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Columnistas

Fútbol, birra y heavy metal

Liverpool y Real Madrid juegan la final de la Champions League y reeditan la definición de 2018 que quedó para los españoles. Jurgen Klopp, conductor de los ingleses, fue uno de los tantos que la padeció. Histriónico, volcánico, querible, logró que su equipo jugara todos los partidos posibles del año y está a uno de volver a ser el mejor de Europa.

klopp

En mayo de 2015 Jurgen Klopp era todavía el entrenador de Borussia Dortmund. Se presentó a la conferencia de prensa previa a la final de la Copa de Alemania como siempre, con equipo deportivo y su clásica gorra. Iba a dejar el club tras ese partido y los rumores indicaban que lo quería el Real Madrid, que se había quedado sin Carlo Ancelotti. Un periodista rápido de reflejos y ávido de un título le preguntó si estaba estudiando español. Fingió sorpresa, sonrió y pronunció cuatro simples palabras: “Una cerveza por favor” y su risotada cerró el momento. Su proyecto de año sabático finalizó tres meses después cuando el equipo británico, que también tanteó italiano, lo llamó. Hoy serán rivales en París, que fue elegida cuando la UEFA canceló a San Petersburgo por la invasión de Rusia a Ucrania.

Justamente en Kiev, hace cuatro años, Klopp llegó a la definición contra los españoles que ganaron 3-1 con el protagonismo excluyente de Gareth Bale, que anotó dos veces, y el arquero Loris Karius, que le regaló dos goles al Madrid. Eso motivó la compra del brasilero Alisson, una garantía en el arco y a partir de ahí comenzó a gestarse un equipo de época. Desde su llegada a la ciudad de Los Beatles el alemán había perdido tres finales y en 2019 quedó segundo en la Premier League a pesar de haber hecho 97 puntos, el 85% de efectividad, porque el Manchester City hizo uno más. Parecía que no podía romper el maleficio, pero tras ganar la Champions contra el Tottenham un año después de la derrota con el Real, se desató un vendaval: tres títulos locales y dos internacionales más.

Hay veces que las estadísticas son un cúmulo de números que no explican lo que pasa, pero con Klopp sí porque permiten entender mucho. Liverpool llevaba diez años sin ganar la Copa de la Liga, catorce sin levantar la Champions y la Supercopa europea, dieciséis sin quedarse con la FA Cup, no había ganado nunca el Mundial de Clubes y la más significativa, terminó con treinta años sin ganar la Premier League. Todo eso en siete años. El club había sido campeón inglés por última vez en 1990 cuando Klopp firmó su primer contrato profesional con el Mainz 05. Si bien todavía está lejos en cifras de Bob Paisley, Kenny Dalglish y Bill Shankly, el tridente de entrenadores más ganadores del club, nadie duda que su paso a la historia roja está asegurado.

“En mi carrera de futbolista nunca pude llevar a la cancha lo que tenía en la cabeza. Tenía el talento para jugar en 5ta y la mente para estar en la Bundesliga. El resultado fue una carrera en Segunda división”. Tras años en el fútbol amateur de Frankfurt, donde se recibió en la carrera de Ciencias del Deporte en la Universidad Goethe, lo fichó el Mainz donde jugó once años y se retiró como el tercer futbolista en partidos y goles de la historia del club. Ahí debutó del otro lado de la línea de cal y estuvo siete temporadas. Lo agarró en segunda división, lo ascendió, lo clasificó a Europa League, descendió y, como no logró volver a Primera División, renunció. A pesar de eso Borussia Dortmund lo contrató. Se convirtió en la pesadilla doméstica del Bayern Munich: le ganó dos ligas, además de una Copa de Alemania y dos Supercopas locales. Sin embargo, Bayern se quedó con el duelo más caliente: la Champions League de 2013, la primera de las cuatro veces en las que Jurgen dirigió el último partido del torneo.

A pesar de su origen se trata de una persona abierta, de alto perfil y extrovertido. Su definición de lo que aspira en el fútbol es solo una muestra. “A Arsene Wegner (ex DT del Arsenal) le gusta tener la pelota, jugar un fútbol de pases. Es como una orquesta, pero con una canción silenciosa. A mí me gusta más el heavy metal. Siempre quiero que sea ruidoso”. La metáfora musical refuerza la imagen de sus equipos intensos, de presión alta y con una voracidad muy grande. La anécdota de la cerveza sí cumple con el preconcepto del amor de los alemanes por la bebida y gracias al alcohol también se vivió uno de sus momentos más humanamente memorables. Tras la derrota con el Madrid en 2018 se viralizó un video de él con Campino, lider de los Die Toten Hosen, borrachos, cantando en la madrugada ucraniana. “Vimos la Copa de Europa, Madrid tuvo toda la puta suerte. Juramos que seguiremos siendo geniales. Lo traeremos de vuelta a Liverpool”.

En los cánones del fútbol argentino, cualquier entrenador en su misma situación hubiese sido eyectado del cargo por la presión de los hinchas. Sin embargo, Klopp siguió y un año después cumplió con el cierre de la canción. En España otra vez estuvo junto a Campino, pero esta vez el video fue sobrios y con la Champions en la mano. El cantante, fanático del Fortuna Dusseldorf en su país, es hincha de Liverpool desde antes de la llegada de su amigo. En 2005 estuvo en la final de Estambul donde los ingleses empataron 3-3 con el Milan luego de ir perdiendo 3-0 y los derrotaron en los penales. Cuando Klopp asumió le mandó un mensaje donde le dejó un pedido claro: “Hola Jurgen, bienvenido a mi club. Haceme un favor, no la cagues”.

Tenía contrato hasta 2024, pero tras la serie contra Villarreal acordaron extenderlo hasta 2026. Él seguirá cobrando lo mismo, la friolera de 12 millones de euros netos anuales, sin aumento, pero sí exigió que sus asistentes Pep Lijnders y Pete Krawietz reciban dos millones más a lo que ya les pagaban. Lo que se dice un líder positivo. También bromeó con que uno de los motivos para extender fue el deseo de su esposa, la escritora Ulla Sandrock: "¿Qué hace un buen marido si su mujer se quiere quedar? Le hace caso". Su compañera fue decisiva para asumir en Liverpool como también para que rechazara la oferta del Manchester United en 2013, como si los Reds hubieran estado predestinados para Klopp. Cuando pise el Stade de France, lo hará con su clásico equipo de gimnasia, su gorra y toda su intensidad al servicio de sus jugadores. Ganó todos los partidos de la zona de grupos, pasó a Inter, Benfica y Villarreal. La última estación es Real Madrid, el equipo más emblemático de la Champions que sacó a PSG, Chelsea y Manchester City, los gigantes hinchados a petrodólares. El equipo donde pudo dirigir y del que quiere vengarse desde hace cuatro años.

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