Hace un par de días Tony Iommi subió a su Instagram una foto con Christopher Lee, para recordarlo en el que hubiera sido su centésimo cumpleaños. La asociación entre estos dos personajes puede parecerle extraña a algún desprevenido, pero tenía toda la razón de ser: uno es el ser humano que mejor representa los valores del heavy metal en este planeta, a punto tal que en 2010 ganó el Spirit of Hammer en los Metal Hammer Golden Gods Awards por su contribución a la música pesada. El otro, en tanto, es el guitarrista de Black Sabbath.
La mayoría conocerá a Lee de alguna de las más de 280 películas y series en las que puso la cara, la voz grave y el 1,96 m de altura. Los más grandes sabrán que fue el Conde Drácula en siete películas de la productora Hammer entre el 58 y el 73, además de haber sido el monstruo en La maldición de Frankenstein del 57. Los jóvenes lo registrarán como el Conde Dooku de Episodio II – El ataque de los clones (2002) y Episodio III – La venganza de los Sith (2005) de la saga de Star Wars, o como Saruman en la trilogía de El señor de los anillos y la de El Hobbit (2001-2014). Entre uno y otro hito se dio el gusto de ser un villano de Bond (encarnó a Francisco Scaramanga en El hombre del revólver de oro del 74), el detective más famoso de la historia de la literatura (Sherlock Holmes y el collar de la muerte, 1962) y hasta fue la Muerte y Lucifer en un par de telefilmes. Ya con esta hoja de servicios alcanzaría para certificar su cercanía al imaginario del metal, pero el racconto de su pesadez recién está empezando, porque Lee no sólo simbolizó el rock duro: también lo cantó. En dos discos. A los 90 años.
Lee no sólo simbolizó el rock duro: también lo cantó. En dos discos. A los 90 años.
En realidad, el actor ya había incursionado antes en el heavy: su álbum de covers Revelation de 2006 tenía versiones metaleras de “My Way” y la “Marcha del toreador” de Carmen de Bizet (años después estos temas se subieron a plataformas de streaming en un EP llamado Metal Knight). También había prestado su vozarrón para algunos temas de Rhapsody of Fire y los inefables Manowar. Pero en 2011 al fin firmó un disco del género con su nombre: Charlemagne: By the Sword and the Cross cuenta en clave de metal sinfónico la historia de Carlomagno, el regidor del Sacro Imperio Romano Germánico entre el año 800 y el 814. Tres años más tarde, específicamente en el día de su cumpleaños número 91, lanzó una secuela: Charlemagne: The Omens of Death, con arreglos de Richie Faulkner, guitarrista de Judas Priest. ¿Y por qué la insistencia con Carlomagno? Cuestión de familia: el emperador fue su ancestro por parte de madre.
¿Por qué la insistencia con Carlomagno? Cuestión de familia: el emperador fue su ancestro por parte de madre.
Su carrera en el metal no terminó ahí: con “Jingle Hell” (versión pesada del villancico “Jingle Bells”) llegó al 18° puesto en el Billboard Hot 100, con lo cual se convirtió en la persona más vieja de la historia (92 años) en tener un hit en el Top 20 del tradicional chart de singles estadounidense. “Darkest Carols, Faithful Sing” fue su último cover navideño heavy: lo editó en 2014, un año antes de fallecer.
Pero la leyenda de Christopher Lee como emblema metalero no se agota en lo musical o en lo cinematográfico: toda su vida fue un prodigio de intensidad, como si siempre se hubiera movido entre los riffs de una canción de Metallica. Un ejemplo: cuando tenía ocho años y vivía con su mamá en Londres, una noche conoció en su casa al príncipe Félix Yusúpov y al gran duque Dmitri Pávlovich, conjurados para asesinar en 1916 al místico ruso Grigori Rasputín. Más de treinta años después Lee actuó en la película The Mad Monk, donde interpretó a… Grigori Rasputín.
Mientras Lee filmaba El retorno del rey, tercera entrega de la saga de El señor de los anillos, el director Peter Jackson intentaba explicarle cómo reaccionar ante una puñalada que debía propinarle Wormtongue a su personaje Saruman. Jackson elaboró durante largo rato, hasta que Lee lo interrumpió para corregirlo: “¿Pero vos sabés qué ruido hace una persona cuando la apuñalan? Porque yo sé”. El actor no había aprendido sobre cuchillazos por la espalda viendo películas: lo había vivenciado en carne propia cuando peleó en la Segunda Guerra Mundial.
Lee entró a la milicia… porque quiso. En 1939 se ofreció como voluntario en el Ejército Finlandés para pelear contra la Unión Soviética en la Guerra de Invierno. Dos años después se enlistó en la Fuerza Aérea Real británica, pero en su penúltimo vuelo de entrenamiento -mientras estaba apostado en la colonia africana de Rhodesia del Sur- le descubrieron un problema en el nervio óptico que le causaba visión borrosa y dolores de cabeza. Lejos de desanimarse y volver a la vida civil, se ofreció para desempeñarse como agente de inteligencia, aprovechando que hablaba con mayor o menor fluidez inglés, italiano, francés, español, sueco, ruso, griego y mandarín.
Tras varios destinos por el norte de África jugó un rol fundamental en la Batalla de Montecassino, una serie de enfrentamientos con los cuales los aliados buscaron entrar a la Roma dominada por el Eje. También integró una unidad de agentes secretos conocida como el “Ministerio de la Guerra poco Caballerosa”, sobre cuyas actividades nunca entró en detalles (“estuve ligado alguna vez pero tenemos prohibido -en pasado, presente y futuro- discutir sobre operaciones específicas”, dijo en 2011). Terminada la guerra se le asignó una “cacería” de jerarcas nazis en diáspora: “Nos daban informes de lo que habían hecho y nos decían que los encontráramos, los interrogáramos todo lo que pudiéramos y los entregáramos a las autoridades pertinentes”, contó. Se retiró de la Real Fuerza Aérea en 1946 con el rango de Teniente.
Con este conocimiento, no es de extrañarse que figure en el Libro Guinness de los Récords por ser el actor con más peleas de espadas en la pantalla grande: en 17 películas se enfrentó a otros actores con sables, floretes y otros filos. Con todo, las que se le ven en el Episodio II de Star Wars fueron hechas por un doble: a los 80 años se había retirado de la esgrima cinematográfica.
Lee está en el Libro Guinness de los Récords por ser el actor con más peleas de espadas en la pantalla grande.
De todas formas, a esa altura la jubilación todavía no estaba en sus planes: le quedaba tiempo y ganas para ponerle la frutilla al postre de su mito metalero con dos discos propios y para encarnar a Saruman en otra de las trilogías más importantes de la historia del cine, la de El señor de los anillos, un papel para el que -sabía- era ideal. ¿Por qué lo sabía? Porque se lo había dicho en persona el mismo J. R. R. Tolkien, a quien también conoció.