La Monalisa o Gioconda de Da Vinci conserva su lugar en la escena cultural. La sonrisa más icónica del mundo, podría no ser un gesto de alegría o placer sino una ilusión óptica generada por el cerebro, según nuevos estudios científicos.
La célebre obra que el artista italiano Leonardo Da Vinci creó, a principios del siglo XVI, sigue siendo analizada por la Universidad de Ámsterdam. De acuerdo con una investigación encabezada por neurocientíficos, la sonrisa de la Mona Lisa existe, aunque no es perceptible a simple vista.
Leé también Se subasta uno de los dibujos de Leonardo da Vinci y su precio podría superar los 10 millones de euros
Los expertos pudieron encontrar que la mujer de la pintura –Lisa Gherardini, esposa de Francesco Bartolomeo de Giocondo– muestra un 83% de felicidad en su rostro. Y también detectaron otras emociones: 9% de disgusto, 6% de temor y 2% de enfado.
Los investigadores analizaron la obra renacentista a partir de un programa digital de reconocimiento emocional. La herramienta utilizada reproduce el ciclo de percepción del cerebro, identificando cambios en las expresiones neutras de las personas e interpretándolos de acuerdo a las emociones que conoce. Una vez identificada la emoción, el cerebro crea una ilusión que ayuda a confirmar una interpretación.
Por último, el estudio concluyó que el cerebro humano ha evolucionado para captar cualquier cambio en la expresión facial, por mínimo que sea. Así, el ser humano es superior a la máquina y logra detectar rasgos emocionales, aunque se oculten bajo una expresión neutra, una habilidad social distintiva.
Una investigación paralela
En relación a la célebre sonrisa, circula otro argumento original para justificar la percepción de la "tentativa" de sonrisa en la obra del creador renacentista: tras años de investigación científica, Da Vinci desarrolló una técnica en la que construía expresiones sutiles gracias a la aplicación de finas capas de pigmento diluido.
Con esta técnica, conocida como sfumato, el pintor generó un rostro cuya sonrisa no era perceptible para la visión central. Sin embargo, la expresión emitía señales de reconocimiento capturadas a través de la visión periférica. Estas señales causan que el cerebro se enfoque en la cara de su objeto y no en el paisaje que figura en su fondo.
Da Vinci desarrolló esta técnica a partir de 1513, y conservó la pintura hasta su muerte, como si fuera su laboratorio: experimentó formas de graduar las sombras y así logró que su Gioconda sonriera de forma escurridiza. De alguna forma, la obra y su artífice envejecieron juntos.
Fuente: Télam.