Marzo es un mes especial en el calendario de las militancias feministas, de las diversidades sexuales y de los derechos humanos. Resaltamos en él varios días que remiten a una serie de acontecimientos que han impactado en el devenir de esos activismos. Pero no son meras distinciones en los almanaques, son fechas que están en movimiento y se resignifican al calor de las experiencias colectivas.
Así, subrayamos el 8 porque conmemoramos el Día Internacional de las Mujeres, hoy una manifestación masiva, coral e intergeneracional que toma las calles para honrar y reactualizar las luchas por la igualdad. Más recientemente hicimos lo propio con el 7 de marzo, una fecha que el activismo lesbiano milita como Día de la Visibilidad Lésbica, en memoria de Natalia “Pepa” Gaitán, una joven cordobesa asesinada por el padrastro de su novia en 2010. El 24 de marzo, Día Nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia, también forma parte de las recordaciones de los feminismos actuales. El compromiso y la generosidad de las Madres y las Abuelas de la Plaza de Mayo hicieron de la fecha una oportunidad para que otros movimientos sociales la tomaran y expandieran la demanda de los derechos humanos a partir de sus propias reivindicaciones.
Contrariamente a lo que expresaría el sentido común, cuando se consiguió la democracia, lejos de traerles libertad las mantuvo en la oscuridad de las cárceles y en la intemperie de las rutas.
Finalmente, con nuestro lápiz violeta acentuamos el 31 de marzo, inscripto en el calendario como Día Internacional de la Visibilidad Trans que busca generar conciencia sobre las condiciones de vulnerabilidad y discriminación que sufre este grupo a causa de su identidad de género. En nuestro país, esta jornada se incorpora a una historia local de este activismo que cuenta con sus propios jalones, como lo testimonia el Día de la Promoción de los derechos de las personas trans, instituido el 18 de marzo en honor a una de sus principales militantes, Claudia Pía Baudracco.
Valiéndonos de estas dos efémerides, ofrecemos una semblanza del activismo trans, con un énfasis en la construcción de su propio acervo de memoria, una de sus iniciativas más singulares.
Una historia detrás para contar
Encarnado en chicas jóvenes de distintas provincias que ejercían la prostitución como forma de ganarse la vida, dicho colectivo comenzó a forjarse en los calabozos de la última dictadura, al punto de narrar esa etapa como “la del activismo antes del activismo”. Muchachas que eran contemporáneas generacionales de las personas desaparecidas. No faltan los relatos de trans y travestis en los que rememoran encuentros con personas detenidas ilegalmente en las comisarías, punto de encuentro de los circuitos contravencionales y desaparecedores.
Contrariamente a lo que expresaría el sentido común, cuando se consiguió la democracia, lejos de traerles libertad las mantuvo en la oscuridad de las cárceles y en la intemperie de las rutas. Los edictos policiales, que conservaron su vigencia en la ciudad de Buenos Aires hasta fines de la década de 1990 y en algunas provincias, como Neuquén, hasta el 2011, fueron una de las herramientas privilegiadas de los gobiernos constitucionales para su disciplinamiento y conformaron un poder discrecional con el cual ejercieron abusos, maltratos y torturas. Prácticas que fueron acompañadas en oportunidades por la anuencia y la complicidad de diferentes sectores de la ciudadanía.
Ellas utilizaron la risa, lo festivo, lo carnavalesco y lo performático como formas de politicidad que les ha permitido reconocerse a ellas mismas y ser reconocidas por lxs otrxs.
La identidad trans-travesti se construyó en la adversidad que tuvo en los cuerpos sus expresiones más inmediatas, pero también en los lazos de solidaridad, amistad y amorosidad tejidos. Ellas utilizaron la risa, lo festivo, lo carnavalesco y lo performático como formas de politicidad que les ha permitido reconocerse a ellas mismas y ser reconocidas por lxs otrxs.
