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Columnistas

Opio: la otra guerra perdida en Afganistán

Por Leticia Martínez

Durante la ocupación estadounidense en Afganistán, la producción de opio se triplicó. El país asiático es el mayor productor de amapola del mundo, de la que derivan la heroína y la morfina, además de analgésicos de uso extendido en el mundo. ¿Por qué no se logra erradicar el cultivo y cómo es la ruta de la distribución?

Un cultivo clave para la economía campesina

Entre 2015 y 2020 Afganistán produjo el 83% del opio del mundo, según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC por su sigla en inglés). Pese a que es ilegal, la siembra de amapolas se realiza desde la década del ‘70 y se extiende por todo el país con excepción de tres provincias. El cultivo es clave para la economía de las familias campesinas, en un país donde más de la mitad de la población es rural.

“El opio ha jugado un rol de sustento de las familias campesinas, ha sido el cultivo más atractivo de una población empujada a los márgenes de la pobreza. El opio ha impregnado las bases del tejido social afgano y eso es lo que dificulta su erradicación”, aseguró a Diario con Vos Julián Aguirre, politólogo de la Fundación Meridiano y especialista en Medio Oriente. Además, según Aguirre, su producción es más rentable que la agricultura convencional.

Decenas de miles de campesinos afganos se dedican a la producción de las amapolas, de las cuales extraen el opio que deriva en drogas como la heroína y la morfina y también en analgésicos y narcóticos que venden las grandes farmacéuticas. Afganistán, marcado en las últimas décadas por intervenciones militares como la soviética y la estadounidense, ha sostenido el cultivo a lo largo de los años. Representa actualmente alrededor del 10% de su PBI.

¿Qué pasó durante la invasión estadounidense?

En el período de intervención estadounidense, de 2001 a 2021, las administraciones norteamericanas destinaron más de 9 mil millones de dólares para combatir al opio, según la oficina del Inspector General Especial para la Reconstrucción de Afganistán. Sin embargo, el cultivo se duplicó y hasta triplicó en algunos años de guerra.

Desde la década del ‘90 hasta la actualidad, el único año que Afganistán redujo notoriamente las áreas y toneladas de producción fue en 2001, según UNODC. La baja del cultivo se debió a que en el 2000 el movimiento Talibán vetó el opio. “Se impuso una prohibición procedente de su concepción tradicionalista y conservadora sobre los consumos y comportamiento sociales y culturales. Al consumo de drogas y narcóticos le respondieron con una condena moral y legal”, señaló Aguirre.

Estados Unidos destinó más de 9 mil millones de dólares para combatir al opio. Pero durante la ocupación el cultivo se duplicó y hasta triplicó en algunos años.

El especialista explicó que es fundamental entender que el movimiento Talibán que controló el país hasta 2001 y que ahora está de nuevo en el poder “no es un grupo monolítico”. Si bien al prohibir el cultivo, los insurgentes redujeron la producción a niveles históricos, durante varios años también fue uno de sus ingresos fundamentales con el cobro de impuesto a transportistas, entre otras formas de recaudación.

Fuente: Reporte mundial de Drogas, ONU, 2021.

Acabar con una de las fuentes de ingreso del Talibán fue uno de los objetivos de Estados Unidos. Lo llamativo es que durante la intervención, donde se llevaron adelante hasta bombardeos a fábricas de heroína, la producción de opio creció. En el 2017 hubo un récord de más de 328 mil hectáreas y más de 9 mil toneladas producidas, el triple de lo que era en los años de control talibán. Por eso se considera un fracaso total el combate al opio afgano por parte de un país como el norteamericano, que tiene una lucha interna con las miles de muertes anuales por consumo de estupefacientes.

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¿A dónde va la droga?

La UNODC hace referencia a lo que se conoce como Ruta de los Balcanes como el principal camino que recorre el opio y los derivados. El trayecto que se inicia en Afganistán comienza por países vecinos como la República Islámica de Irán o Turquía y llega a Europa, principal destino de la heroína.

El opio ha impregnado las bases del tejido social afgano y eso dificulta su erradicación. (Julián Aguirre, politólogo)

En el informe del Parlamento británico sobre Afganistán sostuvieron que el 95% de la heroína consumida en el Reino Unido deriva de la producción afgana. Hay que decir que si bien Afganistán es el principal productor de opio en el mundo, le siguen países como Myanmar o México, con un 7% y un 6% de la producción mundial respectivamente.

Consumo de heroína, un derivado del opio.

Las rutas de distribución afgana llegan a otras partes del planeta, incluidos otros estados de Medio Oriente y África, Rusia, Canadá y Estados Unidos. Sin embargo, a diferencia de lo que sucede con Europa, el principal país de abastecimiento de heroína a Estados Unidos es México, seguido por otros países latinoamericanos.

Un mercado ilegal que se regula

“El opio es un mercado ilegal que se regula, muchas veces, para favorecer a ciertos grupos o se permite el cultivo en línea con las políticas de grandes actores de la política internacional”, explicó Nicolás Rodríguez, investigador de The New School en Cannabis Industrial y Desarrollo, sobre el rol que juegan algunos protagonistas mundiales.

La pregunta que hay que hacerse, sostuvo Rodríguez, es por qué no se debate acerca de la legalización del cultivo, que se utiliza también para medicamentos.

“Si esas plantaciones fueran reguladas con una inversión de biotecnología podría hacer bajar el precio de los medicamentos al subir la oferta de opio legal a nivel mundial, lo que afectaría a las grandes empresas farmacéuticas”, analizó el especialista, miembro del portal El Planteo, sobre los motivos que pueden estar detrás de sectores que se benefician con la ilegalidad.

Si las plantaciones fueran reguladas, con una inversión de biotecnología podría bajar el precio de los medicamentos, lo que afectaría a las grandes empresas farmacéuticas. (Nicolás Rodríguez, investigador de The New School)

Cuando los Talibán volvieron al poder este año prometieron acabar con el cultivo de amapolas. Sin embargo, esa posibilidad parece lejana y ya empiezan a surgir otras opciones. “Debido a que ha caído el precio de la amapola por una extendida producción, hay otro cultivo que es la efedra, la planta de la que al extraerse y procesarse se obtiene la efedrina y metanfetamina: ya es un cultivo emergente en Afganistán”, agregó Aguirre.

La pobreza, la corrupción, las guerras y los intereses de las farmacéuticas parecen ser un combo perfecto para que Afganistán continúe en el lugar de país productor de cultivos que derivan en medicamentos o en las drogas más peligrosas del mundo: la heroína, morfina, o ahora también la efedrina y metanfetamina.