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Columnistas

Cómo sobrevivir a la Navidad con tu tío facho

Navidad

Por Feminacida

“Ya no se puede hacer chistes con nada” dice un familiar en la cena navideña y enciende la mecha de lo que será una noche difícil. Si la política o la religión ya eran temas vetados en las fiestas, el feminismo parece haber caído en la misma suerte. Una guía feminista para hacerle frente al tío que hace “chistes” machistas, a la tía que pregunta por el novio y al primo que se enoja con el lenguaje inclusivo.

Noche de paz, noche de amor

La mesa se viste desde temprano con el mejor mantel navideño. El ventilador de techo prendido desde la mañana y el viento caliente de la calle mueven los adornos del árbol, abrigado con guirnaldas y cartitas de las nietas y los nietos. Entre las ramas verdes y las luces prendidas 24/7 se sostienen un angelito de cerámica y un adorno de Coca de hace veinte años. A medida que cae la tarde, las familias empiezan a turnarse para la ducha, lustran los “pepés”, se bañan en perfume, compran sidra y verdura para la ensalada y yendo, abue.

Las fiestas son una caja de pandora. Esa noche todxs esperan una hermosa jornada en familia con brindis y regalos, pero las emociones a flor de piel pueden ser una sentencia para esa cena que de a poco toma forma y color. La abuela lo sabe y ya tiene preparada su frase para mitigar los chispazos de la noche: “Haya paz”.

Navidad Las familias y lxs amigxs llegan de a poco. Lxs niñxs corren alrededor de la mesa, juegan con los muñecos del pesebre, vuelcan gaseosa, se ensucian la ropa nueva, alguien los reta. Desde la ventana del patio, mientras escucha fragmentos de la conversación que tienen los hombres en la parrilla, una feminista mira como una tía pone la mesa, otra termina de untarle mayonesa a la ensalada rusa, y la abuela cuida con distancia a lxs nenxs que, movidos por la sospecha, buscan el escondite de los regalos. Entonces, la feminista le da un trago a la cerveza, respira hondo y se entrega al deja vú.

Contar hasta mil

Todas las personas que ya aceptaron la posibilidad de que, en una de esas, puede ser que la división de roles sea injusta y que la violencia machista exista, saben que los eventos familiares son un campo minado. Cualquier charla puede llevar a un comentario de mierda, a una discusión acalorada, a una ofensa imperdonable. Ni bien el primer invitado pone un pie en la casa anfitriona empieza a girar una ruleta. ¿Qué lío explotará esta vez? Nadie lo sabe. La irrupción de los feminismos en las mesas de todos los días ya tiene un recorrido, y, como cuánto más crece, más molesta, hace varios años ya que tiene todos los números para ser el bardito de la noche durante las fiestas. A nadie le importa tanto que Boca haya salido campeón de no sé qué o que Gallardo haya renovado en River. La Navidad hace años que es feminista, le pese a quien le pese.

Cualquier charla puede llevar a un comentario de mierda, a una discusión acalorada, a una ofensa imperdonable.

Sin embargo, a pesar de la batalla inminente, no puede negarse que dos años de pandemia aportan otra valoración de los momentos en familia y, debido a que ponerle el vitel toné de sombrero al tío Carlos no es para nada gratuito, la feminista se levanta a buscar hielo para el fernet e ignora la conversación ni bien escucha que alguien abrió la partida con el llamado Wandagate.

Elegir las batallas

El tío vuelve desde el patio con la bandeja y dice “¿Quién quiere chori?”. Como nadie lo escucha por el volumen de la tele, ya son casi las 11 y Crónica pide pista, el tío camina y ofrece chorizo uno a uno a los comensales. Cuando llega a la feminista, ni le pregunta si quiere o no; lo sirve directamente y dice “Vos comé que estás flaca”. Ella, que además es vegana, recuerda el consejo que un día le compartió una amiga después de escucharlo en la radio: elegí tus batallas. Lo mira, sonríe, acepta el chori y después se lo da a alguien más. Podría optar por plantarse y decirle que no tiene derecho a opinar sobre su peso o su aspecto, pedirle que abandone ese aire paternalista de mierda y se meta el chorizo en su plato. Pero, ¿para qué? “Qué lindo sería armar un buen bardo”, piensa mientras mira al resto pinchar los platos, volcar la bebida, fumar en la puerta entre plato y plato.

La gran desventaja de mantener la paz en una reunión es que no depende de la voluntad de una sola persona, sino de la mayoría; de casi todas, de hecho. Y el feminismo molesta demasiado como para que así sea. Es muy probable que alguien en algún momento de la noche haga un comentario descaradamente machirulo, no sólo por convicción o costumbre, sino por haber tomado la determinación de pudrirla, porque el feminismo jode mucho y está sobre todas las mesas. Pues entonces, la feminista va a haber esquivado palos que hasta ese momento hayan volado por los aires, hasta alguien la interpele directamente: “¿Y las feministas que piensan de las dos asesinas que mataron a un nene?”.

Tener una estrategia

La mayor apuesta de quien no tiene grandes argumentos para sostener una idea en una charla es que se pudra todo. ¿Cómo hacer que se pique rápido sin demasiado esfuerzo? Provocando. Es muy probable que haya alguien a quien le vale una mierda la Navidad, o que simplemente ese día se haya levantado con ganas de pelear, o quizás se haya pasado unas copas. Pero la feminista sabe más por vieja que por feminista y no le da el gusto porque señoras y señoras: tiene una estrategia. Se para y dice riéndose “yo no soy feminista, a mí el feminismo me traicionó”. Y se va al baño. Entonces nadie va a entender un carajo y para cuando vuelva ya todos van a estar hablando del precio de las cosas y el colegio de lxs chicxs.

La prima cercana

Discutir durante la cena navideña puede dar satisfacción, pero muchas veces la consecuencia no es más que arruinarse la digestión. El recorrido en relación a la desigualdad de género seguro que no es el mismo para todxs lxs que se encuentran en ese tipo de reuniones. Entrar en un debate sobre el origen de la vida y los aspectos estructurales de la violencia machista no es tarea fácil.

Y en el momento de la cena en que alguien advierte la cantidad de mujeres en la reunión, el tío que terminó la repartija de achuras enciende el fuego: “¿Y los novios para cuándo?”.

La buena noticia es que, así como la feminista fortaleció su militancia, otres integrantes de su familia también. En esta ocasión vino a compartir una prima lejana, que se suma a las otras primas que cuchichean en la otra punta de la mesa. Y en el momento de la cena en que alguien advierte la cantidad de mujeres en la reunión, el tío que terminó la repartija de achuras enciende el fuego: “¿Y los novios para cuándo?”. La feminista, que hasta ese momento se creía sola, levanta la mirada y encuentra en los ojos de las primas la complicidad de quienes en verdad esperaban la pregunta. Entonces una carraspea anunciando una contestación y dice “Yo en realidad soy lesbiana, pero ella —y señala a la otra— anda como con tres. Amor libre le dicen”. Una medio paqueta toma un trago para disimular la sorpresa y el tío, que no será feminista, pero entendió todo, se ríe y descomprime: “Bueno, la novia. Mientras sea de Boca…”.

Durante la charla, una tía viva ya preparaba copas y sidras; minutos más tarde llega el brindis, los abrazos, las uvas y los regalos. ¡Feliz Navidad!