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Columnistas

El peligro de la estupidez con un gobierno cada vez más frágil

“Nunca subestimes la estupidez humana”, la frase que puede resumir los hechos del momento en la Argentina.

“Nunca subestimes la estupidez humana”, dijo una vez en una entrevista el profesor isreaelí Yuval Harari. Puede servir para empezar una nota dándose aires de intelectual pero sobre todo para resumir los hechos del momento en la Argentina.

Finalmente sólo siete días después y ya como ex ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas aseguró en la Justicia que no hubo corrupción en la licitación de los caños para el gasoducto Néstor Kirchner, a diferencia de lo que había insinuado un off de su equipo de comunicación el viernes pasado, cuando había salido a responder a críticas de la vicepresidenta Cristina Kirchner en un acto público.

Ya se sabe que aquel arrebato por WhatsApp estaba repleto de errores: hablaba de supuestos espesores de la chapa que se iba a importar para hacer los caños con medidas que no existen y mencionaba que podría haber competido en la compulsa una empresa que tampoco estaba en condiciones de hacerlo. A veces la historia se mueve por pequeñas grandes metidas de gamba: ese mensajito gatilló que el presidente Alberto Fernández le soltara la mano y lo reemplazara por Daniel Scioli. 

Figuras de la oposición como Graciela Ocaña y Waldo Wolff, de todas maneras, habían abrazado esa suma de pifies y se habían lanzado a los tribunales una vez más para denunciar el supuesto tongo. ¿Así vienen sustentando todas las presentaciones que han hecho en estos años?

Cómo será la cosa que hasta el propio ex presidente Mauricio Macri los llamó al orden en una comida el jueves en San Telmo. Es que está mirando que si hubiera un eventual nuevo mandato de Juntos por el Cambio, nada mejor que esté terminada esa obra clave para ahorrarse divisas que hoy se van en importación de combustibles.

Pero hay más en esta saga que da para leer con la cortina de Benny Hill. Hubo una carta de despedida de Kulfas de 14 páginas con acusaciones a una parte de la coalición de gobierno de estar gestionando pésimo el área energética. Los responsables de la compañía Energía Argentina salieron a contestarle que en realidad es la otra parte del Frente de Todos, más cercana al Presidente la que es un desastre. Encima, lo hicieron con un texto que no pasó por su directorio ni tampoco tenía firma pero que dejará huella por los mamarrachos que incluye. Es espectacular: si abrís el zoom, ves a dos partes del mismo gobierno diciéndose “sos un desastre”

A la pasada y con total desparpajo, un supermercadista como Federico Braun, de La Anónima, se ríe a carcajadas con un grupo de multimillonarios cuando le preguntan qué hace con la inflación y responde que remarca todos los días. “Es un chiste”, aclara más tarde, aunque el archivo le recuerda cómo otras veces se había jactado de hacer fortunas en contextos de aceleración de los precios: stockeo, venta al contado y pago a plazo. No es broma. 

Ahí irrumpe Cristina, que en un par de tuits contra Braun dice haber encontrado la causa del problema del costo de vida, cuando en realidad es otra cosa distinta de la avaricia y la falta de empatía de un rico. El economista Claudio Scaletta, afín al gobierno, le contestó en la red social a la vicepresidenta: “La pregunta clave es si remarca porque hay inflación o hay inflación porque remarca". El periodista kirchnerista Diego Brancatelli, que tiene un comercio pequeño en el Gran Buenos Aires, también ha dicho en los medios que por la inflación tiene que cambiar precios permanentemente.

De la calle a la City

La irrupción de la estupidez como motor de las decisiones políticas se da en un nuevo momento ultradelicado para la situación económica y social. En el cierre de la semana convivieron marchas en todo el país por mejoras en la ayuda social con una disparada de más de 10 pesos en los dólares paralelos.

En la calle, se da la lógica pura con una inflación dura de bajar del 5% mensual y la comida volando en todo el mundo, pero acá mucho más. Lo constató la Fundación Mediterránea. El aumento mensual promedio de alimentos y bebidas en los primeros cuatro meses del año fue 6,4% en nuestro país y 1,4% en la región.

La irrupción de la estupidez como motor de las decisiones políticas se da en un nuevo momento ultradelicado para la situación económica y social.

La medición de la consultora LCG, además, registró una aceleración del 2,8% en las remarcaciones de la primera semana de junio. Las posibilidades de que el año no termine con una inflación que empiece con 7 ya parecen nulas. Las apuestas son qué tanto más arriba se puede ir mientras el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional pide que el tipo de cambio no se quede muy atrás de los precios, en un tic tac sin fin.

