Viernes, 29 de Marzo de 2024 Nubes dispersas 24.6 °C nubes dispersas
 
Lunes, 11 de Octubre de 2021 Nubes dispersas 24.6 °C nubes dispersas
 
Dólar BNA: $902
Dólar Blue: $1010
Columnistas

El “Partido de la Muerte” que los ucranianos le ganaron a los nazis

A casi diez días de la invasión rusa a Ucrania, Kiev todavía resiste el embate mientras la presión internacional intenta frenar los anhelos expansionistas de Vladimir Putin. Muchos ciudadanos se han sumado a las fuerzas armadas, incluso deportistas como el tenista Sergey Stakhovsky, el ajedrecista Georgy Timoshenko o el boxeador Wladimir Klitchsko, cuyo hermano Vitaly, además de ex campeón mundial de los pesos pesados, es el alcalde de la ciudad. Muchos recuerdan todavía la ocupación nazi que en septiembre de 1941 logró quedarse con la ciudad. Un año después se produjo uno de los hechos más espectaculares en la historia del fútbol cuando un grupo de jugadores se enfrentaron a sus usurpadores: el Partido de la muerte.

El campeonato soviético de fútbol tuvo su inicio en 1936 y terminó en 1991 con la caída del Muro de Berlín. Los equipos de Moscú fueron los grandes animadores junto al Dinamo de Kiev, el más ganador de la historia. Hubo campeones armenios, georgianos y bielorrusos, pero las dos grandes ciudades soviéticas dominaron el torneo. Con la llegada de los alemanes en la Segunda Guerra Mundial, se suspendió la competición. Algunos futbolistas fueron al ejército y otros se quedaron en la resistencia civil, como le pasó a Nikolai Trusevich, arquero del Dinamo, que vagaba por la ciudad sin hogar ni comida. A pesar de su estado fue reconocido en la calle por Josif Kordik que manejaba la panadería 3 de Kiev, que lo llevó como barrendero a cambio de casa y comida.

Foto del poster del partido

Kordik lo alentó a que buscara a sus ex compañeros para jugar nuevamente. Reunió a siete del Dinamo, a otros tres del Lokomotiv y dieron forma al FC Start, un equipo que sería leyenda. En junio de 1942 tuvieron su debut con un aplastante 7-2 conta el Rukh, una formación local. Seis juegos más contra fuerzas húngaras, rumanas y trabajadores de ferrocarril militar engrosaron su invicto y también un fervor popular que llegó a oídos de los nazis, que organizaron un encuentro contra el Flakelf de la Luftwaffe, la temible aviación alemana. El 6 de agosto el Start firmó un lapidario 5-1 y aparentemente ante el temor a que las victorias inspiraran a los ucranianos, los militares fijaron una revancha para tres días después en el estadio Zenit de Kiev.

Los futbolistas, que eran prisioneros y no tenían el mejor estado físico, debieron soportar el juego brusco de los nazis y la complicidad del árbitro, un oficial de las Waffen-SS, el cuerpo de elite que dirigía Heinrich Himmler, el jefe de la policía nazi, que soñaba con ser el sucesor de Adolf Hitler.

Siempre se dijo que en la previa del partido los ucranianos habían sido amenazados con que debían perder, pero fue desmentido años después por Vladen Putistin, presente en el partido e hijo de Mijail Putistin, uno de los futbolistas. "No hubo patadas, nadie dijo a los jugadores que tenían que perder; hubo momentos muy tensos, pero sólo porque el partido fue intenso", dijo en 2005 para el documental "Los once de la muerte: un partido de fútbol a vida o muerte" de Claus Bredenbrock.

El partido de la muerteSí hubo juego brusco e incluso los alemanes pudieron anotar uno de sus goles porque Trusevich tuvo que salir por una patada en la cara. A pesar de eso el FC Start terminó arriba al final del primer tiempo con una victoria por 3 a 1. Ahí es cuando la leyenda cuenta de la amenaza por si ganaban, aunque sí fue cierto que antes del inicio se negaron a realizar el saludo nazi.

Ya en la segunda parte hubo dos momentos que sellaron el destino del partido, y también el de los jugadores. Primero Makar Goncharenko, del Dinamo, sacó a pasear a la defensa alemana para anotar su gol y ya sobre el final vino el tiro de gracia cortesía de Oleksey Kilimenko. El defensor repitió lo hecho por su compañero, pero cuando pasó al arquero y el arco quedó a su merced, se dio vuelta y pateó hacia el medio, como bien lo cuento Andy Dougan en su libro “Dinamo, defendiendo el honor de Kiev”. Ganaban 5 a 3 y ya no habría margen para nada. El árbitro terminó el partido antes y hasta hubo una foto de ambos equipos. Una semana más tarde jugaron nuevamente contra el Rukh y consiguieron su novena victoria seguida.

El 16 de agosto fueron arrancados de sus barracas para ser interrogados por ser, supuestamente, colaboradores de la policía soviética. Nikolai Korotkykh murió por las torturas, mientras que el resto fue llevado a campos de concentración donde varios murieron como Kilimenko o Trusevich. Solo tres sobrevivieron: Fedir Tyutchev, Mikhail Sviridovskiy y Goncharenko.

Con el fin de la guerra, el régimen de Josef Stalin escondió esta historia y hasta acusó a los tres de haber sido colaboracionistas. Recién en 1959 fueron liberados y sus historias utilizadas para la propaganda soviética. Dos películas rusas y otra húngara dieron cuenta de la historia, aunque la de mayor impacto fue Escape a la Victoria, de John Huston, que se inspiró en el Partido de la Muerte aunque la adaptó con un equipo de la resistencia francesa que empata con los alemanes y logran escapar tras el partido. Las escenas del partido son de las más bellas y realistas que se filmaron alguna vez. Parece un partido de verdad. Michael Caine encarna a John Colby el entrenador y capitán de un equipo que contaba con tres campeones mundiales: Pelé, Bobby Moore y Osvaldo Ardiles, que todavía jugaba en Tottenham. Mientras que al inexperto arquero Robert Hatch lo interpretaba Sylvester Stallone que venía de ser Rocky en las dos primeras de la saga y luego de esta película sería debutaría como Rambo.

Actualmente los ucranianos esperan la llegada de las tropas rusas al centro de la capital, mientras construyen barricadas en la Plaza Independencia, que fue la sede las protestas de 2014. A menos de cinco kilómetros se encuentra el viejo estadio Zenit, llamado “Start” en homenaje a los once futbolistas que vencieron al invasor. Una estatua de puro realismo soviético los recuerda y tiene en su base una frase que puede aplicar a los que defiende el país hoy: “De la rosa solo nos queda el nombre”.