Espectáculos

Gabriela Wiener: "Muchas veces escribir me pone peor de lo que ya estaba"

Es una de las mejores representantes de la no ficción. Pero incursionó en la ficción para ajustar cuentas con su tatarabuelo. Los desafíos de vivir en una relación de a tres.

Gabriela Wiener es una escritora que "se expone". Desde su primer publicación ha desnudado sus mayores intimidades, hablando sin vueltas del deseo, del sexo, maternidad, su pareja poliamorosa y tantos otros temas que a muchos pondrían nerviosos. Con el tono de confesión, asegura que es la literatura que encontró para interpelar y la forma en que no le avergüence lo que escribe. Aunque nadie le cree que muchas partes se las inventó, publicó Huaco retrato, su primer libro de ficción, en el que desentierra a su propio tatarabuelo idealizado y lo somete a una revisión para cuestionar su identidad.

Huaco retrato

La historia familiar de Wiener tiene un origen muy blanco. Su tatarabuelo Charles llegó a Perú en 1878 como explorador del imperio europeo para buscar el Machu Picchu. Aunque casi logra su misión, volvió sin llegar a su destino, pero cargando 4.000 huacos (retratos típicos en madera) saqueados y un niño que secuestró. Inició y dejó atrás una rama de la familia Wiener que lo recuerda con orgullo y que aún hoy busca refugiarse en ese apellido para hacer frente al racismo del que no pueden escapar con sus cuerpos.

¿Cómo surgió la idea de escribir este libro?

–Hace como una década quería escribirlo. Fue durante la visita al museo de París Quai Branly donde esta la colección de huacos de Wiener que se me disparó la idea de escribir sobre esa escena. Quería hablar también de cómo afrontamos hoy en día la colonialidad que sigue tan presente y un poco de esa herida que se imprime desde hace muchos años. Una herida histórica y colectiva que en este libro es también una intima y personal.

¿Quién fue Charles Wiener para vos?

–Wiener había sido una presencia muy fuerte en la historia y memoria familiar, pero al mismo tiempo un personaje en el que no me reconocía. Quizá yo, siendo la menos blanca de los Wiener, era quien menos sentía esa identificación y orgullo. O al sentirlo, tenía la sensación de algo muy raro o artificial. Revisar cómo se relata a un personaje como mi tatarabuelo nos permite revisar cómo se han ido retratando este tipo de perfiles y personajes. Fueron figuras ejemplares, pero si profundizas un poco, tienen mucho más sombras que luces.

¿A qué preguntas se enfrenta la protagonista?

–Mi intento era hablar de estos debates que me rodean: el tema del cuerpo, la racialización, el sexo, la crítica anti colonial introducida en una historia. El personaje está en crisis con muchas ambigüedades, contradicciones, melodrama exagerado. Reivindica su derecho a cagarla y reniega de todos los dogmas. Está diciendo ´la teoría me la sé, pero ¿cómo me la meto en el cuerpo?´. Es muy difícil que la militancia tenga una perfecta coherencia con todos los aspectos de tu vida. Le permito al personaje ese momento de debilidad y vulnerabilidad que creo que nos representa a muchas.

Mi escritura se extrema y radicaliza cuanto más me estrujo por dentro y me voy vaciando de historias.

Una Gabriela que se lee y otra que escribe

En la gran mayoría de sus textos anteriores se puede ver una descarnada Gabriela que comparte sus experiencias, mostrándose vulnerable y desde dónde recorre sus propias historias. Para romper con su tradición de la no ficción y la autorreferencialidad, la autora eligió Huaco retrato donde cuestiona su identidad, sus ancestros, su propio apellido. Pareciera que le gusta llevarle la contra a los puristas del género.

"Yo he sido una fundamentalista radical de la no ficción durante años, por ir a la contra también. No puedo decir que sea un libro de ese tipo porque me he inventado muchas cosas. Cuando publiqué mi libro Sexografías, que está a punto de reeditarse, la gente no me creía. Decían que me lo había inventado todo, que no sería capaz de las cosas que contaba y que era ficción. Y ahora que he escrito un libro de ficción, nadie me cree tampoco. Dicen que es mi vida, mi novio, mi tatarabuelo. Entonces ¿para qué preocuparme?".

Siendo marrón en mi país, en la vieja capital del Virreinato, he sufrido tanto o más racismo que en ciertos espacios de España.

¿Qué es lo que te atrae de lo no ficcional? ¿Por qué no refugiarse en un personaje?

