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Cultura & Espectáculos

Oliverio Sofía, el socio musical de Cattaneo: “L-Gante no me atrapa”

Por Andrea Ruggieri

Creció con un piano en la casa porque su madre era concertista. 

Siempre tuvo vinilos y de adolescente alquilaba discotecas para hacerlos sonar en fiestas.

A los 20 años, Oliverio Sofía ya ganaba plata con la música: tocaba en museos y bares. También hizo la melodía del Regnum, el primer videojuego del país para PC –cuando no existía ni el Windows–. “Las bandejas fueron un accidente –dijo a Diario Con Vos–. No tenía planeado ser DJ”. Pero su amigo Hernán Cattaneo tenía otra idea.

Un día, en 1995, el DJ más popular del país aprovechó que ambos estaban en el histórico Pachá antes de que abriera. Le dijo a Oliverio que tenía hambre, que se quedara escuchando discos, que ya venía. Las horas pasaban y él, aunque estaba preocupado por su amigo, no tuvo más remedio que hacer lo que el encargado del boliche le estaba pidiendo: arrancar a “calentar la pista” porque había que abrir. A eso de las 2 de la mañana apareció Cattaneo, riéndose, junto al dueño de la disco. Sofía quedaba contratado para hacer el “warm up”.

Después, todo fue muy rápido: a los 3 o 4 meses lo fueron a buscar porque abría el mítico Bs. As. News y necesitaban un disc jockey fijo. De ahí en más, empezó a trabajar solo, poniendo música en una disco detrás de otra. En esa época los boliches abrían de martes a domingo: Oliverio estaba una noche en Morrocco, otra en el Living y los fines de semana en Puente Mitre.

Me gustan compositores como Ryūichi Sakamoto y clásicos como Debussy y Ravel.

–¿Cómo conociste a Cattaneo?

–Es una amistad de más de 30 años. Yo tenía 14 o 15 años, iba a Filia, en República de la India y Las Heras, y él ponía música ahí. Después empecé a trabajar en la barra de Cinema, donde Hernán era el DJ. Iba a la cabina, nos mostrábamos discos, nos hicimos amigos y empezamos a hacer música juntos.

A fines de los ´90 Sofía hacía Drum and Bass (género de la electrónica de beats acelerados combinados con poderosas líneas de bajo), “que no es el estilo de Hernán para nada, entonces él hacía música con otra gente y yo estaba en la mía”, recordó. Después se fueron a Europa: Cattaneo a Londres, Sofía a Barcelona y, cada uno por su lado, tocaron en los clubes más increíbles. En 2006 volvieron a la patria y, naturalmente, siguieron haciendo música juntos.Pero con otro formato: un imponente tridente en el que Soundexile -la dupla que Oliverio integra junto a Baunder- acompaña a Cattaneo en la mayoría de las presentaciones. 

–¿Con qué criterio arrancás a preparar un set?

–No tengo nada armado. Improviso de acuerdo a cómo está la gente o lo que hizo el disc jockey anterior. Además, no es lo mismo pasar música a la tarde que a las 3 de la mañana. Tengo todos los tracks en un pendrive y quizás dos minutos antes de que termine uno, todavía estoy pensando cuál me parece el mejor para seguir. 

Al tocar improviso: quizás dos minutos antes de que termine un track todavía estoy pensando cuál me parece el mejor para seguir. 

–¿Lanzamientos o clásicos?

–En el circuito en que estoy, la música tiene que ser lo más actual posible. Puede haber alguna perlita de otra época, pero tiene que ser un set novedoso.

Oliverio Sofía, Baunder y Hernán Cattaneo en acción

–¿Cómo fue la producción de Mínimo, el disco ambient que hiciste en la pandemia?

–Yo respeté bastante la cuarentena, estuve muy encerrado. En cuanto pude salir, lo primero que hice fue ir a buscar cosas al estudio, me las traje y en tres semanas tenía el disco hecho. Me gustan los compositores como Ryūichi Sakamoto o clásicos como Debussy y Ravel. Nunca había tenido tiempo para hacer algo así. Está pensado como Mínimo 1, 2, 3. No espero que haya otra pandemia, pero sí tener un mes sin hacer nada para encarar la segunda parte.

–¿Cuál es la diferencia entre tocar en un bar y en un club?

–Me gustan las dos. Cuando tocás para 800 mil personas los fines de semana vivís una adrenalina muy grande. Entonces después llegaba, descansaba un poco y el martes ya me empezaba a poner ansioso. Así que llamé a un amigo y le conté el “problema” que tenía: le propuse llevar las bandejas al restaurante, Florería Atlántico (el bar de Aline Vargas y Renato Giovannoni en la calle Arroyo) y hacer como si fuera el living de mi casa. No quería que me pagaran, lo hacía por gusto, por necesidad. Después él consiguió que una bebida muy conocida me sponsoree. Lo que hago ahí es terapia.

–¿Qué pensaste cuando Cattaneo te dijo que quería tocar en el teatro Colón?

