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Columnistas

"La conexión con nuestra infancia y nuestros sueños tiene acento nipón"

Por Leo Maciel *

Partimos hacia Tokio el miércoles al mediodía y llegamos, escala en Ámsterdam de por medio, el viernes a la mañana.  Viajar a contrarreloj, hacia 12 horas antes, pareciera ser la forma menos glamorosa pero más pragmática de viajar en el tiempo. 48 horas de viaje sin buen descanso ni comida sin dudas nos llevó a entrar en Japón en algo así como un estado alterado de conciencia.

Pensaba durante algún tramo del viaje y, en realidad en buena parte de él, sobre cómo un destino tan lejano y tan distinto me generaba al mismo tiempo la sensación de cercanía. Quizás sea más entendible por la globalización, nuestro conocimiento sobre Estados Unidos, o París... pero ¿Japón? ¿Una isla chiquita al otro lado del mundo?

Empecé a indagar sobre todas esas cosas que sabía “sin querer”, sin ser un fanático, inclusive con muchísimo desconocimiento en realidad. Recordé ciertas cosas gastronómicas, algunas histórico/políticas y otras tecnológicas. Pero sin lugar a dudas mi mente se detuvo con nostalgia y placer en la animación infantil.

Interesante producto de exportación si los hay, para analizar. Si generaciones anteriores estuvieron marcadas por grandes personajes hispanoparlantes como Gaby, Fofó y Miliki, Carlitos Balá y Chespirito sospecho que nuestra querida generación millenial estuvo marcada por la animación japonesa. Recuerdo almorzar, antes de ir al colegio, viendo los Supercampeones. Los caballeros del zodiaco, Dragon Ball Z, Pokemon.

El hotel donde se hospeda la Selección de Handball en Tokio.

En un país tan futbolero como el nuestro, yo también era un niño pegado a una pelota de cuero, pero además de Diego en mi (y en muchos otros seguramente) también estaba Oliver. El balón es mi amigo y lo siguió siendo durante toda mi vida. Estos "dibujitos japoneses" nos inculcaron valores muy nobles desde muy chicos: la persecución de tus sueños, el valor de la amistad, la lucha entre el bien y el mal. Quizás fuera algo en el suspenso, en el drama, en la épica; que nos tenía hipnotizadxs frente al televisor y luego nos lanzaba corriendo al patio a hacer de los hermanos Korioto, de Goku o de Seiya.

Volvíamos hoy del entrenamiento y jugando con Spotify sonó el tema número 1 en Japón, seguido de Shimauta y decantó casi naturalmente en el tema de Dragon Ball, cantada al pie de la letra y a todo pulmón por Fede Pizzarro y Moscariello. Curioso mimo al alma recordar todo esto a la hora de estar llegando a un Juego Olímpico, cumbre del deporte mundial. Esta conexión con nuestra infancia y nuestros sueños tiene acento nipón. Y si además de estas influencias más populares, se añaden películas como "Mi vecino Totoro", "La princesa Mononoke" o "El viaje de Chihiro" la inmersión es completa. El componente mágico, la sabia naturaleza, la fantasía.

Curioso mimo al alma recordar todo esto a la hora de estar llegando a un Juego Olímpico

Destino mágico sin dudas para los Juegos, con el que espero poder conectar lo máximo posible, aunque la pandemia enturbie el canal. Que no tardó nada de tiempo en deslumbrarme, con su clima tropical y gris, con los árboles y el verde comiéndose al cemento. La calidez sobria de la gente, que tal vez tienen los ojos entrecerrados de tanto sonreír amablemente. La comida vegetariana que primero saboreo y después intento adivinar qué es.

Ojalá podamos interactuar más y conocer más cosas. Suficiente barrera el idioma como para agregar pandemia y protocolos sanitarios, pero quizás sea una invitación a conocer de otras maneras, más sutiles. Llueve ahora, y corre el viento en la habitación mientras escribo. Voy a cerrar la notebook y los ojos y voy a oler la lluvia y los árboles y a pensar que tal vez cuando los abra esté Totoro esperándome en la ventana. 

 

* Arquero de la Selección Argentina de Handball y del Barcelona.

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