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Columnistas

Mala Ciencia: Lysenko, el científico que hizo tambalear a la Unión Soviética

Por Fermín Cañete Alberdi

Cuando la política somete a la ciencia, los resultados pueden ser catastróficos. Esta es la historia del ingeniero agrónomo que negó los progresos de la genética, hizo encarcelar a los científicos más prestigiosos del momento y devastó el sistema agrícola de la Unión Soviética. 

Trofim Lysenko nació en Karlivka (actual territorio ucraniano), en el seno de una familia campesina sobre finales del siglo XIX. Luego de estudiar en el instituto agrícola de Kiev y trabajar en una estación experimental en Azerbaiyán, cosechó cierto prestigio con investigaciones de escaso rigor y resultados sospechosos, basados en cultivos de invierno.

Su perfil de “científico descalzo” y campesino pragmático encajó perfectamente con la cosmovisión de la revolución bolchevique, en oposición al dogmatismo de los científicos académicos de entonces y su escasa voluntad para hacerse entender. Así fue como logró seducir al gobierno, acusando a los genetistas de burgueses y desacreditando los últimos avances de esta flamante rama del conocimiento.

Su perfil de “científico descalzo” y campesino pragmático encajó perfectamente con la cosmovisión de la revolución bolchevique.

Hacía más de 50 años que Charles Darwin había publicado la teoría de la selección natural en su libro El origen de las especies y que los sucesores de Gregor Mendel, el padre de la genética, la venían robusteciendo con evidencias. Pero Lysenko defendía un modelo anterior a este, el del naturalista  francés Jean-Baptiste Lamarck, que propuso que las adaptaciones de los seres vivos al medio ambiente eran consecuencia de la herencia de los caracteres adquiridos. Su aporte sirvió de plataforma para que Darwin y Wallace agreguen el próximo peldaño y lleguemos a lo que hoy se conoce como teoría de la evolución.

Si utilizamos el ejemplo más conocido, el de las jirafas, podemos simplificarlo de la siguiente manera: Lysenko creía que el “esfuerzo” que hacían las jirafas por alcanzar las hojas más altas de los árboles, era transmitido a su descendencia y con la acumulación de generaciones, el cuello de este animal se fue estirando. Lo que dice la teoría de la evolución, es que la jirafa transmite a su descendencia las características tal cual la recibió de sus padres, pero combinada con la del progenitor de sexo opuesto. Entre las crías, aquellas que nacen con el cuello más largo respecto de las demás tienen más probabilidades de sobrevivir y cruzarse con otras que al igual que ellas, tienen esta ventaja adaptativa. Esto hace que el ambiente vaya seleccionando esta característica y descartando a aquellos individuos que no la tienen.

A partir de esto, Lysenko propuso su teoría de la vernalización, que consiste en enfriar los granos antes de sembrarlos, para que la próxima generación heredase la resistencia a las bajas temperaturas. Su modelo era supuestamente más rápido y eficiente que la hibridación, que consiste en cruzar la especie que se desea sembrar con una que ya tenga resistencia al frío, algo que el humano hace intuitivamente desde tiempos inmemoriales.

Lysenko propuso su teoría de la vernalización, que consiste en enfriar los granos antes de sembrarlos, para que la próxima generación heredase la resistencia a las bajas temperaturas.

Esta sutil diferencia mandó al pasto el carro de la agricultura soviética, durante más de 25 años. En 1938 gracias al fracaso de la política de colectivización de las granjas de Stalin, Lysenko fue nombrado presidente de la Academia Nacional de Ciencias Agrícolas. Dado que sus experiencias nunca produjeron los rendimientos esperados, ocupó buena parte de su tiempo acusando a eventuales opositores de sabotaje e improvisando nuevos trabajos para corregir los anteriores.

A los genetistas y demás científicos soviéticos, los acusó de “enemigos del pueblo”, los  persiguió y encarceló. Entre los más reconocidos se puede nombrar a Agol, a Levitt y a Nadson, los tres fallecidos en prisión o ejecutados.

Dado que sus experiencias nunca produjeron los rendimientos esperados, ocupó buena parte de su tiempo acusando a eventuales opositores de sabotaje e improvisando nuevos trabajos para corregir los anteriores.

Párrafo aparte merece otra de sus víctimas, Nikolai Vavilov. Un botánico que recorrió los 5 continentes en búsqueda de variedades de plantas ancestrales para construir la biblioteca de semillas más completa que existiera en ese momento y que hoy en día sigue funcionando. Logró almacenar toda la información genética necesaria para poder fabricar híbridos que pudieran ser cultivados en cualquier clima, que son los granos que consumimos en la actualidad. Vavilov, que luchó toda su vida para erradicar el hambre en el mundo, murió de inanición en una celda en el año 1943.

Trofim Lyssenko

En 1948 el Ministerio de Educación sacó un decreto que ordenaba la abolición de la enseñanza, la eliminación de los proyectos de investigación y la destrucción de todos los libros de genética, además de la reestructuración de los departamentos de ciencias biológicas de las universidades para ocuparlos con científicos lysenkistas. Este fue el auge de su dictadura científica.

Con la muerte de Iósif Stalin en 1953, que fue siempre su principal defensor, comenzó el declive de Lysenko. Si bien el nuevo mandatario Nikita Jrushchov lo mantuvo en su puesto, le sacó la inmunidad que impedía al resto de la comunidad científica criticar sus políticas y cuestionar sus investigaciones. El propio hijo de Jrushchov, que fue un destacado ingeniero aeronáutico, intentó con desesperación convencer a su padre para que acabara con el retraso que se estaba generando en las ciencias biológicas soviéticas.

Y no fue el único. Unos años más tarde, aprovechando la caída del blindaje mediático y el proceso de “desestalinización” impulsado por el nuevo gobierno, tres jóvenes pero prominentes científicos le dieron el golpe de gracia. Zeldóvich, Guínzburg y Kapitsa, armaron en 1962 una causa contra Lysenko que reunía evidencias del exterminio de sus opositores genetistas y la imposición de su falsa ciencia, que lo obligó a dejar su puesto en la Academia Nacional de Ciencias Agrícolas.

Pero el daño ya estaba hecho y la sequía de 1963 los agarró desarmados. Luego de la desastrosa cosecha y ante una inminente hambruna,  el presidente Jrushchov se vio obligado a dilapidar las divisas del régimen e incluso gastar parte de la reserva en oro, para importar granos y otros alimentos. Algo sin precedentes en la historia de esta nación. Un año más tarde, Jrushchov también fue destituido de su cargo.

La sequía de 1963 los agarró desarmados, luego de la desastrosa cosecha y ante una inminente hambruna, Jrushchov se vio obligado a dilapidar las divisas del régimen e incluso gastar parte de la reserva en oro, para importar granos y otros alimentos.

Aunque se cree que la aplicación de sus técnicas agrícolas tuvo cierta responsabilidad en la gran hambruna China de fines de la década de 1950 -que dejó entre 15 y 55 millones de muertos-, sus teorías no se expandieron a otras partes del mundo. Al momento de su muerte en 1976, ya nadie las recordaba.

La ciencia es un arma poderosa para buscar la verdad. Si la apuntamos hacia otro lado, lo más probable es que terminemos con un tiro en el pie.