Cuadradas, redondas, en punta o como garras. Con brillos, glitter o cristales. Y con ilustraciones que van desde Bob Esponja hasta el Rey León o Lilo y Stitch. La variedad de diseños y longitudes posibles en las uñas esculpidas fue creciendo a medida que aumentaba la demanda y se convertían en tendencia.
Esa multiplicidad también se trasladó a las modalidades de atención: hay salones a la calle en donde trabajan equipos de varias personas o showrooms y espacios en departamentos en donde se atiende de manera individual. Cuáles son las opciones a la hora de elegir este tipo de uñas, cuáles son los precios y por qué se volvieron un boom.
En busca de la tendencia
Cuando en 2013 empezaron con su proyecto, el nail art –es decir, las uñas con diseños– era muy incipiente. En “Penny Nail”, un salón en una galería de Barrio Norte, fueron pioneras en este ámbito. “Nuestro foco estaba puesto en hacer diseño, no en hacer servicio de manicuría más general, y eso fue lo que promovimos”, explica Daiana Salomé, una de las dueñas del local.
También de manera precursora, le dieron muchísimo empuje a las redes sociales, lo que les generó una gran llegada. “Lo que es nail art a nivel mundial tiene muchísimas búsquedas y muchísimas visualizaciones en redes. A la gente le gusta ver, guardar o compartir referencias incluso cuando deciden no hacérselas o cuando lo reservan para alguna ocasión especial. Entonces, al ser de las primeras, muchas personas nos empezaron a seguir y a compartir nuestro contenido y eso nos ayudó un montón a crecer”, agrega Salomé.
En ese entonces, las uñas esculpidas empezaron a aparecer como una opción que permitía tener las uñas arregladas y de la manera en que cada una eligiera por varios días –este sistema, que puede hacerse con gel o con acrílico, dura entre 15 y 20 días–, por un precio que, para algunas, no es tan descabellado. “Un lujo accesible”, lo bautizaron en Penny Nail.
Las marcas tienen a profesionales de muy alto nivel a la vanguardia con la última tendencia y nosotros, que estamos por debajo en la cadena alimenticia de esos genios de arte, enseguida queremos replicar”. (Leandro Gabioux, nail artist)
Aproximadamente en la misma época, Leandro Gabioux vio la posibilidad de un negocio en el rubro de la manicuría y se lanzó a esa industria. Dejó su antiguo trabajo para capacitarse en la temática y consiguió empleo en un local de uñas: era el único varón que atendía en un grupo de mujeres. Después de un tiempo en el que ganó práctica, decidió irse e instalar un gabinete en su propio departamento: con el boca a boca empezaron a llegar clientas y se fue armando una cartera cada vez más amplia y fija.
“Cuando empecé nada más tenía cinco colores y fue el boca a boca lo que me generó difusión. Cuando me llamaban para pedir turno les decía: ‘¿Tenés idea de qué te querés hacer? Porque tengo estos cinco elementos”, recuerda. Con el tiempo llegó a tener alrededor de 300 esmaltes con todo tipo de variedad de colores y texturas, y sus clientas llegaron a ser 120, aunque por la pandemia se redujeron casi a la mitad.
Ambos profesionales coinciden en que se fueron convirtiendo en tendencia por dos razones. Por un lado, por las famosas que las empezaron a usar cada vez más, tanto a nivel local como internacional. Por otro, por la misma dinámica de la industria.
“Siempre hay que estar a la vanguardia. La tendencia la van marcando las famosas. En este rubro hay marcas que tienen a ciertos profesionales de muy alto nivel a la orden del día, a la vanguardia y con la última tendencia, y lo que hacen es que esos artistas reflejen en sus redes sociales lo que a la industria de uñas le sirve vender en ese momento. Entonces, a través de esos artistas, nosotros que estamos por debajo en la cadena alimenticia de esos genios de arte, enseguida queremos replicar”, explica Gabioux.
Salomé acuerda en ese punto y cree que la clave está en el feedback entre lo que pasa en las marcas y las manicuras: “La variedad de opciones también está muy alimentada por el mercado y la cantidad de productos nuevos que aparecen. Nosotras como nail artists hoy en día tenemos que estar constantemente atentas a cuáles son los productos que se van poniendo de moda o que las marcas empiezan a mostrar, que obviamente es su forma de crecer, pero también nos ayudan a nosotras a tener nuevas propuestas con las clientas”.
Lo minimalista, el gran elegido
Aunque hay muchas opciones a la hora de hacerse un servicio de manicuría, como esmaltado común, semipermanente o uñas esculpidas, sin dudas éstas últimas son las más elegidas. Los especialistas explican que, con cualquier sistema, el proceso y el resultado es exactamente el mismo. Ambas son un plástico que se hace sobre la uña natural, que dura entre 15 y 20 días y que, según el producto que se use –acrílico o gel–, varía la consistencia o densidad.
Sin embargo, lo que todavía no ganó tanta popularidad son los diseños más excéntricos o elaborados. Tanto en “Penny Nail” como en el departamento de Gabioux, lo que más eligen son las opciones simples.
