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Columnistas

Dos veces lo mismo, pero diferente

Duplicado

La duplicación casi siempre parece un beneficio: es mejor tener dos que tener uno. En la cultura del 2x1 la segunda unidad mejora a la primera, y las ventajas hacen pie en base doble más que en single.

Muchos productos se venden de a dos y dejan al descubierto la tendencia humana de necesitar dos veces lo mismo o de dárselas por duplicado contra el mismo error. Cepillos de dientes que se venden de a dos, pares de repasadores, calzoncillos idénticos de color diferente y yogures siameses de envases troquelados se ofrecen por partida doble en las góndolas del supermercado. Deme dos.

Pero una duplicación no es lo mismo que una réplica. Lo duplicado convive con su original. Lo replicado no.

Cepillos de dientes que se venden de a dos, pares de repasadores, calzoncillos idénticos de color diferente y yogures siameses de envases troquelados se ofrecen por partida doble en las góndolas del supermercado. Deme dos.

La réplica nunca está en el mismo lugar lo replicado. Algo que no entienden muy bien los que administran los trámites en los que piden original y fotocopia, y preguntan cuál es cuál. ¿Si no pueden distinguir el original para qué piden la fotocopia?

Antes de que el apellido de Karl Marx le diera nombre al marxismo, el filósofo alemán marcó un rasgo diferenciador entre el duplicado y la réplica: “la historia se repite; primero se da como tragedia y después como farsa”. Por supuesto que lo dijo en otro contexto (el análisis comparativo de Napoleón y Luis Bonaparte), pero bien vale señalarlo aquí para dar cuenta de ese perfil trucho que delata a cualquier réplica.

En el caso de los edificios emblemáticos eso se hace muy patente. Por todo el mundo hay edificios replicados. Y quizás el Big Ben de Londres sea el que más gemelos tenga. La Argentina también tiene lo suyo: el histórico Cabildo de Buenos Aires (que no tiene ni un solo ladrillo del original) tiene su réplica en la ciudad de La Punta, en San Luis. Una provincia de gobernadores con apellidos duplicados.

En la China, la replicación es considerada un arte, algo que no llama la atención a la mirada occidental que ve en los chinos una variedad homogénea de rostros replicados. Y hay edificios emblemáticos de ciudades europeas que están replicados en las “nuevas” metrópolis de la China.

Hay edificios emblemáticos de ciudades europeas que están replicados en las “nuevas” metrópolis de la China.

Pero hay réplicas más austeras que abundan entre los souvenires turísticos, como el Coliseo Romano o la Torre Eiffel. Incluso, como recuerdo de París, ya se venden réplicas de la estrella del PSG:  Lionel Messi en miniatura, valga la redundancia.

Las segundas marcas también son como un intento de réplica fallida. Y en épocas de crisis el índice de ventas se invierte y se da la paradoja de que las segundas son primeras y las primeras son segundas. Se ve claramente en el consumo de leches: la gente reemplaza la serenidad por la armonía. Parece lo mismo, pero no.

¿Y si todo con lo que nos relacionamos cada día fuera una réplica de originales que están guardados en otro lugar? Quizás amontonados en galpones que, a su vez, son réplicas de otros galpones originales que están guardados en otros galpones que son réplica de los primeros.

El almuerzo del 25 repite la cena del 24, no ya como tragedia sino como farsa.

Cada vez que en las redes sociales aparece un Hombre Araña señalando a otro, se pone de manifiesto una delación recíproca. ¿Cuál es el original? No se sabe, pero lo importante es remarcar que son lo mismo.

En las vísperas del comienzo de un nuevo año, nadie espera encontrarse con un 2022 que sea un duplicado de 2021. Pero siempre está el riesgo de la réplica. De que no sea lo mismo, pero sí más parecido que diferente.

Bien sabemos que el almuerzo del 25 repite la cena del 24, no ya como tragedia sino como farsa. Y mientras los fármacos digestivos cumplen con la noble tarea de evitar que se repitan los alimentos de la fiesta de anoche, queda lugar para un deseo: que esta columna sea el original de una réplica futura que será leída por un lector que aún no sabe leer. Chin chin.