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Columnistas

Aguanten corazones aguanten, o donde mueren los relatos

Por Jairo Straccia

Dos semanas después de que la Corte Suprema confirmara el procesamiento de Carlos Blaquier, el dueño de la empresa azucarera Ledesma, por haberle prestado camionetas a la dictadura para desaparecer gente en marzo del 76, algo parece haber cambiado en el mundo de los negocios. El Gobierno mostrará en las góndolas de almacenes y supermercados chinos unos 70 productos con precio impreso en el paquete hasta diciembre en el marco del plan Súper Cerca, pero no habrá ningún artículo del gigante jujeño, que esta vez prefirió no colaborar con el Estado.

En realidad Ledesma siempre suele ser la compañía más dura a la hora de negociar la inclusión de sus paquetes de azúcar en los programas oficiales de contención de precios. También lo había sido al comienzo en Precios Cuidados, hasta que luego cuando detectó que existía un volumen de consumo relevante, terminó acordando. No se sabe si ahora ocurrirá lo mismo con estos artículos con los que el Gobierno intentará poner valores de referencia más allá de la égida de los supermercados, que canalizan sólo un 30% del consumo popular.

La Secretaría de Comercio Interior cree haber encontrado una forma de asegurarse el cumplimiento en un terreno tan atomizado y sin representación clara como el de los pequeños comercios llamados “de cercanía”: cerrar con las grandes corporaciones, en especial con las que tienen sus redes de distribución muy desarrolladas como Arcor o Mastellone, para asegurarse que lleven los bienes a esas bocas de expendio.

Es otro intento oficial de mostrar acción contra una inflación que en junio cruzó la barrera del 50% interanual con los alimentos todavía como un desafío central. Tras la disparada de la carne en la primera quincena del junio del cierre de las exportaciones, el precio de las carnicerías y supermercados podría haber encontrado su techo. Pero el mes pasado también se disparó 9% la leche. Los lácteos, coinciden tanto empresas como funcionarios, subieron sólo 20% en el año de la pandemia y como tantos otros bienes básicos están “atrasados”. ¿Cuánto van a recuperar en el año de las elecciones?

Hay un detalle que refleja lo jodida que está la pelea de la inflación. El Ministerio de Economía destacó una desaceleración mensual de una décima. Algo parecido solía hacer en su momento el jefe del Banco Central, Federico Sturzenegger, en la gestión de Mauricio Macri. Subrayar reducciones del cero coma para contar meses de baja del costo de vida expone más la desesperación por mostrar resultados que otra cosa, en un tema que no tiene invictos en la Argentina. Pero que la oposición no lo cante, no lo grite y no se abrace, que tampoco puede levantar el dedo porque viene de cancherearla y entregar pésimos números.

Ahí está, ahí está

Doble negociación. Guzmán, entre pedidos de perdón a Máximo y Cristina y advertencias por lo que viene.

En el Gobierno no descartan llamar a Nico, el hijo del periodista Sebastián Campanario que la rompe con el cubo mágico, para tratar de calzar todas las piezas del delicado juego económico de acá a las elecciones. Porque los acuerdos de precios y los controles podrán funcionar más o menos y rendir en la campaña con lo de “la pelea contra los formadores de precios”, pero hay velas prendidas a las múltiples variables donde se define la cosa sin épica.

Una, a los precios de las materias primas internacionales. “Aunque sigan subiendo, ya está, no se traslada nada más”, dicen en el equipo económico, donde se dividen entre los que la nostalgean con “ojalá pudiéramos subir las retenciones” y los que dicen que tampoco serviría del todo, porque “la disparada de precios es tan alta que habría que poner derechos de exportación del 80%”. Ta tan, ta tan.

El sostenido incremento del girasol, por ejemplo, generó roces con los aceiteros, que aún con un fideicomiso privado de compensación entre la exportación y el mercado local quisieron poner un precio en la góndola que el Gobierno les bochó. Nadie quiere mirar, tampoco, el precio del petróleo. La estatal YPF, sponsor de Messi y la Selección Argentina, ya decidió congelar las naftas hasta fin de año. Aguanten corazones aguanten, como dice un relator de fútbol de opiniones cambiantes según si entra la pelota o no.

