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Columnistas

Modificar el rumbo

Por Manuel Sierra

Vivimos en un mundo donde el famoso virus de desconocido origen que tiene a maltraer a la humanidad está provocando momentos increíbles para la posteridad.

Nuestro país sin dudas se destaca por las contradicciones, y algunas fotos dan fe de ello, ¿no? ¡En fin, somos lo que somos! Un país no tan serio.

Mientras tanto, todo se encamina poco a poco al regreso de la actividad turística, y a medida que se abren las fronteras, aumentan las tasas de vacunación, se ponen en marcha los cruceros y los aviones conectan más puntos a lo largo y a lo ancho del planeta; la ilusión crece en nosotros.

Después de aquel primer momento en que nos dejaron encerrados en nuestras propias casas comenzamos a imaginar cómo sería la nueva normalidad, cómo sería el nuevo turista, y, por supuesto, cómo se reinventarían los destinos.  

Se estudiaron casos en donde el turismo masivo estaba provocando el rechazo de los propios habitantes de destinos como Barcelona, Mallorca, Ámsterdam o Venecia y se comenzaron a elaborar modelos del turismo post-pandemia.

Relevados los hechos, más el encierro obligado y las cuarentenas, se especuló con que el nuevo turismo estaría enfocado en llevar al turista a preferir los espacios abiertos en actividades que propusieran estar más tiempo en contacto con la naturaleza y la seguridad sanitaria.

El nuevo turismo estaría enfocado en llevar al turista a preferir los espacios abiertos en actividades que propusieran estar más tiempo en contacto con la naturaleza y la seguridad sanitaria.

Fue así que, poco a poco, los primeros turistas abandonaron las ciudades y se pusieron rumbo a destinos cercanos con espacios abiertos en medio de la naturaleza. El cambio se estaba dando tal como se pensaba que sería, pero… pasaron cosas.

Un ejemplo de esas cosas que pasaron tiene que ver con los turistas de “borrachera”, como denominan en las Islas Baleares a los jóvenes británicos que concurren masivamente a las playas de Mallorca durante el verano boreal.

Después de un año de ausencia, los hijos naturales de uno de esos países llamados serios, sufrieron un masivo ataque de amnesia y volvieron, cuan gurkas, a las andadas con las “fiestas de botellones”, donde todo llevaría a pensar que realmente nada se ha aprendido.

Este no es un hecho aislado, se ha repetido en distintos destinos turísticos del mundo con mayor o menor grado de irresponsabilidad, y demuestra, una vez más, que en todas partes se cuecen habas y que los pronósticos son sólo eso, pronósticos.

Hoy la realidad indica que ni todos los turistas van a emborracharse, ni todos buscarán conectarse con la naturaleza; la oferta creada por funcionarios y empresarios dará un marco de contención y será la que verdaderamente modere estos comportamientos humanos.

Antes de la pandemia ya existían viajeros que se planteaban realizar cambios en sus viajes por el mundo y esa tendencia es la que intentará consolidarse en el tiempo para darle la sustentabilidad que necesita el planeta en el que vivimos.

El Covid 19 sólo desnudó algunos errores y nos está permitiendo modificar el rumbo.