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Columnistas

Yendo de la caja al mailing

Por Jairo Straccia

“A Copal no me la nombres”, dijo hace unos meses el senador Julio Cobos, cuando un relacionista público del sector alimenticio buscaba acercar posiciones con el Congreso que empezaba a discutir el proyecto de ley de Etiquetado Frontal que finalmente será ley este martes.

La muy mala prensa que tiene la Coordinadora de Industrias de Productos Alimenticios genera rechazo en el Gobierno pero también broncas puertas adentro. Grandes versus más chicas. Nacionales versus extranjeras. Fabricantes de comida versus los que hacen sólo bebidas. Y así.

Cada una de las empresas venían comprobando en reuniones uno a uno con legisladores la tirria que produce el sólo hecho de mencionar la sigla de la cámara que, por ejemplo, siempre eligió rechazar toda regulación de envases en vez de tener una propuesta propia en un mundo que hace tiempo gira hacia más controles de lo que come la población. De hecho, muchas empresas extranjeras que cumplen reglas similares a los octógonos negros o tienen un “score nutricional” en otros países no entendían cómo la palabra oficial en este tema era solo de rechazo y nada más.

Ese malestar entre las compañías se potenció en las últimas dos semanas, con la escalada del tema acuerdos de precios. La sensación de fondo en el ambiente corporativo es que la Copal, como otras cámaras representativas como la Unión Industrial Argentina, terminan siendo usadas como paraguas para el lobby de los jugadores más importantes, que miran más la botonera política que las demandas sectoriales.

Traducido: que actores de peso como el grupo siderúrgico Techint o el holding Clarín aprovechen discusiones particulares -una lista de 1432 productos a precios congelados- para dar mensajes muchos más amplios cuando huelen que un gobierno que no es de su palo asoma débil y puede estar empezando a despedirse del poder.

Así se puede entender entonces que al duro comunicado de la Copal rechazando fijar precios -difundido extrañamente antes de que su presidente Daniel Funes de Rioja ingresara a reunirse con el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti- le siguiera uno más amplio de la Asociación Empresaria Argentina, un sello que nuclea no a las compañías sino a los mismísimos dueños de las principales corporaciones argentinas, desde Héctor Magnetto (Clarín), hasta Paolo Rocca (Techint), Federico Braun (La Anónima) o Luis Pagani (Arcor), entre otros. El texto no solo repetía que los congelamientos de precios nunca han funcionado, sino que hizo referencia a que se altera el clima de inversión necesario para el desarrollo económico.

Congelamiento de precios: el regreso de las amenazas y la política del  miedo - LA NACION
Nueva figura. Feletti asumió en la Secretaría de Comercio Interior y su política la explicaron desde la gobernación de Buenos Aires.

Buscando un símbolo de paz

Todo es posible en este contexto. La propia deriva de la autoridad presidencial puede combinar una semana de un giro pro mercado con otra de un volantazo de intervención estatal, que es lo que ocurrió en los últimos 14 días. Primero, el flamante jefe de Gabinete, Juan Manzur, alimentó en Nueva York la idea de que se viene un viraje ortodoxo después de los comicios con olor al peronismo de Menem de los 90. Poco después, se anunciaban precios máximos con un funcionario como Feletti reivindicando el pacto social de los 70 de José Ber Gelbard. Droga.

Semejante zigzagueo explica tal vez que el dólar paralelo aceleró esta semana y se arrime a los 200 mangos, aún cuando con mil artilugios el Ministerio de Economía resista y muestre cuentas mucho más austeras de lo que todos los planes de más plata en la calle hacen creer; aún cuando el Indec muestra que los precios de las materias primas nos tiran un centro y hay más de 13 mil millones de dólares acumulados de superávit comercial en el año; y aún cuando los indicadores económicos oficiales muestren una recuperación por arriba de los niveles prepandemia.

Todo dato que camina va a parar al asador de la incertidumbre política, que se expresa en la expectativa de devaluación que vive en la brecha de los tipos de cambio oficial y paralelo y arrastra la tasa de inflación. Además, la combinación es la peor. Si hay prolijidad fiscal, el mercado no la festeja y la coalición se la factura al ministro, que pierde poder. Si hay más audacia en el gasto público, no llega a hacer efecto por la espiral inflacionaria y el círculo rojo ve descontrol en una administración desesperada.

Un consultor de buena llegada a las empresas hizo un gráfico guardado bajo siete llaves que resume esto quizás de manera muy simplista: el riesgo país y el contado con liquidación comenzaron a dispararse el día después de la carta de Cristina Fernández de Kirchner que expuso las críticas de la líder del espacio al gobierno y sobre todo a la política económica del ministro Martín Guzmán. ¿La tendencia se potenciará o cambiará después del 14 de noviembre?

Encima, los empresarios que se pintan la cara para denunciar cada medida del Gobierno, hacen Alcoyana Alcoyana con el planteo político de la suba de precios que también eligió en esta semanas hacer el Frente de Todos, donde es más importante tener algo para decir en los medios sobre la aceleración de los precios que ponerse a ver que un congelamiento de precios realmente funcione aunque sea un placebo de unos días.

Pasajeros en trance

Los pifies en la inclusión de bienes que ya no corrían más y de precios que tienen un valor de costo más alto que el de góndola que se impuso, tuvieron a todos en los supermercados y productores yendo de la caja al mailing de la Secretaría de Comercio Interior, que aún no conseguía tener su programa de emergencia en funcionamiento, también porque heredaron una oficina sin personal y los goznes poco aceitados.

El plan Feletti expuso de esta manera la gestión económica: problemas de aplicación combinados en un universo de manzanas rodeadas entre sí que hacen imposible adivinar un rumbo.

De hecho, el marco teórico del congelamiento lo dieron en los medios el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, y su ministro de Producción, Augusto Costa. A propósito, Costa es el padre del plan Precios Cuidados, que algunos memoriosos recordaban que había nacido en 2014 justamente como alternativa a los congelamientos. Ahora, Feletti amplió la lista de ese programa con precios máximos por tres meses. Hay un riesgo: arruinar Precios Cuidados, que es un éxito tal que acapara más del 12% de la facturación de las grandes cadenas. El peligro es afectar su secreto: los aumentos trimestrales garantizaban el abastecimiento. Ahora había productos esperando un ajuste desde la última vez que subieron, allá por junio, y deberán esperar a enero para un retoque.

Además, el entretenimiento de mirar una lista en PDF para chequear los precios o verificar que los preservativos congelados salen más caros en Formosa que en la Capital Federal nos puede sacar de vista el tamaño del quilombo al que nos enfrentamos básicamente como generación.

Una inflación del 50% en los últimos doce meses es sólo una foto; el promedio da 3,2% de inflación mensual en los últimos 48 meses, o 67% de promedio durante los últimos 80 años, como estuvo mostrando el economista Carlos Melconian en algunos diálogos con empresas y dirigentes políticos. Ahora, o en 90 días, el desafío es el mismo, y a lo sumo se puede ir haciendo más grave. Porque tenemos nuestros quilombos de siempre, que van desde los baches fiscales, la emisión monetaria, un dólar atado con elástico y las expectativas de una inercia infinita, pero además en este momento el mundo patea en contra fuerte en materia de costos de la comida.

Miguel Patricio es el CEO global de Kraft Heinz, un gigante mundial de alimentos. Habló con el diario español ABC de los impactos de las subas de costos logísticos y energéticos pos pandemia: “La gente tendrá que acostumbrarse a precios de la comida más altos. Aumentaremos los precios todo lo que sea necesario”.

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