Por Sergio Galiana
Este año el Premio Nobel de Literatura fue para Abdulrazak Gurnah, escritor tanzano radicado en Gran Bretaña desde 1968, “por su penetración intransigente y compasiva de los efectos del colonialismo y el destino de los refugiados en el abismo entre culturas y continentes”. ¿De qué experiencia colonial nos habla su obra y por qué resulta especialmente significativa en el mundo contemporáneo?
Gurnah nació en 1948 en la isla de Zanzíbar -en ese entonces un sultanato bajo la dominación británica y hoy parte de la República Unida de Tanzania- en el seno de una familia acomodada de origen swahili. Los swahilis son un pueblo islamizado que se extiende por varios países del África oriental, especialmente sobre el litoral índico, y cuyos orígenes se remontan a los primeros contactos entre mercaderes árabes y comunidades costeras africanas en el siglo X.
Los intercambios incluían una gran diversidad de bienes -entre los que se encontraban textiles, porcelana, marfil, sal y esclavos- y esas rutas comerciales facilitaron la difusión del Islam en el África oriental.
En el siglo XVII, bajo el control del sultán de Omán, Zanzíbar se había consolidado como un destacado centro comercial de la región gracias al desarrollo de plantaciones de especias -especialmente clavo de olor- para las cuales se utilizaba mano de obra esclava proveniente del continente.
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A lo largo del siglo XVIII la isla se consolidó también como un puerto exportador de esclavos hacia Oriente y el mundo árabe, y su importancia fue creciendo a tal punto que en 1840 el sultán de Omán mudó su capital a Zanzíbar.
Desde allí construyó un imperio que controlaba la costa de las actuales Kenya y Tanzania y sus redes comerciales se extendían hasta la región de los Grandes Lagos en el África Oriental. Testigos de la belleza de su geografía y arquitectura, de la opulencia de la vida de las élites y de la miseria de los sujetos esclavizados son los relatos que escribieron viajeros europeos, entre los que se encontraron Richard Burton y David Livingstone.
La presencia británica en la isla desde fines del siglo XIX eliminó el tráfico de esclavos desde el continente, pero reforzó esa estructura social dominada por una aristocracia de plantadores que reivindicaban su origen árabe -con el propio sultán a la cabeza- y comerciantes indios sobre una gran mayoría de trabajadores africanos. Al consolidar los privilegios de esa élite, la presencia colonial reforzó el carácter político de esas identidades culturales lo que se expresó en las organizaciones políticas que comenzaron a crearse tras la Segunda Guerra Mundial.
El 10 de diciembre de 1963 el sultanato de Zanzíbar se convirtió en una monarquía constitucional independiente con una población de unos 300.000 habitantes, de los cuales el 80% eran de origen africano. Las tensiones políticas, económicas y raciales explotaron rápidamente y un mes más tarde estalló una cruenta revolución que se cobró la vida de miles de zanzibaríes de origen árabe, tras lo cual se proclamó la República Popular de Zanzíbar y Pemba, que en el mes de abril se fusionó con la República de Tanganica para formar la República Unida de Tanzania.
El gobierno revolucionario inició un proceso de expropiación de plantaciones y grandes empresas, lo que -sumado a los temores por las secuelas de la violencia racializada desatada en las jornadas de enero de 1964- motivó a un gran número de familias de origen árabe e indio a abandonar el país.
Abdulrazak Gurnah emprendió ese camino en 1966 para dirigirse a Gran Bretaña, donde obtuvo sus títulos de grado y posgrado vinculados a los estudios literarios africanos. Ejerció la docencia universitaria en Nigeria entre 1980 y 1983, para volver a la Universidad de Kent como profesor de literatura inglesa y postcolonial hasta su retiro en 2017.
Su primera novela, Memory of Departure, es de 1987 y desde entonces publicó diez novelas además de numerosos relatos cortos en los que la experiencia zanzibarí se expresa a través de sus personajes; Paradise, Desertion y By the Sea fueron finalistas de premios en Gran Bretaña y Estados Unidos. Sólo dos de sus novelas están traducidas al castellano -Paraíso y En la Orilla-, aunque seguramente la lista se amplíe en breve.