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Columnistas

Fenómeno Javier Milei: ¿la juventud se volvió de derecha?

Javier Milei juventud

Por Feminacida

Javier Milei se consolidó como tercera fuerza en la Ciudad de Buenos Aires con un discurso liberal, fascista y violento que votan principalmente los jóvenes. De la marea verde que amplió derechos a la anti política: ¿cómo comprender el avance de estos sectores reaccionarios entre las juventudes? ¿Qué riesgos tiene?

“No vengo a guiar corderos, vengo a despertar leones”, grita enardecido la nueva figura referente del liberalismo argentino tras enterarse que su fuerza política logró un 13,6 por ciento de votos en la Ciudad de Buenos Aires.

Parece la Italia fascista de Mussolini, pero no: se trata del país al que aspira Javier Milei junto a un gran conjunto de jóvenes -sobre todo varones- que lo siguen. ¿Cómo se explica este fenómeno?

Primero, un escenario económico desfavorable: las PASO dejaron al descubierto una reacción consecuente a la crisis que atraviesa el país, en gran parte producto de la pandemia. La recesión, la caída del salario real, la pobreza y el desempleo fueron terreno fértil para que proliferaran discursos de la ultra derecha, llenos de lugares comunes con propuestas como disminuir los impuestos y liberar a las empresas de cargas sociales. Al día siguiente de las PASO, los mercados reaccionaron a tono: las acciones argentinas subieron. 

Parece la Italia fascista de Mussolini, pero no: se trata del país al que aspira Javier Milei junto a un gran conjunto de jóvenes

Uno de los problemas es que, contra lo que se suele creer, el corazón del discurso de Milei son mensajes que llegan directo a trabajadorxs de clase media o de sectores populares que se vieron afectados económicamente, pero que además compraron un paquete que viene cargado de misoginia y discriminación.

El economista de 50 años sería para muchos centennials la figura capaz de revolucionar un sistema que, en su visión, es el agotamiento de una “casta política” enquistada hace años en los partidos tradicionales.

Pero, al mismo tiempo, es ingenuo creer que una persona afín al sistema del libre mercado puede significar una revolución que implique una crisis en el sistema político. Empezando por lo básico: Milei se presenta como tantos otros candidatos en democracia. Odia la política, pero sabe que sin ella no puede posicionarse.

El gran salto de este personaje radicó, entonces, en la expansión de su escenario. No bastaban las redes sociales ni ser el economista con más minutos al aire, había que construir una fuerza e interpelar el agotamiento y el enojo ciudadano en las urnas, en línea con las tendencias que se observan en el resto de la región y del mundo. Porque esa mirada no puede faltar. El crecimiento de Milei no es un caso aislado, expresa conmociones geopolíticas de una escala mayor.

Milei se presenta como tantos otros candidatos en democracia. Odia la política, pero sabe que sin ella no puede posicionarse.

Lo que sorprende es que Argentina parecía el oasis del sur donde eso no podía pasar. ¿Un fascista haciendo una gran elección en el mismo país donde lxs jóvenes son quienes impulsan grandes transformaciones en materia de derechos?

Fuimos las jóvenes feministas quienes, junto a las luchadoras de otras generaciones, ocupamos las calles y las bancas para reclamar aborto legal, seguro y gratuito hasta que se convirtiera en un hecho. Las que llevamos las principales consignas de los feminismos y la Educación Sexual Integral a todas las sobremesas y escuelas. Y somos también lxs jóvenes lxs que cada vez intervenimos más en las agendas para subrayar las problemáticas ambientales y proponer soluciones. 

Pero sí, la realidad supera todo tipo de ficción y la lectura minuciosa del fenómeno y el electorado de Milei dejan mucho que pensar. Evidentemente, el legado de derechos humanos y construcción política de nuestro país es objeto de amenaza y una bandera por la que hay que pelear. Porque la gran debacle es lo que significa este avance de los discursos de odio en materia de derechos.

En el cierre de campaña de Milei se vio una oleada peligrosa cargada de significaciones en detrimento de las mujeres, el colectivo LGTTNBIQ+ y los pueblos originarios.

De forma ilustrativa, en una entrevista radial, Milei se refirió al cupo femenino así: “Me parece aberrante, me parece denigrar la capacidad de las mujeres porque si lo podés lograr por tu propio talento, no debería hacerse de manera violenta, porque la imposición de un cupo es imponer algo que no se da naturalmente”. 

Fuimos las jóvenes feministas quienes, junto a las luchadoras de otras generaciones, ocupamos las calles y las bancas para reclamar aborto legal, seguro y gratuito hasta que se convirtiera en un hecho.

Lo que Milei no comprende es que sin el cupo la invisibilización de las mujeres y diversidades en el espacio de trabajo es inmensa. El desempleo en mujeres jóvenes es del 23,4%. La brecha salarial alcanzó un 28% y el año pasado, durante la pandemia, el 55% de las personas que cobraron el IFE son mujeres, en su mayoría jefas de hogar. ¿Por qué Milei decide invisibilizar de forma arbitraria estas realidades?

Otra vez, el individualismo como lógica imperante. Y ahí es donde los feminismos tenemos una batalla importante para dar. Porque el crecimiento de los sectores más reaccionarios no es solo una preocupación del movimiento en términos de qué sucederá con “los asuntos de género”.

Las raíces son mucho más profundas. Cuando decimos, como la activista trans Susy Shock, que “no queremos más esta humanidad”, nos aferramos a una idea de revolución integral sobre lo que entendemos por vidas posibles, muy alejada a la “insurrección liberal” que pregona Milei.

Los feminismos tenemos una batalla importante para dar

Lo que sectores como los que representa (o supo representar) Milei proponen es la lógica del “sálvese quien pueda”, donde no hay Estado ni organización, sino mercado e individuos atomizados y una horda de insultos como forma de despotricar a lxs otrxs, como mecanismo de desplazamiento de los consensos tradicionales sobre la convivencia democrática.

Los factores explicativos de la fuerza que cobró esta narrativa son multicausales, y tendrá efectos que todavía no vislumbramos. La puja de sentidos está siempre abierta y urge, más que nunca, torcerla a favor de proyectos políticos más justos.

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