En paralelo, la final se juega con el manejo del dólar. El éxito de esta semana de los controles nacidos en las medidas anunciadas el sábado del Maracanazo llevó cierta tranquilidad. Se frenaron las cotizaciones paralelas bursátiles y el Central compró dólares, con un costo que en el oficialismo consideran bajo, ya que el blue de las cuevas tocó los $180 y luego retrocedió. Pero la situación es muy finita, con la diferencia respecto de la cotización oficial coqueteando con el 80%. “Una disparada de la brecha cambiaria nos puede liquidar”, se sinceran en la Casa Rosada. El espejo retrovisor muestra el salto en los precios de octubre pasado cuando el dólar en las cuevas era 130% más caro que el del Banco Nación. Sería otra vez Pipa, Pipa.

Una disparada de la brecha cambiaria nos puede liquidar”, se sinceran en la Casa Rosada.

La cosa es que todo esto tiene que encajar, además, con las gestiones del ministro de Economía, Martín Guzmán, en la negociación con el Fondo Monetario Internacional, que es doble: con los burócratas del organismo para patear los pagos y lograr la soñada señal de que hay un kirchnerismo de mercado que haga bajar el riesgo país; y con el propio Frente de Todos, donde le piden que logre más plazo de repago para devolver los USS 45 mil millones que vencen en los próximos dos años. No tener un acuerdo “sería desestabilizante”, recordó Guzmán esta semana. El economista que vino de Nueva York oscila entre ponerles pasacalles de reconciliación a Cristina y Máximo Kirchner y mostrarles que todo se puede ir al diablo si se hacen mucho los locos.

Qué lindo volver a verte

Ver cómo un gobierno pisa el dólar para que no empeore una inflación amenazante y así trate de ganar las elecciones es un clásico. Es como un nuevo episodio de Star Wars. El paquete, que se completa con los precios regulados también contenidos, como las tarifas de luz y gas o las prepagas, llena los esfínteres de preguntas sobre el día después de la votación. Eso también es una saga conocida. Es la economía de los años impares de expansión y urnas seguida de los pares de ajuste y devaluaciones, como decía el economista recién fallecido Miguel Bein.

Pero la repetición en loop del fenómeno podría haber encontrado un límite, y no tiene que ver solo con la pandemia y todo lo que pueda haber cambiado las cosas. El karma argentino de la inflación sostenida que va subiendo escalones entre apuestas electorales, hoy desbloquea otro nivel de dificultad: la licuación infinita de los salarios. Por redondear, desde las devaluaciones de 2018: el paso del país del sueldo de USS 550 al de US$ 250.

El karma argentino de la inflación sostenida que va subiendo escalones entre apuestas electorales, hoy desbloquea otro nivel de dificultad: la licuación infinita de los salarios.

No es que todo esté mucho más caro que en otros momentos de la historia. Lo que está ultra barato es el salario. No hay dudas si se mide en dólares, y ni se les ocurra hacer la cuenta con las cotizaciones paralelas. Debería ser el Disney de los exportadores pero es el drama del mercado interno. Lo puntualizó este viernes el economista Emmanuel Alvarez Agis en Radio Con Vos: la carne en dólares estaba más cara cuando gobernaba Cristina Kirchner, pero el sueldo promedio compraba más kilos de asado.

Por eso la pregunta es si alcanza para modificar esta situación la actualización de las paritarias que está en marcha con arreglos del cuarenta y pico, o si en poco tiempo esa vuelta termina comida por nuevas remarcaciones que golpean más fuerte por esa situación estructural de, digámoslo aunque duela, una sociedad más pobre, encima con trabajos con menos protección social.

De ahí que la propuesta de Agis sea más amplia y audaz, aunque no está claro con qué llegada al kirchnerismo donde lo ven “demasiado guzmanista” al ex viceministro y ahora consultor: plan antiinflacionario con pacto social y aumento plano de salarios por ley para todos.

Está pasando