Primero que todo, dejemos bien en claro este concepto: el hombre ideal es el que presenta cierto porcentaje de factibilidad. Por ejemplo: si sos hombre y te gusta otro hombre, asegurate de que el señor en cuestión demuestre algún interés por el mismo sexo, o sea, por el tuyo... además de que tenga interés por el sexo en general, algo que nunca se pregunta y es tan importante.
Habiendo hecho esa aclaración fundamental, preguntémonos ahora: ¿existe el hombre ideal? Sí, claro que existe. Existe el hombre ideal para que te haga el asado como a vos te gusta (se los suele ubicar en restaurantes, al lado de las parrillas, con un cuchillo grande y una bandeja en las manos); existe el hombre ideal para arreglarte el calefón (lo tengo agendado como "Sr. Beto Plomero"); existe el hombre ideal para contarle tus problemas y que te contenga (se los suele encontrar en la cartilla de la prepaga bajo la categoría de "Psicólogos") y existe el hombre ideal para enamorarte. Mis amigas dicen que tiene un aire al estafador de Tinder.
Existe el hombre ideal para enamorarte. Mis amigas dicen que tiene un aire al estafador de Tinder.
La cuestión es tan simple como difícil de poner en práctica: existen tantos ideales como expectativas. Te pongo un ejemplo: así como cuando necesitás arreglarte una caries vas al dentista, buscás un hombre ideal cuando sentís que estaría bueno darle algún uso a ese lado de la cama que hace meses está desocupado (porque, pongámonos de acuerdo: llenarlo con la compu, el perro, una pila de libros o la ropa que te sacaste anoche no entran en la categoría de "buen uso").
Un hombre ideal, de acuerdo a las expectativas de la persona buscante, puede ser aquel que te cuide cuando te enfermás, que se asegure de que llegaste bien, que no ronque (mucho), que más o menos te guste, o no te disguste, o te dé bola, o un poco de bola, o que no simule que justo le sonó el celular y no te puede saludar cuando pasás por al lado...
Cada cual tiene su expectativa personal: mi amiga Juli no soporta a los que se comunican con el mozo imitando la voz del Pato Donald; mi vecino Pablo sólo les da cabida a los que no muestran los mocos después de sonarse. Gustos son gustos. A riesgo de parecerte pretenciosa, te cuento que yo tengo una condición más o menos innegociable: que no le gusten las películas de Van Damme (o que, si le gustan, por lo menos no se la pase tratando de recrear con dos escarbadientes las escenas de pelea).
¿Seguís preguntándote si el hombre ideal existe? Sí, existe. Pero si lo definimos, lo limitamos.