Por Carlos Fuentealba Varela
Matías Fernández Burzaco tiene 23 años, mide poco más de un metro y tiene más de 180 nódulos en su cuerpo. Mirarlo causa impresión y asombro. Él lo sabe y en vez de mortificarse, aprendió a jugar con eso. A reírse del mundo y a reírse con el mundo. A manejar esa distinción a su completo arbitrio. Como lo hace en Formas Propias, Crónicas de un Cuerpo en Guerra, su reciente libro autobiográfico editado por Tusquets, en el que parte aclarando: "Soy un engendro y lo voy a contar todo".
En poco más de 200 páginas nos sumerge en el mundo único y fascinante de un chico que vive en uno de los 75 cuerpos en el mundo que tienen fibromatosis hialina juvenil. ¿Qué significa eso? Que produce mucha piel. Y que depende de los demás para respirar. Para ir al baño y para conectarse a un respirador en las noches.
Pero significa también algo que miles de artistas buscan durante toda su vida sin éxito: un lugar propio y único desde el cual enunciar. Y ese es el tesoro con que Fernández explora el mundo, lo agasaja y lo cuestiona. Su literatura del yo, lejos del narcisismo de moda, propone un viaje que enaltece, dignifica, pero también angustia y castiga. Con una crudeza a veces cegadora: "Por eso ser sincero es ser potente; de desnuda que está, brilla la estrella".
-¿Qué significó para vos la publicación de Formas Propias?
Es una sorpresa muy grande para mí que soy un periodista e intento de escritor muy joven, que hasta ahora sólo había publicado en Página 12, La Nación y Perfil algunos perfiles y artículos. Esto era un libro. Otra cosa, cargada de herramientas literarias y poéticas, que era un desafío mucho más grande. La verdad es que me genera mucha felicidad. Era un logro a desbloquear. Me pone contento haber podido pasar por un montón de estados emocionales y haber sobrevivido a hablar de la muerte, la soledad, el contacto, el deseo. Y también sobrevivir a Leila Sucari, la editora, porque ella es muy honesta, tajante y directa y aprendí mucho de ella.
-Ese es el estándar con vos al parecer, porque en el libro te exponés un montón.
–Sí. El libro me expone a mí, pero siento que también expone a los demás. Es una autobiografía en la que intenté contar el proceso sangriento de tener enfermeros, el vértigo de esperarlos, el no saber si son enfermeros o no, si van a tener cuidado conmigo. Lo que más me pone feliz es que pude volcar pasajes y retazos de momentos de mucho amor con mis amigos. Y pude retratarlos a ellos. En chiste me dicen escrachador, mis amigos han tomado la posición de decirme: 'vos vas a sacar un libro, ya está, contá todo chabón. Me importa un cuerno lo que digas de mí porque es tu libro. Es algo súper valioso'. Aprovechá y contá todo lo que hicimos, las locuras soltalas y mostralas a través de imágenes formadas por palabras. Siento que el libro lo escribí a los 20, ahora tengo 23 y yo era otro, otra personas que escribía. Hace un año y medio no lo leo para tomar cierta distancia. Lo que me permite no asesinarme. Porque capaz que lo lea y diga 'uh esto que puse de mi papá o de mi mamá es muy controversial'. Pero a mí me gusta jugar entre lo controversial, lo ambiguo. Me gusta que existan varias interpretaciones y que el lector pase por varias emociones al momento de leerme.
-Cuéntanos por favor el origen de esta larga crónica
-Sin spoilear puedo adelantar que fue un profesor de la facultad el que me dijo, de una manera muy amorosa y solidaria, que hiciera un libro sobre mí. Yo hasta entonces contaba la trastienda de jugadores de fútbol y básquetbol. Personajes marginales y sórdidos, que eran los que yo buscaba, y trataba de retratarlos. Entonces el profesor me dijo 'no, a mí me interesa tu historia. Me interesa cómo comés. Cómo vas al baño a cagar. Cómo escribís con el celular. Lo más mínimo, me interesa. Así que vos, mandale para adelante'.
Yo hasta entonces contaba la trastienda de jugadores de fútbol y básquetbol. Personajes marginales y sórdidos, que eran los que yo buscaba, y trataba de retratarlos. Entonces el profesor me dijo 'no, a mí me interesa tu historia. Me interesa como comés, cómo vas al baño a cagar, cómo escribís con el celular. Lo más mínimo me interesa'".
