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Columnistas

El héroe que faltó el día que River fue campeón mundial

Por Federico Yañez

Consumada la continuidad de Marcelo Gallardo en 2022, el objetivo del entrenador de River será recuperar el protagonismo en el plano internacional, algo que falló este año, primero con Palmeiras y sobre todo contra Atlético Mineiro. De los nueve formatos de campeonatos que disputó ganó siete, salvo la Copa de la Liga y el Mundial de Clubes. Justamente esta semana se cumplen 35 años del único título del mundo del club cuando en 1986 se quedó con la vieja Intercontinental. En ese partido derrotaron al Steaua de Bucarest, el equipo del ejército rumano, cuyo arquero titular, tras ganar la Champions, habría sido torturado y no jugó más.

En 1960 la UEFA y Conmebol decidieron que sus campeones continentales jugaran entre sí para definir cuál era el mejor equipo del mundo. Hasta 1979 se jugaba a partidos de ida y vuelta, pero un año después la empresa Toyota se convirtió en patrocinador y la definición se llevó a partido único en el estadio Nacional de Tokyo. El primer campeón fue Nacional de Montevideo, que derrotó al Nottingham Forest de Brian Clough, donde atajaba Peter Shilton.

Alzamendi convierte el único gol del partido.

River había perdido las finales de Copa Libertadores de 1966 contra Peñarol, el día que nació el apodo de "gallinas", y la de 1976, cuando definió con Cruzeiro sin Ubaldo Fillol, Daniel Passarella y Roberto Perfumo, todos lesionados.  En 1984 Rafael Aragón Cabrera contrató a Héctor Veira y también logró la vuelta de Norberto Alonso desde Vélez para formatear a un equipo que dos años después logró romper el estigma gracias a los goles de Juan Gilberto Funes.

El 14 de diciembre de 1986, con un gol de Alzamendi tras un saque rápido de Alonso, River ganó 1-0 y se quedó con su único título mundial. Nery Pumpido, Oscar Ruggeri y Héctor Enrique se convirtieron en los únicos argentinos que en un mismo año calendario ganaron torneo local, continental y mundial con su club y la Copa del Mundo con el seleccionado. Se sumaron así a los otros siete jugadores a nivel mundial que lo había logrado, todos brasileros, entre los que está Pelé.

Pumpido, Ruggeri y Héctor Enrique se convirtieron en los únicos argentinos que en un mismo año calendario ganaron torneo local, continental y mundial con su club y la Copa del Mundo con el seleccionado.

Sin embargo, lo singular fue el rival contra el que lograron eso: el Steaua de Bucarest, el equipo del ejército rumano, el único del bloque comunista que fue campeón europeo, algo que pudo haber logrado el Partizan de Belgrado, pero se topó en 1966 contra el Real Madrid (que ya no contaba con Alfredo Di Stefano).

La final de la entonces Copa de Campeones de Europa, hoy Champions League, se jugó en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán contra el Barcelona, favorito por peso específico y porque se jugaba en España. A los culés los lideraban Bernd Schuster, Marcos Alonso y Francisco “Lobo” Carrasco, ex compañeros de Diego Maradona cuando jugó en Catalunya.

Helmuth Duckadam.

El partido terminó empatado y hubo que ir a la definición por penales. Para Barcelona la presión era fuerte porque nunca la habían ganado –de hecho, perdieron la final de 1961– y porque Real Madrid ya tenía seis en ese momento. Steaua comenzó pateando, pero Mikal Majaru lo falló. Mientras todos comenzaron a ver como el trofeo iba rumbo al Camp Nou comenzó el show de Helmuth Duckadam, el arquero de Steaua. Si bien su equipo falló también el segundo, no hubo problemas porque Ducka atajó los cuatro penales, el último a Marcos Alonso, padre del jugador del Chelsea que sí ganó la Champions este año con el equipo inglés.

Desde ahí, la vida del arquero viró a gran velocidad y las historias a su alrededor también. Se dijo que como gratitud en haber truncado a los catalanes, Ramón Mendoza, entonces presidente de Real Madrid le regaló un Mercedes-Benz al hombre que ese año fue elegido como mejor jugador rumano del año.

La vida del arquero viró a gran velocidad y las historias a su alrededor también.

En Rumania gobernaba con puño de hierro Nicolae Ceaucescu desde 1967. Su hijo menor, Nicu, oficiaba de colaborador y no faltaban quienes lo veían como el sucesor natural, algo que se truncó por dos razones: la natural propensión hacia la bebida y las mujeres que tenía el heredero y que en 1989 con la caída del Muro de Berlin su padre fue derrocado y ejecutado. Pero en 1986 tenía poder, ambición, omnipotencia y al Steaua, del que era presidente.

Nicu Ceaucescu, hijo del dictador rumano y presidente del Steaua.

Cuando el equipo volvió, y enterado del presente motorizado, Nicu encaró al arquero y le dijo que debía entregarle el auto. Ceaucescu hijo ofrecía 200 dólares y un Dacia usado a cambio, cosa que Duckadam rechazó. Ese fue el fin. La policía secreta, la temible Securitate, en plano Vito Corleone, le hizo una oferta que no podía rechazar y le rompió los diez dedos de las manos. Nunca más volvió a jugar al fútbol. En la final contra River atajó Dumitru Stingaciu. La versión oficial inicial, que él sigue repitiendo, es que sufrió una trombosis en un brazo y debió ser operado de urgencia con un resultado poco satisfactorio, que lo llevó a dejar el deporte.

Duckadam fue vicepresidente de un equipo chico, trabajó en la aduana con Hungría, quiso incursionar en la política y hasta vivió en EE.UU. buscando una mejor vida, pero al año volvió a su país. Apremiado, en 2002 debió vender los guantes con los que tapó los cuatro penales que lo erigieron como el “Héroe de Sevilla” y que abrieron la leyenda de su retiro.