Nace un niño prodigio
Durante la Guerra Fría, la exploración del espacio se transformó en el nuevo entretenimiento de la humanidad y la llegada a la luna, en la máxima obsesión de Estados Unidos y la URSS. Mucho antes que las dos potencias, hubo un hombre que soñó con este logro, lo bajó al papel y lo lanzó al futuro, como un mensaje en una botella.
Cuando nació en Poltava (ahora Ucrania, en ese entonces Imperio Ruso) en 1897, fue bautizado con el nombre de Aleksandr Ignátievich Shargéi. Su madre, una baronesa y profesora de francés, fue apartada del chico en sus primeros años por razones desconocidas. Su padre, un físico y matemático de la Universidad de Kiev, murió cuando tenía 13 años.
Esos años de su infancia le fueron suficientes para archivar en su cerebro cuanto libro de Física encontró por la casa y construir en su imaginación la plataforma de despegue de los viajes interplanetarios.
La guerra fue su gran fantasma: lo persiguió toda su vida. Llevaba un año estudiando en el departamento de mecánica del Instituto Politécnico de Petrogrado cuando fue convocado por el gobierno zarista para pelear en la Primera Guerra Mundial. Terminada esta, siguió la Revolución Bolchevique, pero esta vez se negó a luchar contra su propio pueblo en las filas del ejército blanco. Intentó escapar del país y fue interceptado en la frontera con Polonia, enfermo de tifus. Se cree que no fue ejecutado por esta condición.
Tuvo suerte en esa ocasión, pero supo que no la tendría dos veces. Por miedo a ser reconocido como oficial zarista, en 1921 decidió cambiarse el nombre y tomó los documentos de un soldado de la revolución que había muerto ese año, Yuri Kondratyuk.
Pionero del espacio
Ya desde su trinchera en la época de la Primera Guerra Mundial (con menos de veinte años), empezó a completar cuadernos con cálculos y teorías sobre la tecnología de cohetes, que todavía era muy incipiente en todo el mundo. A la vuelta, terminó su primer manuscrito llamado Aquellos que leerán para construir.
En 1924 fundó la Sociedad para el estudio de los viajes interplanetarios junto con Friederich Zander y Konstatín Tsiolkovski (profesor de física y matemáticas conocido como el padre de la cosmonáutica).
Un año más tarde le envió sus trabajos a Vladimir Vetchinkin, que dirigía un departamento científico y técnico del gobierno. Quedó tan impresionado que ayudó a Yuri a publicar sus investigaciones, pero no mucho más: en ese momento los viajes interplanetarios eran solo teorías y la URSS no estaba muy interesada en invertir en estos.
En 1929 finalmente completa su obra maestra, La conquista del espacio interplanetario, en la que condensa todos sus trabajos y sienta la base teórica para el lanzamiento de cohetes y la llegada a la Luna. Como no hubo editoriales interesadas, él mismo se ocupó de imprimirlo.
El libro incluye la fórmula de la propulsión a chorro e introduce la trayectoria hoy conocida como Bucle de Kondratyuk, que consiste en llegar primero a la órbita de la Tierra y luego acelerar hasta pasar a la de la Luna, haciendo un 8. También plantea la estrategia llamada Cita Orbital Lunar (Lunar Orbital Rendezvous o LOR) que consiste en dejar a la nave principal orbitando la Luna y aterrizar con un módulo de excursión que se desprende de esta.
El libro incluye la fórmula de la propulsión a chorro e introduce la trayectoria hoy conocida como Bucle de Kondratyuk, que consiste en llegar primero a la órbita de la Tierra y luego acelerar hasta pasar a la de la Luna, haciendo un 8.
En la primera página del libro escribió la siguiente leyenda: “A cualquiera que lea esto para construir un cohete interplanetario”.
Viaje a la eternidad
Mientras pensaba en la Luna y preparaba su libro, trabajó como mecánico en distintos lugares, desde el sur de Ucrania hasta Siberia. Cuando lo terminó, se ofreció a construir un elevador de granos gigante fabricado con madera, que fue llamado Mastodont. Lo hizo sin un solo clavo, porque había escasez de metal en la región. Lejos de recibir una medalla, en 1930 fue condenado a trabajos forzados por la NKVD, bajo el cargo de saboteador. Esta obra de ingeniería fue utilizada desde que se levantaron sus cargos, en 1970 hasta 1990.
Dado que no era un preso común, Yuri fue encarcelado en un Sharashka, que eran las instituciones a las que mandaban a los científicos e ingenieros. Allí trabajó diseñando maquinaria para la minería de carbón y luego presentó un proyecto para un generador eólico que le valió un traslado a Moscú.
Allí conoció a Serguéi Koroliov, un ingeniero que, al igual que Yuri, también estaba interesado en los viajes interplanetarios y que terminaría siendo el padre del programa espacial soviético en la competencia con EE.UU. para llegar a la Luna. Le ofreció un puesto en el Grupo de Investigación de Propulsión a Reacción (GIRD) que dirigía entonces, pero Kondratyuk se negó por miedo a que se descubriese su pasado oculto si era investigado por la NKVD.
Luego, Koroliov fue acusado de traición por “perder el tiempo con viajes espaciales” y encarcelado durante un tiempo, hasta que se revisó su caso. Se cree que fue en ese momento que Kondratyuk se deshizo de toda su obra sobre cohetes interplanetarios y le pidió a alguien que la saque del país.
Cuando ya era libre, explotó la Segunda Guerra Mundial. Fue convocado para luchar contra la invasión nazi y en 1942, trabajando para la división de telecomunicaciones del ejército, murió a los 44 años. Allí terminó su vida, pero no su sueño.
John Houbolt, un ingeniero estadounidense que trabajaba para la misión Apolo 11, se topó con el mensaje que Yuri lanzó en la botella. Recibió de un amigo suyo La Conquista del Espacio Interplanetario y quedó fascinado.
En ese entonces, la NASA corría contrarreloj y no daba pie con bola, porque trabajaba en una estrategia de ascenso directo, es decir, sin módulo de excursión y sin utilizar el concepto Cita Orbital Lunar, que nunca se había utilizado hasta ese momento. Houbolt completó uno de los puntos flojos que tenía el planteo de Yuri: el reencuentro del módulo con la nave de transporte, y se sintió listo para convencer al resto de los científicos de que ese procedimiento era el adecuado.
El 16 de julio de 1969 despegó hacia el espacio la misión Apolo 11, que aterrizó en la Luna el día 20 y de nuevo en la Tierra el 24 del mismo mes. Como reconocimiento, se llamó Kondratyuk a uno de los cráteres de la Luna y a un asteroide. Por su parte, Neil Amstrong fue a visitar la casa natal de Yuri a su regreso. Esas cuatro paredes en las que surgieron las locas ideas de un niño que dieron impulso a un gran paso para la humanidad.