Cada uno de los rincones mexicanos tiene sus características, costumbres, sabores y colores. Pero hay una costumbre que atraviesa el país sin distinción de sitios ni de rangos sociales: El Día de Muertos.
Esta tradicional celebración con raíz precolombina y algunos detalles modificados pos conquista, se realiza entre el 1 de noviembre (que es cuando llegan las almas de los niños) y el 2 (día en el que llegan las de los adultos) y reúne a toda la familia para recordar a sus seres queridos difuntos. Estas prácticas se llevan a cabo principalmente en estados como Aguascalientes, Guanajuato, Michoacán, Oaxaca, Puebla, San Luis de Potosí y Ciudad de México.
El origen
La muerte, sin dudas, para casi todas las culturas significa una instancia de duelo que conlleva diversos rituales para despedir a la persona que se ha ido de manera física. Las culturas ancestrales prehispánicas creían en que hay una entidad inmortal que se encarga de dar conciencia al ser humano y que después de la desaparición física, continúa su camino por el mundo de los muertos.
Durante muchos años, la celebración se efectuaba en el noveno mes del calendario solar azteca, cerca del inicio de agosto, y se efectuaba durante un mes completo.
Pero cuando los conquistadores españoles llegaron a América en el siglo XV, se aterrorizaron por las prácticas “paganas” que realizaban los habitantes y en un intento de convertir a los nativos americanos al catolicismo hicieron correr la fecha de la celebración a noviembre para coincidir con las festividades católicas del Día de todos los Santos y Todas las Almas.
Los detalles
No hay dudas de que uno de los elementos más significativos de esta festividad son los altares, los cuales tienen diversos elementos con sus respectivos significados. Pueden llegar a tener entre dos y siete escalones, este último es el más tradicional ya que representa la cantidad de niveles que debe atravesar el alma para poder llegar a su descanso.
Los altares comienzan a prepararse el 28 de octubre para llegar al 2 de noviembre con todo listo. El primer día se prende un velón y se coloca una flor blanca, al siguiente se agrega otro velón y un vaso de agua como ofrenda. El tercer día, 30 de octubre, se enciende un nuevo velón, se coloca otro vaso de agua y se agrega un pan blanco; el día siguiente el ritual continúa colocando fruta de temporada. Para el 1° de noviembre se agrega la comida dulce, el chocolate, la calabaza en tacha (en almíbar), y las flores. Para el 2 de noviembre, el día más importante, se pone la comida preferida del difunto, tequila, mezcal y cerveza. Durante los días que dura la ceremonia, es infaltable el copal el cual representa la purificación del alma y ayuda a los muertos a guiarse hacia su hogar.
Nivel por nivel
El más alto está reservado para la imagen del santo que la familia es devota; el segundo nivel está dedicado a las almas del purgatorio; el tercero es el elegido para colocar la sal que es el símbolo de la purificación. En el cuarto nivel va el pan, el cual se ofrece como alimento y consagración; en el quinto van las frutas y los platos preferidos del o los difuntos. En el sexto van las fotos de los homenajeados. En el último nivel, que está conectado con la tierra, hay una cruz formada por flores, semillas o frutas.
Las ofrendas y sus significados
El agua es un elemento muy importante que nunca debe faltar ya que es la fuente de vida y es necesaria para calmar la sed de las almas que han recorrido un largo trecho. La sal también es esencial y sirve no sólo para purificar, sino también para que el alma no se corrompa.
Por otro lado se encuentra el pan de muertos que representa la cruz de Cristo, pero también la corteza representa los huesos y el sésamo las lágrimas de las almas en pena que aún no encontraron su descanso.
Las flores elegidas para honrar a los difuntos tienen que ser cempoalxóchitl, la nube y el moco de pavo, las misma se encuentran en los altares y en los cementerios. Por otro lado, las calaveritas de azúcar, chocolate y amaranto, así como otros alfeñiques, representan a la muerte y de alguna manera se burlan de ella, ya que es costumbre escribirles en la frente el nombre del difunto.
Muchos también tienen por tradición colocar una escultura de un perro Xoloizcuintle (un tipo de perro sin pelo), el cual ayuda a las almas a pasar el río Chiconauhuapan para llegar al Mictlán; pero también representa la alegría de los niños difuntos.
Para estar más cerca
Cuando se realiza esta celebración, las familias también visitan los cementerios en donde están sus seres queridos. Allí limpian y arreglan las tumbas, y en algunas ocasiones pasan la noche en vela a su lado.
Claro que no faltan rezos, pero tampoco la música que se escucha a través de mariachis, tríos y grupos locales.