El colectivo dio lugar y se nutrió de lideresas como Lohana Berkins, María Belén Correa, Claudia Pía Baudracco y Diana Sacayan, entre otras. A lo largo del tiempo y en alianza con otros grupos de feministas, gays y lesbianas, y con otras organizaciones políticas se combinaron para la obtención y/o ampliación de derechos. Así, tuvieron lugar leyes como la de Identidad de Género y la del Cupo Laboral Trans en el ámbito de la administración pública nacional.
El crecimiento político, la intervención y el reconocimiento en la opinión pública y en la vida cultural del país, por un lado, y la necesidad de asegurarse una transmisión de su memoria colectiva, por otro, pusieron de manifiesto la necesidad de registrar y conservar las huellas de sus experiencias. En ese horizonte se ubica la creación del Archivo de la Memoria Trans.
Un puzzle de la memoria
“El Archivo nace porque Baudracco tenía una manía, tipo hobby, de juntar cosas, por ejemplo, fotos, recortes periodísticos, tickets de avión, volantes. Ella emigra a Europa y allí conoce la experiencia de organización de las trans del Viejo Continente y trae acá la idea de armarlo”. Así explica el surgimiento del Archivo de la Memoria Trans, Magalí Muñiz, una de sus integrantes, en una entrevista de reciente publicación.[1]
Como en otras ocasiones, Claudia encontró en su amiga María Belén Correa –las dos habían fundado, en 1993, la Asociación de Travestis Argentinas (hoy, Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de la Argentina, ATTTA)– una cómplice para imaginar y militar por un espacio que fuera punto de reunión para la “familia” trans, donde pudiesen alojar sus memorias y comenzar a perfilar una genealogía.
El Archivo nace porque Baudracco tenía una manía, tipo hobby, de juntar cosas, por ejemplo, fotos, recortes periodísticos, tickets de avión, volantes. (Magalí Muñiz, Archivo de la Memoria Trans)
La muerte de Claudia, en 2012, volvió más urgente la tarea. Con una caja llena de fotos y otros souvenires y un grupo cerrado de Facebook, María Belén fundó el Archivo. Rápidamente, esa página privada desbordó de imágenes y relatos, y las donaciones de fotos, papelitos, cartas y postales se acrecentaron significativamente. En 2014, el encuentro con la fotógrafa Cecilia Estalles, co-fundadora del Movimento Argentino de Fotografxs Independientes y Autoconvocadxs (M.A.F.I.A.), le permitió al Archivo desarrollar una tarea de digitalización de sus materiales, y de ese modo garantizar la conservación de su patrimonio documental.
El trabajo redundó en la realización de varias muestras nacionales e internacionales. Sin dudas, “Esta se fue, esta se murió, esta ya no está”, que tuvo lugar en el Centro Cultural Haroldo Conti, en 2017, es una de las más recordadas y se presenta como un verdadero hito en su historia, como lo es el libro Archivo de la Memoria Trans Argentina, una iniciativa que compartieron con la editorial Chaco y que salió al ruedo en diciembre de 2020, en plena pandemia.
María Belén Correa, Cecilia Estalles, Carmen Ibarra, Magalí Muñiz, Carolina Figueredo y Cecilia Saurí son las actuales encargadas de sostener el proyecto. Aquella caja con los recuerdos de su mentora se transformó en una colección de 10.000 piezas que provienen de todo el país y que van desde la década del cuarenta hasta finales de los años noventa.
El colectivo trans travesti en la Argentina tiene una rica historia y la creación de un archivo es su mejor testimonio. La conmemoración del Día de la Visibilidad Trans es una oportunidad para que esta experiencia se conozca.
* Texto de Débora D´Antonio y Karin Grammático, Asociación Argentina para la Investigación en Historia de las Mujeres y Estudios de Género.
[1] Tramas feministas al Sur, Madreselva, Buenos Aires, 2022.