Así que el giro fue bastante espontáneo. Tanto en la música como en el libro, escribo en presente. Siento que nada de lo que hago tiene orígenes tan remotos, como otros que quieren ser escritores o músicos desde pequeños. En mi caso, lo siento como apariciones mágicas que de pronto despiertan, como deseos de descubrir un planeta nuevo con la palabra por medio. Yo andaba medio mal en la secundaria. Andaba de joda, fumando. No estudiaba y mi mamá me insistió para que diera las últimas dos materias y mi papá me anotó en un Escuela de Comunicación. Ahí vi que enseñaban a escribir corto, de una manera muy eficaz para las redes sociales, algo que me parece perfecto, pero que no iba con mi espíritu. Yo siempre quise contar historias largas. Hacer entrevistas con 800 mil preguntas hasta ser la voz autorizada para escribir sobre tal persona o personaje. Porque para mí todos somos personajes que tenemos algo para decir. Empecé a escaparme de la facultad hacia clubes para hacer notas. No daba los trabajos que me pedían los profesores. Faltaba y me escapa a otro lado a hacer las entrevistas que a mí me interesaban. Dejé cuando faltaba un cuatrimestre y este profesor me hizo la propuesta de hacer este libro que ahora es una realidad.
-Quizás lo más llamativo de tu voz como narrador sea el giro queer que hacés del tabú. De exponerse y enorgullecerse de lo que antes estaba signado por el ocultamiento.
-Si bien yo no soy militante ni activista de la discapacidad, sí trato de mostrarme desnudo. No tengo nada que ocultar. También encontré cierta impunidad después de nombrarme de tantas maneras. Hace poco en youtube me nombraron especimen. Y un chabón escribió que los espartanos en su época hacían la eutanasia con las personas que nacían así con una enfermedad. Yo me maté de risa. Mi mamá estaba sufriendo. Yo tomo esos comentarios para potenciar mi humor negro y para nombrarme de la manera que peor suene. No sé. Siempre y cuando tenga un fin estético o literario. Un fin poético o que cuente algo. Juan Sklar me ayudó a soltarme en eso. Al principio estaba más guardado y ahora exploté. Siento que estoy super abierto a decir lo que me tiente. Con la impunidad al palo.
-¿Hay una delgada línea entre moral y moralina allí, no?
-Sí. Es que creo que la discapacidad está muy bastardeada por esa gente que nos ve como angelitos o ejemplos de vida. Y yo traté de ser otra voz. De hecho, la voz opuesta a esa: ser el más hijo de yuta posible, en vez de ser el buenito que está en la cama y que supera su vida porque está en la lucha.
Yo no escribo para recibir críticas moralistas o éticas. Trato de correrme de esos terrenos que me parecen muy ruidosos. Hay críticas que si no son artísticas trato de evitarlas. Igual tomo todo. También la gente que me dice ejemplo de vida lo hace sin maldad y que está dando un mensaje entre comillas bueno. Pero como yo no creo en lo bueno ni lo malo, ni en lo lindo ni lo feo, me cuesta sentirme representado. Prefiero quedarme con las personas que escuchan al otro, porque para mí escuchar es un valor. Y siento que las personas que te dicen ejemplo de vida te tiran la más fácil, el lugar común, lo primero que se le vino a la cabeza. Ven a un muchacho que está con muletas y dicen 'uuh es un ejemplo de vida'. No flaco, preguntale, hablá con él, averiguá y después decís algo sobre el otro. Eso me hace tener unos pensamientos hacia ellos no tan positivos, pero está todo bien. Es parte de estar en este cuerpo y de todas las personas que están en cuerpos entre comillas extraños o diferentes. Porque todos tenemos formas propias. Hace poco una lectora me dijo que cuando leyó que yo decía eso, fue al espejo a mirarse. Me pareció loco.
Las personas que te dicen ejemplo de vida te tiran la más fácil, el lugar común, lo primero que se les vino a la cabeza. Ven a un muchacho que está con muletas y dicen 'uh, es un ejemplo de vida'. No, flaco. Preguntale, hablá con él, averiguá y después decís algo sobre el otro".
-En el libro hablás mucho sobre el deseo. Y relatás que en ese momento, tu mayor deseo era publicar este libro. ¿Ahora que ya está publicado, hacia dónde se movió el deseo?
