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Cultura & Espectáculos

Los escritores hablan de plata

Con su discurso, Guillermo Saccomanno se atrevió a hablar de dinero y de las asimetrías dentro de la industria editorial. Claudia Piñeiro, Susana Szwarc, Enzo Maqueira y Gonzalo Unamuno explican por qué los escritores tendrían que tener los mismos derechos que cualquier otro trabajador y cómo avanza la Ley del Libro.

En la inauguración de la 46° edición de la Feria del Libro, Guillermo Saccomanno pateó el tablero. Su discurso despertó una masiva adhesión en general con algunas dosis de crítica en particular. “A algunos no les va a gustar”, ya había anticipado el escritor.

El autor de Cámara Gesell se las arregló para decir que el evento es una feria de la industria y no de la cultura, hacer alusión al “injuriante pabellón Martínez de Hoz” y también referirse a la historia de la Sociedad Rural. Pero, por sobre todas las cosas, colaboró a visibilizar una problemática que los escritores vienen denunciando desde hace un tiempo: que escribir es un trabajo y por eso, hay que discutir condiciones. El texto que escribió Saccomanno para leer ese día se llamó “Un oficio terrestre” y allí habló de los oligopolios del papel, de cuánto vale imprimir un libro, de los escritores que pagan para ver su obra publicada y del vínculo desparejo con las editoriales.

Los escritores son changarines culturales: viven de lo que pueden.

Juan Diego Incardona, director de la Casa de la Provincia de Buenos Aires

Diario con Vos entrevistó a reconocidos escritores para entender de qué vive un escritor y cómo es el vínculo con las editoriales. De la necesidad de acceder a derechos laborales y de cómo avanza la reglamentación de la ley del Libro en un contexto preocupante en el que peligran los fondos para el cine, bibliotecas populares y otros institutos.

El oficio terrestre: de qué vive un escritor

Borges vivía de dar conferencias y Cortázar siguió trabajando como traductor hasta los sesenta años: cuando publicó Rayuela todavía no podía vivir de escribir. Lo logró recién muchos años después.

Al día de hoy las cosas no han cambiado demasiado. “Los escritores son changarines culturales. Viven de lo que pueden”, aseguró el director de la Casa de la Provincia de Buenos Aires, Juan Diego Incardona. “Todo es a base de acumulación. El escritor vive de muchísimas cosas, excepto de su principal ocupación, que es escribir”, dijo el novelista Gonzalo Unamuno.

Claudia Piñeiro expuso con precisión cómo, en el mejor de los casos, la sumatoria de trabajos relacionados puede ser redituable de algún modo: “con anticipos (cuando los pagan), derechos de autor, conferencias (cuando las pagan), notas en periódicos (cuando las pagan), participación en jurados literarios (esto por lo general lo pagan), participación en ferias, congresos o festivales (cuando las pagan), venta de libros a otros formatos (cine, podcast o lo que sea)”.

En el marco de las jornadas profesionales de la Feria, la Unión de Escritoras y Escritores propuso un tarifario para presentaciones de libros, talleres y jurados de concursos literarios, entre otras actividades. 

“La idea de este tarifario es sentar un precedente, plantar una bandera y decir: escribir es un trabajo y por nuestro trabajo exigimos una remuneración. Nos sucede permanentemente entre colegas esto de estar preguntándonos cuánto deberíamos cobrar por tal o cual trabajo”, le explicó la escritora Débora Mundani a Página/12. 

Las editoriales: cuando leer la letra chica no alcanza

Según Unamuno los contratos con las editoriales “nunca son justos con el autor”. “El editor Guillermo Schavelzon dijo hace algunos años que el famoso 10% que perciben los autores (del precio de tapa) como regalías por la venta de sus libros es algo que se da por sentado desde hace siglos, cuando el libro era un objeto carísimo de realizar, manual, artesanal, y cuando los mecanismos de distribución no eran ni cercanos a los actuales, dejando de lado la digitalización de la obra”, explicó Unamuno. Y agregó la dificultad que supone que la mayoría de las editoriales se queden con los "derechos universales" de una obra. 

Calcular las ganancias del escritor es imposible porque en Argentina no existe un registro oficial de ventas como sucede en otros países.

Por su parte, Piñeiro observó que algunos contratos “son más justos que otros: depende de la editorial, el agente que negocia y el poder de presión que pueda tener cada escritor”. La autora de Catedrales coincidió con Saccomanno en que “el 10% que nos toca no es justo porque se suele pagar mal y fuera de tiempo, degradado por la alta inflación del país. Además, hay algunas editoriales que no lo terminan liquidando nunca. Y calcular si está bien liquidado es imposible porque en Argentina no existe un registro oficial de las ventas como sucede en otros países”.

Claudia Piñeiro y Enzo Maqueira

Las ganas de ser leídos hace que los escritores muchas veces acepten condiciones asimétricas: “En poesía, la mayoría de las veces es el escritor quien paga su propia edición, y muchas veces en narrativa también. O sea, no sé si va la palabra ‘justicia’. Sucede, está aceptado así”, resumió la poeta Susana Szwarc. En la misma línea, Piñeiro aconsejó a quienes recién empiezan y quieren ser publicados que se asesoren en la Unión antes de firmar un contrato, “no solo por los porcentajes sino también por otras cláusulas que luego te dejan mal atado a la hora de las traducciones o de vender derechos al cine. Muchas veces, la peor cláusula es la del tiempo del contrato”, detalló.

Escribir es un trabajo: Jubilación, obra social y Ley del Libro

El último proyecto de ley para la creación del Instituto Nacional del Libro se presentó en diciembre. Teniendo en cuenta la situación del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip) y la de otros organismos ligados a la cultura, los escritores no creen tener muchas chances de que avance.

La denominada Ley del Libro tiene como finalidad fomentar la producción editorial, la distribución de libros de manera federal y conseguir papel a precio razonable, entre otras normativas. Si bien tiene el apoyo de la mayor parte de la industria, hay voces que se expresan por lo bajo en disidencia.  “En general, siempre hay oposición de quien en ese momento ejerce el poder y maneja los presupuestos –observó Piñeiro–. Temen que le saquen a ellos para mandar ese dinero al ente que crearían leyes como la del Libro. Nos pasó en todos los gobiernos. Hay que buscar un mecanismo de otorgamiento de dinero que no pueda ser objetado, y hay que convencer del valor de la cultura a muchos de quienes luego deben votar esa ley. Creo que la Unión está haciendo un muy buen trabajo para lograrlo”.

Algunos todavía tienen esa idea de que ‘no soy trabajador: soy artista, soy un iluminado’.

Enzo Maqueira, Unión Argentina de Escritores

Además, no a todos los escritores y escritoras se los esuccha expresar su adhesión a la propuesta o contar lo positivo que sería. “Algunos todavía tienen esa idea de que ‘no soy trabajador, soy artista, soy un iluminado’ –analizó Enzo Maqueira, integrante de la Unión–. Les cuesta mucho asumirse trabajadores, pero la verdad es que con prestigio o con aportes a la cultura no compramos la comida en el supermercado”, dijo, en la misma sintonía de Saccomanno.

Por eso, como cualquier trabajador, debería tener el derecho a jubilarse y acceder a una obra social. “Somos trabajadores, trabajamos en una industria que mueve dinero y paga a cada uno lo que le corresponde con todos los accesorios que la ley dispone… en algunos casos, excepto al escritor”, sintetizó Piñeiro.