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Columnistas

El Reino, o cómo quedan Bastillas sin vencer

Por Diego Rojas

Hay una escena particularmente notable en la serie El Reino, que produjo la plataforma Netflix, que se desarrolla tras las bambalinas de una iglesia evangélica (quizás se debería aclarar que el uso de la palabra “bambalinas” responde a la más cruenta realidad, ya que todo rito religioso e, incluso, toda religión es una puesta en escena). El pastor Emilio Vázquez Pena (Diego Peretti), junto a su esposa la pastora Elena (Mercedes Morán), rodeados del núcleo familiar más cercano, posan desde el aire sus manos sobre un arca llena de billetes y dicen una oración. “Listo, ya está bendito”, dice el pastor Vázquez Pena y la fortuna en efectivo puede, desde ese entonces, usarse para los fines más terrenales.

El negocio de la religión es más viejo que Matusalén, que habitó en las páginas del Antiguo Testamento. Sin embargo, la hegemonía católica de la empresa de dios fue menguando a lo largo siglo XX y al finalizar ese centenio las iglesias evangelistas habían escalado posiciones a grandes trancos mediante un estudiado aparato de captación de fieles y de recaudación de fondos. El oro del Vaticano encontró en el culto evangélico un aguerrido competidor que hasta logró construir imperios. Lo interesante de la escena mencionada es que los pastores podrían haber evitado el pasaje de la bendición de los billetes si fueran meros estafadores, turritos de las orillas jugando a la religión. Pero no. Es que, aun en las cuestiones del dinero y el poder, los protagonistas de El Reino ellos tienen fe.

El oro del Vaticano encontró en el culto evangélico un aguerrido competidor que hasta logró construir imperios.

Se ve que la serie les molestó. La Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA) emitió un duro comunicado contra los guionistas de El Reino, Claudia Piñeiro y Marcelo Piñeyro, quien además dirige la ficción. Queda claro que quien redactó el brulote es un tanto cholulo, ya que empieza glorificando a los actores e incluso encomia la interpretación de Peretti como el pastor evangelista que incursiona en la política argentina con el fin de integrar el Poder Ejecutivo. Queda claro, además, que quien redactó el brulote quiere cobrarle a Claudia Piñeiro su militancia a favor del aborto legal y gratuito, causa de la que fue una de las caras visibles. “Es sabido el encono que ha expresado la escritora y guionista de esta obra desde su militancia feminista durante el debate de la ley del aborto hacia el colectivo evangélico de la Argentina”, comienza uno de los párrafos de los evangelistas que acusan a Piñeiro de querer destruir la trayectoria de los pastores evangélicos y hasta de intentar encasillarlos y segregarlos incurriendo de este modo en “un comportamiento fascista”. Todo indica que el guión de Piñeiro (y también de Piñeyro, a quien no se individualiza) tocó una fibra íntima de estos personeros del cristianismo que, como se sabe, es una de las formas de la superstición.

Quien redactó el brulote quiere cobrarle a Claudia Piñeiro su militancia a favor del aborto legal y gratuito.

Volvamos a la escena de la imposición de manos sobre el arca llena de billetes de todo tipo y color. Es una escena real, de la más absoluta realidad. Una de las costumbres del cristianismo en todas sus facetas es la de la limosna o el diezmo. La limosna es aquella que se entrega en plena misa, cuando los ayudantes de los curas –en el catolicismo– pasan por las filas de asientos unos palos con un bolsito para que los feligreses llenen con el desprendimiento de sus billeteras. El diezmo es más sistemático y consiste en la entrega, mes a mes, de un porcentaje –por lo general del diez por ciento– de los ingresos del fiel. Imaginen: billetes y billetes y billetes que no son controlados por el Estado, que pasan a integrar directamente las arcas de las iglesias, que no tributan impuestos: el sueño húmedo de Pablo Escobar Gaviria. Lo cierto es que se trata de una estafa al sistema tributario además de las exenciones que el mismo Estado otorga a las iglesias, en la Argentina en particular la católica, cuando cualquier hijo de vecino al comprar un litro de leche tributa mediante el IVA un 21% adicional al precio pero cuyo pago no “sufren” las iglesias ya que serían entidades sin fines de lucro. ¡Sin fines de lucro! Díganselo al pastor Palau o al arzobispado porteño –o cualquier arzobispado. Bien, limosna tras limosna, diezmo tras diezmo, imposición de manos de por medio y chau picho: la guita está bendita. Así cualquiera reniega del lucro. Esta escena bien podría pertenecer al cinema verité.