-Se movió hacia un camino que vuelve a la escritura y a la literatura. Tengo escrito otro libro, editado por Mariana Enríquez, que no sé si va a salir este año o el otro. No es una autobiografía. Hay pasajes autobiográficos pero son historias oscuras sobre enfermeros. Gente que tiene que lidiar con tener pacientes muertos en brazos. Es una colección de las historias más oscuras que me han contado los enfermeros, que han tenido ellos conmigo y con otros pacientes.
Acabo de estrenar una canción nueva que se llama Los Nenes me Odian que está en youtube con un videoclip documental. Es un registro de miradas y de niños que reaccionan de manera súper espontánea y honesta a mi presencia. Para mí ellos son unos capos. Y los padres, que son quienes discriminan o rechazan, reprimen sus emociones. Es la mirada adulta reflejada en los niños. Hice ese videoclip a cámara oculta. Es muy tremenda la reacción de los padres, cómo los sacan cuando me vienen a saludar: no, no, salí de ahí. Como si yo pudiera contagiar algo. La otra vez un padre dijo: hijo no hagas ese tipo de discriminación. Como si hacer otra estuviese bien, viste (se ríe). Bueno, leyendo mi libro creo que podés imaginarte por dónde va el video. Es un poco controversial, un poco polémico, pero es una realidad. Los nenes no reprimen sus reacciones que son el reflejo de una sociedad que rechaza un montón a los cuerpos diferentes. Flacos, gordos, alto, bajo, deforme o con dos piernas menos. La crítica es hacia los padres y a los fachos, a los políticos... y hacia todo.
Los nenes no reprimen sus reacciones que son el reflejo de una sociedad que rechaza un montón a los cuerpos diferentes. Flacos, gordos, alto, bajo, deforme o con dos piernas menos. La crítica es hacia los padres y a los fachos, a los políticos... y hacia todo".
-Me aclaraste muchas cosas en las que no creés ¿En qué creés?
-Creo en la amistad. No hay palabra que reúna más amor en el universo que la palabra amigo. Creo en el amor. No necesariamente en la penetración. Creo en las personas que dan. En mi círculo cercano que ampara, acompaña y banca la toma. Son como los okupas que se ocupan y que están todo el tiempo en mi casa y suena el timbre todo el tiempo. No creo en Dios. Creo en unos angelitos que están en la plaza de los Periodistas que tienen los ojos grafiteados como si estuvieran llorando sangre negra. Hay una intervención artística que los dejó así. En mi nuevo video, los incorporé porque me gustan. Creo en ellos y en Messi.
-¿Y cómo viviste el título de la Copa América?
-¡Qué buena pregunta! Es un alivio impresionante. Siento que ahora Messi es la persona más inimputable del planeta. Ya está. Por más que no tenga la Copa del Mundo con Argentina, ya demostró que lo deja todo en la cancha y que es súper importante. Genera un montón de movimientos en el juego estando en una baldosa, quieto o dando pasos cortos. Es el efecto Messi. Está caminando, pero vos sabés que está en el lugar exacto.
La final la vi con cinco amigos, estábamos todos como locos. Además ganarle a Brasil allá fue la gloria. Soy muy fanático de él. Alguna vez lo vi en el predio de la AFA, pero él estaba entrenando y yo fui en plan periodístico y no pude conectar con él. A mí Messi me parece un personaje muy curioso porque es el sujeto más famoso del mundo y uno no sabe casi nada sobre él. Maneja un equipo de trabajo muy inteligente porque no deja que los demás sepan sobre su identidad. Cómo piensa, cómo se mueve, qué hace. Es el más famoso del mundo, pero yo quiero saber quién es Messi. Deseo además de ser cholulo, conocerlo y escribir sobre él. Es un sueño.
-Ahí te tenés que poner en la fila. Y hablando de fila... ¿te vacunaste?
Supuestamente soy paciente de riesgo porque duermo con respirador. Por las noches hago apnea del sueño que es que dejo de respirar por varios segundos. Entonces me ponen una máscara que me manda aire a presión. Es como una ayuda. Igual a veces a la tarde me quedo dormido sin la máscara y no pasa nada. No es que dejo de respirar bien. Es sólo una ayuda para saturar bien. Para estar oxigenando bien. Y sí, me vacuné. Me dieron la Astrazeneca, que me pegó muy mal. Estuve dos días con fiebre y chuchos de frío. Pero después fresco. Obviamente que no lo entendí como un pase libre para abrazarme con gente. Pero ahora sé que si me contagio, estoy un poco más protegido. Acá estamos, esperando no contagiarme. Como todos ¿Y vos, te vacunaste?