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Columnistas

Saluden a la pandemia, que se queda

Por Patricio Barton

Íbamos a salir mejores, pero bué.

Nos quedará el saludo del puñito cerrado, ese toque de falanges que reduce el contacto físico a su mínima expresión. Mirado desde lejos, el gesto es más propio de dos contrincantes a punto de entrar en una contienda que de un par de seres que se da la bienvenida o que se despide con amabilidad, y quizás hasta con cariño.

¿Volverá algún día el apretón de manos? ¿O también habrá que cambiar la imagen de unión del escudo nacional? Dos puños golpeándose entre laureles y a la sombra de un gorro frigio pueden llegar a ser un símbolo más real de la Argentina contemporánea. Pero los símbolos no están para ser reales (que para eso son símbolos).

Dos puños golpeándose entre laureles y a la sombra de un gorro frigio pueden llegar a ser un símbolo más real de la Argentina contemporánea.

La destreza del saludo no es para cualquiera. Hay gente que lo hace mejor que otra. Son quienes llegan a una fiesta y disparan un gesto general de “Hola a todos” para no empantanarse en el lodo del saludo individual a desconocidos. Para ellos la distancia social es previa a la pandemia. Y mucho mejor si para irse disponen de un auto: dos toques cortos de bocina alcanzan para decir “adiós y gracias” mientras el anfitrión, desde la vereda, sostiene su mano en alto.

La decisión de cómo saludar se toma sobre la marcha: el puño, la mano, un beso (¿dos?), una mueca o un movimiento de la cabeza pueden ser apropiados en una situación, pero no en otra. El saludo anticipa el vínculo. Pero la pandemia también vino a borrar ese indicio.

El saludo anticipa el vínculo. Pero la pandemia también vino a borrar ese indicio.

No es casual que todo haya comenzado con el codo, símbolo universal de la avaricia. A la hora de retacear contacto físico, el bicho humano sabe que su parte menos erógena -desconectada de cualquier terminal nerviosa vinculada al placer- es el codo. Ese ángulo externo, que ni siquiera puede ser considerado como la rodilla del brazo, fue al que la pandemia echó mano -digámoslo así- para ungirlo como nuevo agente del saludo, cuando cualquier otra parte del cuerpo era sospechada de ser más hospitalaria con el coronavirus.

El protocolo de los codazos tuvo la duración de la cuarentena estricta. Fue el saludo con el que los Tres Mosqueteros cerraban sus encuentros en Olivos luego del festival de filminas que auguraba un sol naciente para la Patria del AMBA. Duró poco. La pulsión del saludo volvió –por ahora- a las manos cerradas en formato de puño.

Con el codo los Tres Mosqueteros cerraban sus encuentros en Olivos luego del festival de filminas que auguraba un sol naciente para la Patria del AMBA.

Las secuelas del Covid también serán culturales, aunque todavía sea demasiado pronto para saber qué huellas quedarán marcadas. Quizás sea el mate individual al estilo uruguayo o los cumpleaños infantiles celebrados en las plazas. ¿Y si el barbijo queda como una prenda de vestir que cambia de diseño y de color según la temporada? Habrá que esperar a que crezcan los pandemials (esa generación de niños criados en cuarentena) para saber si la Teletón de Fabiola les ha dejado secuelas psíquicas, o si el aplauso interruptus de las nueve de la noche ha vulnerado sus recursos emocionales. “Suponte que no hay cielo” … ¿cantará alguien como canción de cuna?

La vida editada con filtros de Instagram mejora su apariencia. Durante 2021 las fotos de gente feliz vacunándose logró desplazar del podio a las fotografías de los platos improbables de los mismos mortales, siempre felices por sus manjares. Las ventanas siguen abiertas para ventilar los ambientes. Pero el único lugar en donde no corre el aire es el zoom, que permite la dualidad de estar y no estar. Los bancos también impusieron nuevos hábitos: la pantomima de atención al cliente a través de los turnos web quedó instalada sin que esté a la vista su reversa.

¿Y los abrazos cuando vuelven? Por ahora, se los llevaron los futbolistas y se los gastan todos en sus revolcones de festejo de gol. Para el resto queda el saludo de los puñitos. ¡Choque esos cuatro! Que cuando la pandemia se vaya, algo quedará. Ojalá que seamos nosotros.