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Columnistas

Antonio Laje y las lágrimas de cocodrilo: no hay forma de tapar el maltrato laboral

antonio laje

Antonio Laje habló por primera vez el lunes desde que comenzaron las denuncias en su contra por acoso y maltrato. En su programa matutino, Buen Día América (BDA) por América TV, el conductor apareció compungido y entre lágrimas sostuvo: “No soy maltratador. Tal vez exijo mucho y exijo mal. Es un ataque feroz para destruirme”. Este intento de justificación resulta insuficiente cuando se trata de situaciones de violencia. ¿Cómo se reproducen las lógicas machistas del maltrato en los medios de comunicación? ¿Por qué las mujeres y disidencias son silenciadas a la hora de denunciar? ¿Qué hay detrás del relato sobre la exigencia?

No nos callamos más

Distintos relatos que acusan a Laje y al programa de América TV de maltrato, salieron a la luz en los últimos días. Los testimonios se encadenaron como en una bola de nieve: primero un comentario en la tele, después un tweet y ya no hubo forma de detener lo que las panelistas tenían para decir sobre lo que acontecía en este programa. Fiorella Vitelli, Maite Pistiner y Eugenia Morea fueron las primeras en hablar.

Todo comenzó con la salida del programa de María Belén Ludueña. Cuando fue invitada a la mesa de Mirtha Legrand, conducida por Juana Viale, ella sostuvo: “Me voy a quedar con lo positivo y que sea lo que tenga que ser. Yo voy a seguir trabajando”. En el mismo momento, su colega Romina Mangel explicó que para las mujeres suele ser muy difícil poder hablar de violencia en el ámbito laboral por miedo a perder el trabajo o que no las contraten más adelante.

A partir de este testimonio, Fiorella Vitelli twitteó: “Tomo esas palabras como casi propias, porque es lo que mi cabeza me dice todo el tiempo. Por eso me callo, por MIEDO. Gracias por abrir esto”. Luego, fue entrevistada en el programa radial Por si las moscas​ (AM La Once Diez) donde contó las situaciones de maltrato que vivió en el programa y cómo la desvincularon del mismo casi sin avisarle. "Lo que me pasó a mí es que no me di cuenta cómo había empezado a naturalizar ciertas conductas de violencia. Eso es muy importante para tener en cuenta. A mí también me decían ‘cuidate, estate atenta’. Una no se empieza a dar cuenta o dice ‘debe ser así’”, sostuvo allí.

Como en otras situaciones en las que se destapa una olla una vez que se rompe el silencio, Pistiner sostuvo: “Es muy difícil hablar de estos temas porque hay muchas cosas que en los medios no se dicen y se saben, pero no se dicen porque además, el que las dice después se queda sin trabajo” y agregó que en el poco tiempo que trabajó en el programa de Laje tuvo miedo. En su cuenta de Twitter, Eugenia Morea apuntó directamente al conductor: “Gracias a las periodistas que hablaron hoy me animo a hablar. El problema no éramos nosotras, el problema eras vos Laje”.

¿Qué tienen en común estos testimonios, además de las situaciones de violencia que debieron atravesar estas mujeres? Las tres tuvieron miedo de denunciar y de contar lo que habían vivido. Porque sabían que eso podía significar no volver a conseguir trabajo o que podían tratarlas de problemáticas o mentirosas. En los medios de comunicación se perpetúan las relaciones de poder patriarcal que descreen de las víctimas y refuerzan estereotipos como el de la “loca” o la “histérica”.

Sin embargo, frente a la disciplina que se imparte para que los poderosos puedan hacer lo que quieran sin consecuencias; aparece lo colectivo y la voz de una se transforma en potencia para que otras mujeres también puedan hablar.

No es exigencia, es maltrato

“Yo creo en el esfuerzo, el mérito y en las exigencias, no creo en los maltratos”, dijo Laje este lunes al aire en su programa. En su descargo, repitió varias veces la diferencia que él hace entre exigir y maltratar. Pero, ¿por qué esta justificación resulta insuficiente?

Las relaciones con les jefes muchas veces son tensas. Es cierto que elles tienen la responsabilidad de que las tareas se cumplan en tiempo y forma. Sin embargo, estas exigencias no pueden ni deben siquiera rozar el maltrato laboral. Es necesario que quede clara la diferencia entre exigir que algo salga bien con gritar, insultar o destratar a alguien. No es lo mismo y no pueden confundirse.

"Cuando me enojo, lo hago desde lo laboral, no desde lo personal. Me puedo equivocar, tal vez exijo mal, pero de ninguna manera soy un maltratador", insistió el lunes. Luego, pidió disculpas si alguien se había sentido violentada. Quizás sea momento de reflexionar sobre cuáles son las lógicas de trabajo que se reproducen en los medios de comunicación. Porque sabemos que, si bien este caso es el que salió a la luz hoy, aún quedan muchos espacios mediáticos donde esto se replica.

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Hace tiempo las mujeres venimos denunciando las actitudes violentas que son moneda corriente en los medios de comunicación, lugares mayormente ocupados por varones y donde las tomas de decisión dependen, en gran parte, de ellos.

A la falta histórica de representación en los medios, que busca ser revertida con la Ley de Equidad, se suman formas de maltrato que son naturalizadas e invisibilizadas: la subestimación del trabajo de las mujeres, la presión sobre sus cuerpos y sus decisiones en torno a la maternidad, las humillaciones y ninguneos cuando toman la palabra son sólo algunas de las conductas que, disfrazadas de exigencia, son en realidad maltrato.

En este contexto, una vez más vuelve a tomar relevancia la importancia de llevar la Ley Micaela a los medios de comunicación; para que quienes tienen la palabra pública se formen con perspectiva de género y terminen con las prácticas machistas que estructuran esos espacios.

Juntas y organizadas

"Es importante saber que cuando hay una situación de violencia laboral no es una sola persona la responsable", dijo la nutricionista Fiorella Vitelli en una entrevista radial. Es decir, esta no es una situación aislada ni Laje es el único responsable, sino que existe toda una estructura en el canal y en los medios en general que permite y sostiene la existencia de prácticas violentas.

Frente a este sistema que naturaliza la violencia contra las mujeres, las Periodistas Argentinas se organizan y se sostienen. Este lunes, el colectivo emitió un comunicado en sus redes sociales que respaldaba a quienes denunciaron a Laje y pidieron que este maltrato fuera sancionado.

“Insultos, humillaciones, acosos, negación y ninguneo de la palabra, degradación o pérdida de puestos de trabajo al regresar de la licencia por maternidad constituyen, entre otras conductas inadmisibles, prácticas que forman parte del paradigma de producción de noticieros y programas de tevé, diarios, radios, portales web a lo largo y ancho de nuestro país, tanto en medios públicos como privados”, escribieron en apoyo a sus compañeras.

La violencia en ninguna de sus formas puede ser permitida en los ambientes laborales y no puede ser ocultada bajo el velo de la exigencia. Para trabajar de forma idónea son necesarios espacios cuidados y libres de maltrato. Como concluyeron las periodistas en su comunicado: “Sin dignidad no hay calidad”.