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Columnistas

Todos mienten (menos los parresiastas)

Milei

Por Diego Rojas

Alfred Adler, un estrecho colaborador de Freud en Viena pero que luego rompió con el psicoanálisis, escribió: “Una mentira no tendría sentido si la verdad no fuera percibida como peligrosa”. Tal vez venga a cuento citar esta frase ya que asistimos a un momento en el que todos mienten, todos, todos. Salvo los parresiastas.

Si bien vivimos en la sociedad de la mentira, en la que se trata de imponer la noción de que los industriales y sus inversiones son los que crean las riquezas de la nación -obviando que son los trabajadores quienes la producen, pero que les es arrebatada por señores y señoras que, sin embargo, asisten a cenas de caridad-, en la que uno de los países más ricos y con mayor expansión de negocios como el Vaticano promueve la opción por la pobreza, en el que un Estado represivo abierto al libre mercado y con afanes expansionistas como China se hace decir “comunista”; toda esa escalada de mentiras se vuelve ominosa cuando se asiste a una elección.

Incluso la mentira en una elección se hace presente entre aquellos que no son candidatos a nada, pero porque ya ostentan el poder. “Yo sigo manteniendo mi vocación revolucionaria de joven”. Si las palabras siguen manteniendo algún tipo de valor, se podría afirmar la rotunda falsedad del presidente (salvo, claro, que use “revolucionario” en el sentido que lo usaban los fusiladores de la “revolución libertadora). Y si la historia pública personal sirve como documento de los caminos de la existencia, se debería señalar que Alberto Fernández comenzó a tener cierta gravitación en el campo político argentino cuando militaba en el Partido Constitucionalista Nacional, una agrupación derechista liderada por el ultramontano Alberto Asseff, en la que el actual presidente fungía como líder de su rama juvenil. Asseff hoy es diputado por el PRO, luego de haber apoyado al protofascista José Luis Espert. Más tarde, Fernández se integró al menemismo, en el que desde la Superintendencia de Seguros tenía un rol central en la creación y desmanejo de las AFJP, un negocio a medida de la banca y la estafa a los jubilados. Integró más tarde las listas lideradas por Domingo Cavallo e ingresó a la Legislatura junto a la videlista Elena Cruz. 

Bien: si alguien reconoce una joven vocación revolucionaria en este prontuario, habrá logrado hacer lo que hace un mago al sacar una paloma de la galera.

Si alguien reconoce una joven vocación revolucionaria en el prontuario de Alberto, habrá logrado hacer lo que hace un mago al sacar una paloma de la galera.

En la corriente de Alberto y CFK concurren la ex guevarista Viki Donda, el embajador del FMI Martín Guzmán, los autodenominados maoístas del PCR, el espía en la huelga minera y represor Sergio Berni, el inefable Gildo Insfrán, los ex anarquistas del MUP, el vaticano Juan Grabois, y así. Si algo une a esos “todos” es que todos ocultan sus verdaderos intereses.

Pero a no desesperar: Mauricio Macri se decía desarrollista y yo creo que, de haber estado vivo y escuchado esa definición, Rogelio Frigerio se hubiera tirado al piso para no levantarse nunca más. Lo acompañan la ex gobernadora del desastre en la provincia de Buenos Aires que volvió a vivir y postularse en la ciudad, el porteño Diego Santilli que de ahora en más es un hombre malevo de la pampa húmeda, la ex montonera Patricia Bullrich devenida una derechista represora recalcitrante con su corte de los milagros compuesta por ese misógino, provocador, troll de carne y hueso e intergaláctico Fernando Iglesias, la plagiadora universitaria condenada por un tribunal académico Sabrina Ajmechet y ni hablar de los otros incorporados a sus listas que llaman a la renovación, encabezados por Ricardo López Murphy -que quería bajar las jubilaciones o arancelar la universidad pública en su breve mandato en Economía bajo De la Rúa- y gente que mejor no nombrar para no caer en la grosería.

El señor del peinado Javier Milei es ni más ni menos que un farsante que se hace llamar libertario para encubrir su identidad ultra reaccionaria. Hace unos días el candidato de Política Obrera Marcelo Ramal le preguntaba: “Milei, si usted está en contra de las regulaciones del Estado, como dice, ¿por qué apoya que el Estado compre el gas en boca de pozo al triple de precio en dólares de su cotización internacional?”. ¡Para qué! Milei decía que no iba a debatir con ignorantes que no sabían nada, que no iba a hablar con un socialista porque serlo denotaba su ignorancia y a la conductora le dijo:“¡Y vos sos una roñosa por hacerme una trampa para que debatan con este tipo!”. Bueno, en ese transcurso su peinado se mantuvo incólume. Como cuando el libertario Milei le decía a Luis Novaresio: “El comunismo fue creado por el Maligno y el Maligno hoy está en el Vaticano”. Claro, a los gritos. Muy racional el señor.

La parresía es la figura que usaban los epicúreos en la Antigua Grecia para denominar al acto de decir la verdad en función del bien común, incluso cuando esto implicara un peligro de muerte para el parresiasta.  Es un acto de ética del valor.

El otro día en Intratables se debatían los constantes cortes de calle, las manifestaciones y las marchas que se estaban realizando en el último tiempo (¿notaron ustedes, o sólo soy yo, que hay cada vez más demostraciones en las calles que expresan, luego del letargo obligatorio de la pandemia, una tendencia a la rebelión frente a la economía de ajuste, hambre e inflación? ¿Y, soy yo, o no creen ustedes que se están gestando tiempos interesantes?).

El señor del peinado Javier Milei es ni más ni menos que un farsante que se hace llamar libertario para encubrir su identidad ultra reaccionaria.

Ese día la Tendencia del Polo Obrero había cortado la 9 de Julio en una gran movilización. En el panel estaba una de sus referentes, Eva Gutiérrez, que vive en Villa Tesei, Hurlingham. Algunos panelistas decían de todo: “Esa gente quiere el plan para quedarse sentada en su casa”. Eva, firme pero calma, decía: “Para recibir el plan de 10.300 todos tenemos que prestar una contraprestación”.  “¿Y dónde?”, preguntaba un neuquino del PRO. “En el Hospital Posadas tenemos compañeras cumpliendo tareas de enfermeras durante la pandemia. Pero con 10.300 pesos no alcanza para vivir. Queremos trabajo genuino, un plan de viviendas, plan de obras públicas”. “Pero si no saben hacer nada”, decía el del PRO. Luego, le preguntaron por su vida. Contó que tiene 62 años, hace changas cuidando a personas enfermas en sus casas porque es auxiliar de enfermería, que no cobra jubilación, que hizo hasta tercer año, que está en pareja y que de otro modo no podría vivir en el humilde hogar que habita. Que se levantaba todos los días con la fuerza de que ella, sus compañeros y compañeras avanzarían todos juntos contra los gobiernos del FMI para transformarlo todo, que todos los días esa idea la despertaba a la mañana.

Eva Gutiérrez, piquetera, trabajadora, mujer, madre actuó como una parresiasta. Una parresiasta de la clase obrera.

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