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Columnistas

Fundado por norteamericanos y con un presidente exfutbolista, Liberia cumple 200 años

Por Sergio Galiana

Este año se cumplen doscientos años de la llegada de los primeros colonos afroamericanos a las costas de la actual Liberia, país del África occidental con una superficie de 110.000 kilómetros cuadrados (poco más que la provincia de Catamarca) y 5 millones de habitantes.

Los viajes desde los Estados Unidos hacia África estuvieron armados por la Sociedad de Colonización Americana (SCA), una organización fundada en 1816 para promover -y financiar- la emigración de afroamericanos libres. En esos años la esclavitud era legal en la mitad de los estados norteamericanos (13 sobre 26) e incluso donde esa institución se había abolido, la población afroamericana no tenía plenos derechos de ciudadanía.

Esta situación alentó la emigración desde dos perspectivas antagónicas: los afroamericanos libres que consideraban que el racismo estructural de la sociedad norteamericana les impediría desarrollarse plenamente en América y los dueños de plantaciones y supremacistas blancos que consideraban a la emigración como una forma de lo

grar el ´blanqueamiento’ de sus sociedades, reservando a la población afroamericana el lugar de mano de obra esclavizada. Así, mientras los primeros construyeron el mito de África como la ‘tierra prometida’, los segundos hicieron importantes aportes financieros a la SCA.

Producto de las dificultades económicas, la SCA se fue desligando de la administración de los territorios africanos y en 1847 se proclamó la República de Liberia, que para entonces contaba con una población de unos 3.000 colonos.

En el contexto del reparto imperialista del continente a fines del siglo XIX, Liberia logró conservar su independencia e incluso ampliar su territorio gracias a la intervención del gobierno de los EE.UU. y de empresas privadas de capital norteamericano (Firestone llegó a establecer allí la plantación más grande del mundo).

La contracara de este proceso fue el enriquecimiento y la consolidación de una pequeña élite que reivindicaba sus orígenes afroamericanos, mientras que la mayoría de la población vivía en condiciones muy similares a las de sus vecinos que vivían en las colonias sometidos al trabajo forzado y a la imposición de cultivos para la exportación.

La mayoría de la población vivía en condiciones muy similares a las de sus vecinos que vivían en las colonias sometidos al trabajo forzado y a la imposición de cultivos para la exportación.

El predominio de esa élite terminó abruptamente tras el sangriento golpe de estado de abril 1980 dirigido por el sargento Samuel Doe, quien encabezó una dictadura militar que persiguió y ejecutó a los principales exponentes de la minoría americano-liberiana.

El nuevo régimen rápidamente recompuso los vínculos con los Estados Unidos, especialmente tras el triunfo de Ronald Reagan quien triplicó la asistencia económica al país africano. Sin embargo, el nuevo gobierno no modificó las lógicas previas de funcionamiento del estado y la política liberianas: la crisis económica y social fueron creciendo a la par de la represión y la manipulación política de las identidades étnicas.

El descontento local y las presiones extranjeras por una apertura democrática -en consonancia con los cambios impulsados por los organismos internacionales tras el fin de la Guerra Fría- fueron aprovechados por Charles Taylor, un militar exiliado en la vecina Costa de Marfil, para organizar el Frente Patriótico Nacional de Liberia e invadir el país. La militarización de la sociedad y la intervención de los países vecinos desataron un ciclo de guerras civiles en el país (1989-1997 y 1999-2003) y en la vecina Sierra Leona (1991-2002), que dejaron un saldo de más de un millón de muertos y cientos de miles de desplazados y refugiados en toda la región. 

La paz regional fue fruto de las acciones combinadas de organizaciones de la sociedad civil y de la presión ejercida por la comunidad internacional. Entre las primeras se destacó el movimiento Mujeres de LiberiaAcción de Masas por la Paz (WLMAP) -las mujeres, junto con los niños, fueron las principales víctimas de la violencia generalizada-; en términos económicos una de las principales medidas fue el embargo sobre la comercialización de diamantes provenientes de la región (para cuya extracción se reclutaban niños, tal como se narra en la película Diamantes de sangre), mientras que en los planos político y militar las Naciones Unidas y la Unión Africana auspiciaron acuerdos de paz inclusivos y el despliegue de misiones de mantenimiento de la paz.

De las negociaciones que culminaron en octubre de 2003 participaron representantes del gobierno, de diferentes grupos rebeldes y de la sociedad civil. Como resultado, se formó un gobierno de transición que dos años más tarde convocó a las primeras elecciones verdaderamente multipartidarias en la historia del país.

Entre aquéllos que lograron escapar tempranamente de esta espiral de violencia se encontraba George Weah, un joven jugador de fútbol que había sido fichado en 1988 por el Mónaco francés. Weah jugó en las principales ligas europeas (Francia, Italia e Inglaterra) hasta el año 2001, siendo en 1995 el primer -y hasta el momento único- futbolista africano en obtener el Balón de Oro (en ese momento, defendiendo los colores del Milan).

George Weah fue el primero -y único- jugador africano en obtener el Balón de Oro.

En paralelo a su éxito en Europa, ayudó a familiares y amigos a huir de la zona de conflicto y protagonizó numerosas acciones para sensibilizar a la población mundial sobre la tragedia de su país y el reclutamiento de niños como soldados.

Una vez retirado del fútbol, Weah regresó a su país natal para involucrarse en política y fundó el Congreso para el Cambio Democrático, partido con el que se presentó en las elecciones de 2005. Pese a haber sido el candidato más votado en primera vuelta, perdió en el ballotage ante la exfuncionaria del FMI Ellen Johnson Sirleaf, quien se convirtió en la primera mujer elegida como presidenta en el continente africano.

Sirleaf fue reelegida en 2011, año en que recibió el Premio Nobel de la Paz junto a su compatriota Leymah Gbowee dirigente de WLMAP. Su gobierno logró evitar nuevos episodios de violencia política, pero al costo de mantener vínculos con antiguos señores de la guerra

Sin posibilidad de un nuevo mandato, Weah decidió postularse nuevamente en las elecciones de 2017 y obtuvo el triunfo en segunda vuelta, ante el vicepresidente saliente, Joseph Boakai.

El traspaso de mando en enero de 2018 fue un hito para el país: fue la primera vez en la bicentenaria historia liberiana en que a un presidente elegido democráticamente lo sucede otro, pero de signo político diferente.

Más allá de gestos como la reducción de los gastos presidenciales, el gobierno de Weah no logra atender las principales demandas de la sociedad liberiana: la transparencia en la gestión pública, la implementación de justicia por los actos de barbarie cometidos durante la guerra civil y el despegue de la economía del país.

La fortaleza de la sociedad civil y la normalización de la vida política son los principales activos de Liberia, pero hasta ahora no alcanzan para superar las heridas de la guerra.