–Los referentes que me han movilizado artística y políticamente son de este tipo que a mí me dice algo y considero vivo. Aunque eso tenga un costo emocional fuerte, es la artista que me he hecho pensando que con estos procesos y con este cuerpo soy capaz de escribir algo que valga la pena. Puedo generar una literatura válida que más o menos no me avergüence. Creo que ningún escritor toma decisiones para estar cómodo, mi escritura se extrema y radicaliza cuanto más me estrujo por dentro y me voy vaciando de historias. No quiere decir para nada que es una literatura terapéutica o en sí misma sanadora. Puede haber mucho de liberador, pero escribir algunos libros muchas veces me pone peor de lo que ya estaba.

Además del costo emocional, ¿qué es lo complicado de escribir sobre uno mismo?

Es bastante agotador siempre estar siendo interpelada por mi escritura, que parte de una primera persona o del yo. Percibo una hostilidad constante, especialmente cuando quienes están detrás son mujeres o disidencias. En otros casos es literatura y punto, no se cuestiona. Además, hay innumerables basuras en cualquier género y en cualquier persona del singular o el plural. No hay que escupir al cielo porque finalmente el mercado del libro hará con los más autentico que creas que estás haciendo, un producto.

Desembarcando en un nuevo país del Viejo Continente

La escritora (Lima, 1975) vive en Madrid, donde practica el amor libre con su pareja, Jaime, que conoció 23 años atrás y con quien tuvo una hija apenas llegaron a España. Luego, decidieron en conjunto sumar a Rocío, consolidarse como una trieja y tener una segunda hija.

¿Cómo fue la elección de irse a vivir a España desde Perú?

–Viajé, como tanta gente migrante, a buscar oportunidades laborales, personales, económicas. Pensando que como escritora y periodista había un techo tremendo en mi país: trabajaba en los pocos periódicos que había, nunca me contrataban, estaba en una situación de falsa autónoma, precaria y dije ´no voy a seguir aquí, voy a intentarlo en otro lugar´. España era un destino en el que podía pensar en desarrollarme hablando del mundo del libro y el mercado editorial. Fue ese tipo de migración. Siendo marrón en mi país, en la vieja capital del Virreinato, he sufrido tanto o más racismo que en ciertos espacios de España. Uno adonde se mueva va con este cuerpo y se expone siempre a las mismas miradas, al mismo tipo de exclusión. Fue un esfuerzo poder volver a ser ciudadana, ser considerada periodista, convertirme en escritora. No solo porque soy mujer, sino porque soy esta clase de mujer. Somos perfiles incómodos y no es fácil ni aquí ni allá.

Foto: Gentileza Vogue.

¿Qué reflexión alcanzaste sobre el amor?

–Desde que descubrí el poliamor cuando llegué a Europa, yo, que nunca fui monógama, encontré un lugar dónde estar. Pero también me di cuenta que me iba a tomar mucho más trabajo del que pensaba. Me he pasado este tiempo cuestionando el dogma del poliamor, y si en algún momento me puse a hacer campaña por este tipo de relaciones, me di cuenta que era muy complejo y no tan fácil para todo el mundo. Ahora intento ser mucho más proporcionada y hablarlo desde mis limitaciones porque vivir en una relación de a tres, no monógama, igual tiene un montón de cargas. Yo no encuentro todavía una manera mejor de hacerlo que no sea a través de esos acuerdos, pero entiendo que ese marco puede ser muy opresivo.

Estamos en una búsqueda de eliminar las violencias de nuestras relaciones, salir de las lógicas de los celos, la posesión, la exclusividad amorosa y sexual, pero en general se sufre y se duele en todo tipo de relaciones.

Estamos en un momento muy de retroceso y reacción ante los logros de los feminismos. Es importante que nos mantengamos ahí resistiendo, reivindicando nuestra manera de mirar las cosas, de amarnos y de criar diciendo "aquí nos quedamos".

Vivir en una relación de a tres igual tiene un montón de cargas. Se sufre y se duele en todo tipo de relaciones.

–¿Cuál es el mayor desafío de mantener una relación de tres personas, criar dos hijas en un mundo que, por momentos, sigue cuestionando derechos que parecían ya conquistados?

–Por un lado está la falta de políticas, derechos, y eso en el Perú es flagrante. Pensar en poder firmar y ser la madre legal de mi hija, es complicado. Tampoco es fácil la triple filiación incluso en España, imagínate todo lo que falta en Perú. En el tema de disidencias la clave son los derechos. Después esta la cuestión de los estereotipos, la falta de referentes y ahora mismo no es solo la mirada ajena sino que hay políticas de odio. Hay políticos, partidos enteros creciendo mientras estigmatizan y señalan nuestras formas de vida, nuestros cuerpos. Y ahora mismo esas banderas de odio te traen votos y ganas elecciones. Eso es lo que da más miedo.

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