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Columnistas

Gallardo sigue los pasos de Labruna: está a punto de romper la segunda peor racha sin títulos locales en River

Luego de siete años y medio de gestión, Marcelo Gallardo está a un paso de ganar un torneo local con River. Lo hará si logra un empate o una victoria con Racing, hoy en el Monumental. Al DT le tocó asumir tras la salida de Ramón Díaz, que había ganado el torneo Final 2014 –el primero post descenso– y parecía que volvía a ser animador en el plano local. Con el Muñeco se invirtió la carga y su equipo comenzó a dominar a nivel internacional, la deuda histórica que había en Nuñez. Pero a pesar de las Copas Libertadores, las series con Boca y otros títulos, River recién ahora podrá romper la segunda racha más larga de su historia sin un campeonato argentino. El récord siguen siendo los 18 años de sequía entre 1957 y 1975, esos que se rompieron con Ángel Amadeo Labruna y con un grupo de juveniles que nadie tenía en mente.

En esos años de acefalía de vueltas olímpicas, el Millonario fue subcampeón doce veces en los veintiséis torneos en que participó. Muchos recuerdan el penal que Antonio Roma le atajó al Delem y le permitió a Boca ser campeón después, pero el momento más doloroso fue la final de la Copa Libertadores de 1966. River había perdido en la ida contra Peñarol en Montevideo, ganó en el Monumental y hubo que definir en un tercer partido en Santiago de Chile. El primer tiempo terminó 2-0 arriba River y muchos ya festejaban en el vestuario, pero el presidente Antonio Liberti era cauto. Peñarol empató en el segundo tiempo y lo ganó en el alargue. Había nacido el mote de “gallinas”.

En una de sus primeras declaraciones, el “Feo” dejó en claro a qué iba: “Vengo a River para salir campeón”.

En 1974 Néstor Rossi y Enrique Sívori fueron los entrenadores de un equipo que no clasificó a las fases finales del torneo Metropolitano ni al Nacional, por lo que Rafael Aragón Cabrera decidió llamar a Ángel Labruna, que ya había tenido dos pasos previos en los años ´60.

En una de sus primeras declaraciones, el “Feo” dejó en claro a qué iba: “Vengo a River para salir campeón”. Eso lo tenía bien claro por las 16 vueltas olímpicas que dio como jugador en el club, una de ellas en 1957, la última vez que se había ganado un campeonato.

En 1974 había llegado Ubaldo Fillol y el equipo ya tenía una base de jugadores destacados salidos de las inferiores como Reinaldo Merlo, Carlos Morete, Juan José López y, el más destacado, Norberto Alonso, todos ellos sub 25. Para ese Metropolitano llegó la columna de experimentados que terminaron de contener a los más jóvenes: Pinino Mas volvió tras un año en Real Madrid, Pedro González, campeón en 1968 con San Lorenzo, llegó desde Perú. Sin embargo la llegada más determinante fue la de Roberto Perfumo que estaba en Cruzeiro. El año anterior había sido capitán de Argentina en el Mundial. Era una revancha para el defensor, que había sido dejado libre en 1962 por River. A tono con el esoterismo que se vive en el fútbol, Fillol jugaba con una camiseta con el número 2 en la espalda debajo de su buzo porque “con dos Perfumo estamos más seguros”.

A tono con el esoterismo que se vive en el fútbol, Fillol jugaba con una camiseta con el número 2 en la espalda debajo de su buzo porque “con dos Perfumo estamos más seguros”.

El debut fue 0-0 en el Monumental contra Estudiantes, pero automáticamente calibró y ganó los nueve partidos siguientes, el récord del club, que Gallardo pudo llegar a empardar este torneo pero se cortó en ocho cuando empató, curiosamente, contra Estudiantes, aunque en La Plata.

La primera ronda fue muy sólida: agarró la punta en le séptima fecha y le ganó a los otros cuatro equipos grandes, incluido un 2-1 en la Bombonera con goles de Alonso y Morete. Solo tuvo una derrota contra Newells que lo goleó 4-1 en Nuñez, donde anotaron Mario Zanabria y Jorge Valdano.

En la segunda ronda el rendimiento bajó y llegó a encadenar tres derrotas seguidas contra Atlanta, Newell´s y el clásico en el Monumental. Alonso tuvo que cumplir una suspensión de seis fechas por una expulsión contra Independiente. Unión, Boca y Huracán fueron los equipos que lo persiguieron hasta el final, pero no pudieron alcanzarlo. En la fecha 36 ganó de local contra San Lorenzo, pero apareció un escollo que no estaba en los planes: una huelga.

En la fecha 36 ganó de local contra San Lorenzo, pero apareció un escollo que no estaba en los planes: una huelga.

Futbolistas Argentinos Agremiados exigía la firma del Convenio Colectivo de Trabajo y que se levantara la sanción por doping contra Juan Taverna, que había dado positivo por “uso de estimulantes prohibidos”. Seis meses después, la AFA reconoció que hubo anomalías en la toma de muestras y levantó el castigo.

Los futbolistas igual decidieron parar, pero la fecha no se suspendió. El 14 de agosto River debía jugar contra Argentinos en Vélez y lo iba a hacer con juveniles de la cuarta y la quinta división. Eso le agregaba una cuota de dramatismo porque a la espera de 18 años se sumaba un imponderable.

El entrenador fue Federico Vairo, compañero de Labruna en el título de 1957, que trabajaba en las inferiores del club. River salió a la cancha con Alberto Vivalda; Orlando Ponce, Luis Jometón; Rodolfo Rafaelli, Héctor Bargas, Fernando Zappia; Leonardo Labonia, Rubén Cabrera, Ramón Gómez, Rubén Bruno y Francisco Groppa. A los 24 minutos del segundo tiempo, Bruno, que tenía 17 años, cruzó una pelota de zurda para el único gol del partido y el título que se negaba hacía casi dos décadas. Dos años después dejó el club, pasó por otros cuatro equipos y se retiró a los 24 años, tras su paso por Independiente de Neuquén.

En la última fecha River recibió a Racing y le ganó 2-0 con goles de Alonso y Morete, para alegría de su público que había esperado tanto tiempo para festejar un torneo. Ese mismo año ganó el Nacional para rubricar que no había sido casualidad el título local. Para Labruna fue el primero de sus seis títulos como entrenador en el equipo que años después le pondría una estatua al lado del estadio. Pero para ello hubo que esperar y que un grupo de juveniles rompieran el hechizo.

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