Claudia Piñeiro, coguionista de El Reino.

No es una novedad que las cosas de dios tienen un correlato en los bajos instintos de los hombres. No por nada al ver la serie al espectador le viene a la memoria el eco de estas palabras: “Porque tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor”. La historia de las religiones es también la historia de las formas de la dominación de los pueblos y de las relaciones que los cleros establecen con los gobernantes. El comunicado de los evangelistas contra Claudia Piñeiro señala que se los estigmatiza por ser los mulos de Bolsonaro (bueno, no dicen exactamente “mulos”) o por ser de derecha. Pero chocolate por la noticia, señores: no sólo son los mulos de Bolsonaro, no sólo promueven un planteo político de la derecha fascistizante sino que ni siquiera el ídolo de la progresía Lula da Silva se salva del influjo que emana su poder evangelista, y quiere disputarle un sector del electorado al actual presidente de Brasil sumiéndose a los mandatos de esas iglesias. ¿Y Bolivia? Recuerdan cuando Jeaninne Añez lideró el golpe de Estado contra Evo Morales e ingresó al Palacio Quemado –sede del gobierno en La Paz– portando una biblia king size, encomendada a dios, mientras sus partidarios en la conservadora Santa Cruz se arrodillaban ante una estatua de Cristo que se encuentra en el centro de la ciudad. ¿La Argentina se salva de ese influjo? Habrá que ver. Nótese que en las medianoches de todos, pero absolutamente todos, los canales de televisión abierta y muchos de cable los evangelistas programan sus shows de pecado y redención conducidos por esos pastores de acento brasileño y sede en el antiguo Mercado de Flores de Almagro y todos los barrios, de Ushuaia a La Quiaca, dice el GPS. Perdón la digresión, pero debe contarse entre los ataques más tremebundos sobre la ciudadanía porteña la transformación del Mercado de Flores –recuerdo cuando al terminar la noche (en la madrugada de los floristas)  iba a comprar algunos ramos para llevar a casa– en una sede del comercio de dios.

En las medianoches de todos los canales los evangelistas programan sus shows de pecado y redención conducidos por esos pastores de acento brasileño y sede en el antiguo Mercado de Flores de Almagro y todos los barrios.

Claudia Piñeiro usó la tribuna pública para pronunciarse y comprometerse con la causa de las mujeres, que cristianos de todo tipo quisieran enclaustrar entre los bártulos de las cocinas. En la inauguración de la Feria del Libro, en el Congreso, en cada programa donde hubo sido invitada, en cada foro de la Argentina y del mundo, ya que Piñeiro es la escritora argentina más celebrada por fuera de nuestras fronteras. Los evangelistas de esa alianza de las seis siglas –que, en términos de siglas, incurren en el exceso– la identifican como el enemigo. Por ser coguionista de una serie esplendorosa y que ni siquiera ataca la fe –debe decirse que ese factor también forma parte de la construcción narrativa de sus héroes– pero que señala algunos puntos de vista sobre el accionar de los pastores –y, podría decirse, de los curas– que habitan y engrandecen sus fortunas y poderes en este valle de lágrimas en el que nos tocó vivir. Bien por Claudia. A veces ser elegido como enemigo se convierte en un acto de suma honra. Y que lloren los fariseos.