–Él tiene una manera muy particular de comunicar las cosas. Hace varios años habíamos hecho un tema para un video suyo con un cuarteto de cuerdas y piano. Esa vez le comenté lo bueno que sería grabarlo con cuerdas de verdad y él me contestó: “no te preocupes, que algún día lo vamos a hacer con una orquesta”. Diez años después me dijo: “che, vamos a tocar con una orquesta”. Yo iba a los ensayos de mi vieja en el Colón, entonces sabía lo que significaba: era un orgullo y una locura que no podía desperdiciarse.

–¿Cómo fue esa experiencia?

–Increíble, nunca se había hecho algo así. Hernán habla del hecho cultural que significa que un chico que está empezando vea a su ídolo tocando en el Colón. Eso lo hace pensar que también él puede llegar.

Pero también sabía que iban a pasar cosas “negativas” en el proceso. Los músicos de orquesta son muy difíciles. Hay un porcentaje que trabaja a reglamento: cada 45 minutos, si hay que cortar para comer, ni les importa que haya terminado el tema. Se paran y se van. Además, es el templo de la música clásica y la gente que la consume es especial: muy prejuiciosa y muy snob. En La Nación dijeron que íbamos a romper el Colón con 120 decibeles: pavadas que nos ponían mal. Por suerte rompimos los prejuicios, pero mientras lo hicimos hubo que bancarla. 

 

“Los músicos de orquesta son muy difíciles. Un porcentaje trabaja a reglamento. Cada 45 minutos, si hay que cortar para comer, ni les importa que haya terminado el tema: se paran y se van. 

En la madrugada del 16 de abril de 2016, en el complejo Costa Salguero de la Ciudad de Buenos Aires, sucedió una de las tragedias que más conmocionó la noche porteña. Durante el festival de música electrónica Time Warp murieron 5 jóvenes por la ingesta de drogas de diseño y otros tantos fueron hospitalizados, algunas en terapia intensiva. La investigación judicial derivó en varios procesamientos y a partir de ese momento se produjo un notable quiebre en la escena de la música electrónica.

–¿Qué sentís que cambió después de la tragedia de Time Warp?

Mutó abruptamente. A finales de los ´80 y principios de los ´90, la música electrónica era algo asociado a lo cultural. Luego se masificó y eso se perdió. Los museos y las marcas, que la utilizaban en sus inauguraciones, la dejaron de lado porque ya no era algo “cool”. Por el lado legal, después de Time Warp no se permitieron más las fiestas grandes. Entonces la gente empezó a escuchar música en sus casas y  se dieron cuenta de que no era la misma que podían escuchar en un club. Eso hizo que descubrieran cosas de calidad y se levantó el nivel. 

Por desgracia, estos cambios vienen de tragedias. Después de la pandemia también hubo un cambio notorio en la escena: es mucho más indie el estilo de música que se está escuchando ahora y lo que antes de la pandemia pasaba en una Creamfield, donde te vas de joda, hoy lo encontrás en una Bresh

Soundexile

–¿Cómo ves el futuro de la escena electrónica en el país?

–Me gusta lo que están haciendo los gobiernos municipales. Recién vengo de La Rioja, de la final del torneo de Parapente. También fui a tocar a la Feria del Libro organizada por el ministerio de Cultura de Mendoza. Empezaron a suceder cosas que pasaban a finales de los ´90. Cuando empecé a ir a las discotecas la misión era escuchar música. Después todo eso pasó a ser fiesta, pero ahora se está volviendo a lo anterior.

–Colaboraste con Charly Alberti, Fresco y Melingo ¿Hubo prejuicios desde el rock con los músicos que hacen electrónica?

–Que los hubo, los hubo. Pero realmente no sé por qué pasó. Yo escucho de todo. Soy tan fanático de Herbie Hancock como de Laurent Garnier. Hay músicos de rock, como Juanchi Baleiron, que tenían bandas de tecno. Cuando me lo cruzo, le canto alguna canción de El Signo. Los prejuiciosos, que no eran tantos, tenían un problema con todo lo que no hicieran ellos. Era un problema de protagonismo, me parece.

No me gusta cuando el trap deja de ser música y pasa a ser un mensaje. Eso pasa en la Argentina con L-Gante".

–¿Te gusta el trap?

–Sí cuando es canción. Me gusta el de Bélgica, el francés. Me encanta Travis Scott. No me gusta cuando deja de ser música y pasa a ser un mensaje. Y eso es lo que pasa en la Argentina. A L-Gante la gente lo escucha por lo que dice, no porque la música lo conmueva. Va por otro lado. A mí no me atrapa, aunque está buenísimo que suceda. 

Los recomendados de Oliverio Sofía

–¿Qué artista no puede faltar en una lista para ambient?

–The Orb.

–¿Qué artista no puede faltar en una lista para bailar?

Frankie Knuckles o Master at Work.

–¿Qué DJ nacional hay que escuchar hoy?

–Siempre, a Carlos Alfonsín.

 

–¿Y qué DJ internacional?

–A Laurent Garnier.

–¿Adónde se puede ir en Buenos Aires a tomar algo y escuchar buena música?

– La mejor música está en Florería Atlántico.

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