“A pesar incluso de que nosotras somos un salón especializado en ilustración, las personas todavía siguen eligiendo diseños sencillos. La mayoría va por cosas más simples que la acompañan mejor en su vida cotidiana. Son pocas las clientas que se animan a la ilustración un poco más compleja”, señala Salomé.
Aunque somos un salón especializado en ilustración, las personas siguen eligiendo diseños sencillos. Pocas clientas se animan a la ilustración”. (Daiana Salomé, dueña de Penny Nail)
A Gabioux le sucede lo mismo: el grueso de sus clientas apuestan a lo clásico. “Está muy en tendencia lo que son cosas minimalistas. Ya no se usa la uña tan cargada de cristales o de brillos, prefieren más un par de de líneas abstractas, algo geométrico o una florcita muy delicada, delineada con negro, que combine con un fondo que tenga algún efecto. Esas cosas son las que se están pidiendo más hoy en día”, cuenta.
En contraposición, día a día trabajan para mejorar su proceso creativo y aumentar su caudal de ideas y propuestas. Las mayores fuentes de inspiración vienen del exterior y quienes suelen adelantar la tendencia son las rusas o ucranianas, que siempre son pioneras en esta temática.
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Además, Gabioux practica en sus propias manos: “Yo empecé a hacerme mis propias uñas en noviembre del año pasado y me acostumbré tanto que no me puedo ver sin uñas. Me hago de todo: ahora tengo un difuminado en toda la mano izquierda. Hay que mostrar un poquito en uno mismo lo que se viene”, opina. Por ahora, no atendió a otros hombres que se animaran a la tendencia.
Showroom versus salón
Las dos modalidades de atención que existen en el rubro son salones o locales a la calle y showrooms, que pueden ser departamentos de uso comercial o viviendas adaptadas al negocio.
Salomé y su equipo decidieron, desde un principio, que querían apostar a un proyecto grande, con lo cual siempre supieron que irían por un local. “Teníamos el foco de trabajar en equipo, y no de forma individual. Hay muchas nail artists que se dedicaron a esto desde el lugar de manicura artística y salón privado atendido por una sola persona. En nuestro caso siempre quisimos armar equipo, escuela, tienda”. Con el tiempo lograron su objetivo y hoy tienen un salón en una galería de Barrio Norte, donde brindan talleres de formación presenciales y online.
En cambio, Gabioux prefiere trabajar donde vive. No sólo le resulta más cómodo sino que, además, cree que se genera un vínculo más afín con las clientas, que se vuelven fijas. Por otra parte, reconoce que es una ventaja a la hora de sostener la estructura del negocio.
“Creo que esta modalidad funciona por varias cosas. Un local a la calle te implica muchísimo papelerío, burocracia e impuestos que uno puede no llegar a cubrir. Me gustaría tener un local siempre y cuando tenga gente trabajando conmigo, solo definitivamente no. Quizás una dificultad es que no te da la posibilidad de crecer un poquito más”, reflexiona.
Los efectos de la pandemia
Al ser una de las actividades no esenciales que más tiempo tuvieron que cerrar durante el aislamiento del 2020, el negocio de las uñas esculpidas se vio fuertemente afectado en el último tiempo.
Gabioux, por ejemplo, redujo en un 50% su cartera de clientas. Antes tenía alrededor de 120 y por la pandemia, entre los protocolos y las dificultades económicas que surgieron, que implicó recortar presupuestos para todos, quedó con menos de 60. Además, como usa productos importados, tuvo complicaciones con lo que tardaban en llegar y la volatilidad del dólar, que hacía que todo el tiempo aumentaran los precios.
“Fue un rubro que en algún punto sobrevivió porque pudo arreglárselas para seguir trabajando a pesar de las restricciones. Algunas personas que estaban super necesitadas empezaron con algún tipo de servicio domiciliario con clientas con las que tenían mucha confianza y que podían hacerlo dentro de un protocolo estricto de mucho cuidado. En nuestro caso nos volcamos mucho a dar capacitaciones y eso nos permitió sobrevivir; otras manicuras buscaron la forma de seguir atendiendo a puertas cerradas o a domicilio”, explica Salomé.
Los precios
En promedio, las uñas esculpidas rondan los $2.000, aunque se pueden encontrar lugares donde lo hacen por $1.000 o $1.500.
En “Penny Nail” el servicio de uñas esculpidas esmaltadas con un color listo sale $2.050 en efectivo y $2.460 con tarjetas. A eso hay que agregarle los costos para diseños más avanzados. El estilo “francesita”, por ejemplo, sale $300 más. En el caso de las ilustraciones con personajes hay que solicitar la cotización a la hora de reservar el turno: la fracción de 15 minutos de trabajo para esos casos vale $550.
Gabioux, por su parte, cobra $1.900 el esculpido en gel, aunque cree que sus valores están desactualizados: considera que debería salir alrededor de $2.900 –de hecho, eso cuesta en varios lugares–. “En Argentina no se cobra lo que se debe. No nos dan el espacio, el respeto, la credibilidad o la seriedad que merece el rubro”, concluye el especialista.
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