En tanto, el mundo de los financistas fue puro sobresaltos. En estos últimos días vendieron activos en pesos y se pasaron a buscar divisas a través de la Bolsa y llevaron las cotizaciones paralelas de $ 205 a $ 220. Los bonos que entrega el Gobierno atados a la inflación cuando manguea pesos, llamados bonos CER, se derrumbaron.

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Comida e ingresos. Con la inflación dura de bajar del 5% mensual, se da una lógica multitud que protesta en las calles.

Hay explicaciones de todo tipo. Que están haciendo tomas de ganancias después de levantarla en pala todo 2021 y lo que va de este año. Que en realidad fue un hecho puntual porque hubo empresas liquidando posiciones para hacerse de la plata para pagar obligaciones típicas de esta altura del año, como los aguinaldos. Que hubo hasta organismos del Estado operando porque había que pagar barcos de gas. Que los brokers están sacando la cuenta de que el 70% de la deuda en pesos se actualiza por precios y se hará una bola impagable en el corto plazo. Que hay gente de la oposición dando a entender que en un eventual nuevo gobierno en 2024 desconocerían esta cantidad de títulos en moneda local, en un nuevo “reperfilamiento” como el de 2019, y por eso se anticipa la huida. Todo muy atado con alambre para un “riesgo de transición” tan largo, como dice el estudio EcoGo. 

En ese punto, agua que se quema el rancho. Desde el Banco Central salieron a comprar bonos para frenar una baja de precios que gatilla el pánico. Además, le informaron al Presidente que se trata de un fenómeno pasajero e intentan presionar al ministro de Economía, Martín Guzmán, para que aumente la tasa de interés y así consiga que le refinancien unos $ 500 mil millones de deuda que vencen en el próximo trimestre, para no se vayan al dólar paralelo, porque si no aumenta la brecha cambiaria y todo se resquebraja más.

Desde el Palacio de Hacienda, a su turno, calibran hasta qué punto convalidar más tasa sin afectar la actividad económica, en la pelea de estos días en el equipo económico. Buscan pulsear con el mercado. Guzmán está diciendo “ojo que los otras veces se fueron al dólar perdieron”

Pero también lanza un pedido a los referentes económicos de Juntos por el Cambio de que sean responsables con sus declaraciones, en un mensaje de doble filo. Porque si a un año y medio del recambio de poder, la estabilidad financiera depende de lo que pueda decir un tercero, eso habla más de la fragilidad del esquema que de otra cosa. Está a nada de parecerse al Mauricio Macri que le echaba la culpa de su colapso de fin de mandato al temor a la vuelta del populismo, Venezuela, y bla.

Si a un año y medio del recambio de poder, la estabilidad financiera depende de lo que pueda decir un tercero, eso habla más de la fragilidad del esquema que de otra cosa.

Más allá de AEA

En tanto, fue una semana signada también por la catarsis de los grandes empresarios en el hotel Sheraton convocados por la Asociación Empresaria Argentina. Pero hubo otros dos mensajes muy distintos de otros importantes hombres de negocios que no sólo son la falopa de menos Estado, no me muevan el arco o se viene el populismo.

Por un lado, el desarrollador inmobiliario Eduardo Costantini aseguró en una nota random en el diario La Nación que hay colegas suyos negreando verdes: “Hay mucha gente, empresarios que hacen sobrefacturación de importaciones y otros que subfacturan exportaciones y generan dólares blue”. Chan.

No lo dijo un militante del kirchnerismo duro, lo dice un tipo que hace décadas hace plata de la plata y de los ladrillos. Dato: se había incorporado a AEA durante el macrismo pero renunció tras la explosión de la causa de los cuadernos

Por otra parte, hay que prestarle atención al mensaje de Eduardo Elsztain, del grupo IRSA, con negocios en shoppings, campos, inmuebles y minería, durante un brindis con periodistas el jueves, mientras las organizaciones sociales copaban las calles. “El mundo está emitiendo mucha moneda, lo conocemos, los commodities van a estar mucho tiempo altos y ahí la Argentina puede jugar”. Se definió como un “optimista patológico”.

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Otras voces. Costantini advierte que colegas suyos “fabrican” dólares blue. Elsztain avisa que hay un futuro próspero a la vuelta de la esquina. 

Puso en otras palabras esa sensación que está como latente en todo el establishment político y corporativo: si se supera nuestro quilombo macro, si se deja atrás algo así como una última gran crisis que viene desde 2018, da la impresión de que se abre un mundo que parece que nos va a tirar centros durante mucho tiempo como nunca antes, porque demanda comida que tenemos y energía que también, siempre y cuando hagamos el fucking gasoducto, en fin.

Sería estúpido no aprovecharlo.

Pero “nunca subestimes la estupidez humana”.

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