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Columnistas

La danza de la izquierda

Por Diego Rojas

A pesar de que muchos puedan pensar que la danza de la izquierda está signada por el ritmo de la rusa balalaika, en nuestro país sus diferentes expresiones se mueven al ritmo del malambo, cuyo signo es el del coordinado estruendo. Atención: nos referiremos en esta columna a la izquierda radical y no al centroizquierdismo, que es un juego autocomplaciente para con las culpas de los engendros “progres” de terapia una vez por semana y que rezan por las noches para que se abra el cineclub. Tampoco nos referiremos a los estalinismos del Partido Comunista Argentino o del Partido Comunista Revolucionario, que forman parte del Frankenstein kirchnerista del Frente de Todos. Tampoco, agradecerá el lector, mencionaremos al Partido Socialista del legislador Roy Cortina, que si Macri pide que le lustren las botas con la lengua, ahí estará Cortina para levantar su mano (o lengua, lo mismo da). No. La izquierda radical. Aquella que propugna una transformación revolucionaria de la sociedad, es decir, que no sean los capitalistas los beneficiarios del sistema económico sino sus sectores obreros, proletarios. Esa izquierda se presenta dividida y allí donde se une dirime sus diferencias con distintas listas en las PASO. Es el objetivo de estas líneas explicar un poco el por qué.

Manuela Castañeira y Federico Winokur, del Nuevo MAS.

El Frente de Izquierda-Unidad no es tan unido, que digamos. Por lo pronto, lleva dos listas, a saber, una que incluye a sus tres partidos mayoritarios y otra impulsada por el MST, dirigido por Alejandro Bodart y Vilma Ripoll y que, al estilo de Mariú Vidal, importaron desde Córdoba a una joven militante a Capital para encabezar la lista a diputados. La lista mayoritaria postula a Nicolás del Caño y a Myriam Bregman, candidatos que supieron ganarse la simpatía del electorado kirchnerista que los considera como suyos propios, simpáticos, pero que no les dará el voto. En un papel reducido, se encuentra Gabriel Solano, una persona cuyo objetivo declarado es convertirse en “un fenómeno del Tik Tok” y que es adicto, también, a sacarse fotos con sus niños y publicarlas en las redes oficiales de su partido, para demostrar ¿que es bueno? ¿Que es humano? Se le debería advertir que la agencia de imagen contratada tenga creativos que consuman drogas en exceso.

Se le debería advertir a Gabriel Solano que la agencia de imagen contratada podría tener creativos que consuman drogas en exceso.

Bien, de conjunto el slogan de este rejunte es: “Nos unimos para ser la tercera fuerza”, lo cual implica que el FIT-U se postula como la pata número tres del sistema, no que quiere derribar la sociedad de clases, sino ser uno de sus sostenes en forma de triángulo isósceles. Por eso tanto empeño en intentar debatir con el esperpento Milei -a tal punto que cierto periodismo considera a Solano como el más liberal de los izquierdistas, epíteto no desmentido por el candidato-.

Luis Zamora.

El Nuevo MAS se caracteriza no por su programa político, sino por sus sonrisas. Manuela Castañeira sonríe todo el tiempo. Su pollo en Capital, Federico Winokur, también sonríe. En los videos que hacen circular por las redes sociales juegan con cintas al viento. Sonríen. Es todo risas. Los consultores políticos siempre encuentran la forma de entablar campañas novedosas, esta vez con una izquierda que sonríe, y logran que encima se les pague. El slogan de los chicos es: “Para renovar la izquierda”. Se trata, entonces, de un mensaje autorreferencial, dirigido al votante de izquierda -no a la ciudadanía en general, que debería votarlos para transformar no la sociedad, sino la fracción de izquierda, a través de sonrisas y felicidad. 

En los videos que hacen circular por las redes sociales los candidatos del Nuevo MAS juegan con cintas al viento. Sonríen. Es todo risas. 

Zamora está medio ausente. Su slogan es: “Saquemos a la dirigencia y, como pueblo, decidamos cómo seguir”. Tipo: “Vamos y vemos”. Hay gente de izquierda a la que le gusta ir al café y discutir y discutir y discutir. Sofistas, o charlatanes. Digo, es un decir.

Jorge Altamira.

Last but not least, Altamira regresa. Su partido Política Obrera lo postula al Congreso junto a Marcelo Ramal. Hacía mucho que no se lo veía en una campaña electoral, ahora se sabe que en su anterior partido se procesaba una discusión sobre los objetivos estratégicos de la izquierda, que para el grupo de Pitrola y Solano era meter diputados como sea y para Altamira y sus acólitos era la revolución. Fueron expulsados. Sí, así como se lee: el fundador del Partido Obrero fue expulsado junto a 1.200 militantes en 2019, formaron la Tendencia del PO y finalmente volvieron a nombrarse como Política Obrera, la organización primigenia fundada por Altamira. Bien, Altamira is back. Y dice que quiere una banca para apoyar las luchas que inevitablemente la crisis provocará. En su quichicienta nominación y a los 79 años, nuestro Bernie Sanders trotskista denuncia a macristas y kirchneristas y dice que votarán juntitos el nuevo acuerdo con el FMI.

Así las cosas, así la izquierda. El lector de esta columna queda advertido de los objetivos de las diferentes tendencias de ese espacio político. ¿Los votará? Quiera el dios del cielo que así sea, que la crisis viene movidita y hacen falta cambios estructurales en esta bendita sociedad.